Montalbano es tierno: cuando hace la vista gorda ante unos basureros que han cogido algo que no debían del escenario de un crimen para venderlo porque no tienen dinero para costear el tratamiento para un hijo enfermo; y cuando echa una mano, destruyendo pruebas, a una rubia nórdica con todas las papeletas para ser inculpada por un asesinato que no ha cometido. En fin, no es el único caso en la historia de la novela negra de un inspector con un lado sensible, pero este es particularmente entrañable
Luca Zingaretti en el papel de Salvo Montalbano./elpais.com |
Una comisaría en un pueblo junto al
mar al sur de Sicilia. Un pequeño equipo de policías dedicados a
resolver delitos comunes: atracos a supermercados, inmigrantes
desaparecidos, ancianos a los que se ha perdido el rastro... Todo más o
menos normal en la vida de un pequeño municipio a orillas del
Mediterráneo, excepto porque, además, hay asesinatos, muchos asesinatos y
de muchos tipos: de un tiro, en un coche, en una playa... El jefe de
todo esto, el comisario que dirige las investigaciones, es un hombre
que, cuando le conocemos, ronda los 50 años, que piensa mientras pasea,
buen conocedor de la naturaleza humana y, gracias a ello, con una
especial sensibilidad para enfrentarse al crimen. Su nombre: Salvo Montalbano.
Una treintena de libros, la mayoría novelas pero también
recopilaciones de relatos cortos, permiten conocerle mejor. Al comisario
y a su particular y prolífico autor. La historia de Andrea Camilleri
es una novela en sí misma. Nacido en 1925 en Porto Empedocle, a pocos
kilómetros de donde luego desarrolla la acción de sus historias
policiacas, vivió el auge del fascismo y la II Guerra Mundial mientras
andaba por escuelas de Letras cultivando su afición por la poesía, la
narrativa y su militancia comunista. Fue escenógrafo, director teatral,
publicó artículos en revistas políticas, se presentó a oposiciones para
convertirse en funcionario de la Radio Televisión Italiana, la RAI, pero
no consiguió el puesto por su afiliación al Partido Comunista, aunque
consiguió que le llamaran para trabajos ocasionales. Fue así como se
convirtió en productor y coguionista de series de televisión de éxito:
una que adaptaba las novelas de Simenon sobre el inspector Maigret y otra sobre las aventuras de "Ezzy" Sheridan, un teniente de la policía de San Francisco muy parecido a Colombo. Con 53 años volvió a probar suerte con la literatura pero El curso de las cosas fue un fracaso. Siguió intentándolo hasta que a los 67 años se convirtió en escritor de éxito. Dos años después, su Remington
alumbró a Montalbano. Hoy Camilleri tiene 88 años, sigue publicando y
supervisó la adaptación que la RAI, ¡qué cosas!, hizo de sus novelas
sobre los casos del comisario. Seguro que el autor reconoce en Luca Zingaretti, el actor principal de la serie, al policía que imaginó: un tipo normal pero con un especial e irresistible atractivo.
Hay mucho de esa vida de Camilleri en Montalbano: de paciencia, de
perseverancia... De Italia en general y de Sicilia en Particular. El
comisario se entiende a la perfección con sus vecinos. Sabe cómo
piensan, qué les mueve, qué suelen esconder. Es respetuoso en sus
visitas a domicilio durante las investigaciones. Da igual que esté
interrogando a un sospechoso o a un simple testigo. No suele ser
violento. ¡Ni siquiera acostumbra a llevar pistola! "pues le molesta el
peso del arma que, además, le deformaba los pantalones y las chaquetas",
le describe Camilleri en el primer libro, La forma del agua (Salamandra,
traducción de María Antonia Menini Pagès). Con su pequeño coche se
mueve, solo la mayor parte de las veces, por los caminos de tierra de la
isla, entre olivos y auténticos pedregales. Es escrupuloso con la ley,
pero sobre todo combate las injusticias. Un policía muy humano, con
debilidades y pasiones humanas, al que es fácil imaginar lagrimeando
frente a unos cannoli y encontrar en la Trattoria de Enzo o la Osteria de San Calogero disfrutando con placer de una pasta con erizos o de unos salmonetes de esos que le deja preparados su invisible asistenta Adelina.
Mujeres, paisaje, Sicilia
Y hablando de pasiones, además de la gastronomía, las mujeres. El
ligón de las novelas es su compañero Mimi Augello, un italiano de
manual, pero no se debe olvidar -realmente es algo que siempre está
presente- que Salvù es mediterráneo. Tiene una novia, Livia,
que convenientemente vive en el otro extremo del país, a la que lo mismo
echa de menos que de más. Guarda bien las ausencias y tiene
remordimientos cuando ella le reprocha lo poco que cuida la relación,
pero no puede evitar coquetear. Y a lo largo de sus aventuras se va
cruzando con una sucesión de tremendas y espectaculares mujeres que caen
irremediablemente a sus pies seducidas por sus educados modales, su
aparente timidez, su inteligencia, su divertido sentido del humor y su
habilidad para salir del paso de situaciones, ¡glups!, inesperadas. Y
desde luego, por su ternura. Sí, Montalbano es tierno: cuando hace la
vista gorda ante unos basureros que han cogido algo que no debían del
escenario de un crimen para venderlo porque no tienen dinero para
costear el tratamiento para un hijo enfermo; y cuando echa una mano,
destruyendo pruebas, a una rubia nórdica con todas las papeletas para
ser inculpada por un asesinato que no ha cometido. En fin, no es el
único caso en la historia de la novela negra de un inspector con un lado
sensible, pero este es particularmente entrañable.
No busquen en estas historias sicilianas referencias a la Mafia. Está
ahí y de vez en cuando se cuela alguna escena en la que aparecen las famiglie. Cuando ocurre, puede ser para que los padrinos mafiosi le pidan ayuda y siempre se muestran respetuosos con el comisario. Su prestigio es reconocido en toda la isla. Pero la Cosa Nostra
no es el negocio de Montalbano, no tiene medios para combatirla, no es
competencia de su unidad. Para que no haya dudas, y en palabras de
Camilleri, "no quiero novelarla [a la Mafia] porque si lo hiciera acabaría ennobleciéndola".
Por lo demás, el paisaje habitual de Sicilia, el que se imagina o el que se conoce, está ahí, en cada párrafo. Los nombres de las localidades están cambiados, pero existen en la provincia de Ragusa. Vigàta, donde está la comisaría, es Donnalucata. El Questore,
el jefe de Policía de la zona, tiene su oficina en un palacio de
Scicli, unos kilómetros al interior. Las playas, los monasterios, las
ruinas, los acantilados de los que cuelgan pueblos de tejados rojos, las
mansiones escondidas al fondo de grandes jardines con palmeras
encerradas entre muros muy altos... Hasta Marinella, donde vive
Montalbano, se puede buscar en el mapa y se encuentra como Punta Secca.
Allí, en un extremo, junto al faro, está la casa que, según la serie de
televisión, tiene la magnífica terraza en la que el comisario se relaja
frente al Mar de África, desayuna muchas mañanas e invita a copas de
vino a muchas mujeres durante la cena. Buena noticia para los fans: en
realidad es un pequeño hostal en el que se puede reservar habitación doble por un precio máximo de 140 euros la noche.
Es Montalbano, el comisario más querido por los italianos, un hombre
de refinadas lecturas, investigador inconformista, buen conocedor de su
gente y aficionado a la natación, la gastronomía y la lectura. A veces
cínico, cuando se encuentra con males crónicos de la vida italiana como
la burocracia o la corrupción, y siempre entregado a su trabajo. Una
buena compañía en estos tiempos de sol y calor abrasador. ¿Qué tal pasar
las vacaciones con un siciliano?
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