Rayuela 50 Aniversario
¿Que se siente leer Rayuela por primera vez? Varias personalidades nos contaron cómo fue su primer encuentro con la obra
Julio Cortázar y su novela ya mayor Rayuela para lectores jóvenes./cromos.com.co |
Aunque fue escrita hace 50 años, la
obra cumbre de Julio Cortázar sigue viva, palpita y fascina a los
jóvenes, quienes siempre serán sus mejores lectores. Para celebrar estas
cinco décadas, varias personalidades nos contaron cómo fue su juvenil
encuentro con la novela. Recuerdos de una primera vez.
Después de que se publicara Rayuela, en 1984, Cortázar recibió una carta que lo conmovió. “Querido
señor Cortázar –escribía una joven estadounidense–: le escribo para
decirle que su libro me salvó la vida. Mi amante me abandonó hace una
semana. Yo tengo diecinueve años, lo amaba profundamente y cuando me
abandonó decidí suicidarme. Pasé dos días en la casa de una amiga y
encima de la mesa había un libro que se llamaba Rayuela. Empecé
a leerlo. Yo me iba a matar al día siguiente y ya había comprado las
pastillas, pero cuando terminé el libro las boté, porque me di cuenta de
que mis problemas no eran solamente míos, sino de mucha gente”.
Rayuela, de inmediato, se conectó con los jóvenes. Aunque era una novela difícil, llena de referencias culturales que en ciertos fragmentos parecían escritas para eruditos, también era un libro que reflejaba las angustias, las preguntas y las incomodidades de la juventud, que, melancólica, no encontraba su lugar en el mundo. “Cuando yo escribí Rayuela –comentó Cortázar en una entrevista con Evelyn Picon y publicada en Cortázar por Cortázar – pensaba haber escrito un libro para gente de mi generación. Cuando el libro se publicó en Buenos Aires y empezó a ser leído en América Latina, mi gran sorpresa fue que empecé a recibir cartas, centenares de cartas, y si tomas cien cartas, noventa y ocho eran de jóvenes que no entendían del todo el libro. De todas maneras habían reaccionado frente al libro de una manera que yo no podía sospechar en el momento en que lo escribí. La gran sorpresa para mí fue que la gente de mi edad no entendió nada”.
Rayuela, de inmediato, se conectó con los jóvenes. Aunque era una novela difícil, llena de referencias culturales que en ciertos fragmentos parecían escritas para eruditos, también era un libro que reflejaba las angustias, las preguntas y las incomodidades de la juventud, que, melancólica, no encontraba su lugar en el mundo. “Cuando yo escribí Rayuela –comentó Cortázar en una entrevista con Evelyn Picon y publicada en Cortázar por Cortázar – pensaba haber escrito un libro para gente de mi generación. Cuando el libro se publicó en Buenos Aires y empezó a ser leído en América Latina, mi gran sorpresa fue que empecé a recibir cartas, centenares de cartas, y si tomas cien cartas, noventa y ocho eran de jóvenes que no entendían del todo el libro. De todas maneras habían reaccionado frente al libro de una manera que yo no podía sospechar en el momento en que lo escribí. La gran sorpresa para mí fue que la gente de mi edad no entendió nada”.
Fue
un libro revolucionario – del que Alfaguara acaba de publicar una nueva
edición de aniversario. Cortázar sabía que lo sería. Y la
revolución empezaba en la primera página, cuando invitaba al lector a
escoger la forma en que le gustaría leerlo: en orden, de adelante hacia
atrás, o saltando, del capítulo 2 al 116, y así sucesivamente. Rayuela fue
un juego, una extensa reflexión sobre la literatura y el lenguaje, un
experimento que rompió las reglas, una invitación a que el lector
interactuara con el texto, una novela central del boom latinoamericano,
pero, sobre todo, fue una historia de amor entre Oliveira, un
intelectual pedante e inconforme, y la Maga, una romántica que pensaba
que la vida, con son sus maravillosos detalles, valía la pena.
Por ser ante todo la historia de estos dos personajes que no encajaban, para los lectores jóvenes se convirtió en una biblia: las mujeres soñaban con ser la Maga; los hombres, Oliveira, y todos adoraban a Cortázar y querían vivir en París. Por el contrario, muchos críticos literarios demostraron su indignación ante una obra tan trasgresora y, otros, la calificaron de novelita cursi. No estaba escrita para ellos, aunque ni siquiera Cortázar lo supiera.
Por ser una novela de iniciación, que se lee con más emoción y apasionamiento en esos años en los que se transita de la adolescencia a la juventud, varias personalidades nos contaron cómo fue su primer encuentro con la Maga y Oliveira. Estas son sus respuestas...
Por ser ante todo la historia de estos dos personajes que no encajaban, para los lectores jóvenes se convirtió en una biblia: las mujeres soñaban con ser la Maga; los hombres, Oliveira, y todos adoraban a Cortázar y querían vivir en París. Por el contrario, muchos críticos literarios demostraron su indignación ante una obra tan trasgresora y, otros, la calificaron de novelita cursi. No estaba escrita para ellos, aunque ni siquiera Cortázar lo supiera.
Por ser una novela de iniciación, que se lee con más emoción y apasionamiento en esos años en los que se transita de la adolescencia a la juventud, varias personalidades nos contaron cómo fue su primer encuentro con la Maga y Oliveira. Estas son sus respuestas...
Héctor Abad Faciolince, escritor de obras como Basura y El olvido que seremos.
“Debía tener 16 o 17 años cuando leí Rayuela. La leí saltando. No sabía francés y muchas cosas no las entendí, pero gocé como un loco con todo lo que entendía. Oliveira y la Maga se instalaron en mí, y también Rocamadour. Rayuela era París, y una forma de vivir la vida sin pensar en nada más que en ser buenos, sensibles, cultos y felices. Nunca más la he releído. El encanto que sentí, no lo quiero perder con una lectura adulta. Rayuela es como un viejo amor que no queremos volver a ver ahora, envejecido, sino fijado en la eterna juventud y frescura de su recuerdo”.
“Debía tener 16 o 17 años cuando leí Rayuela. La leí saltando. No sabía francés y muchas cosas no las entendí, pero gocé como un loco con todo lo que entendía. Oliveira y la Maga se instalaron en mí, y también Rocamadour. Rayuela era París, y una forma de vivir la vida sin pensar en nada más que en ser buenos, sensibles, cultos y felices. Nunca más la he releído. El encanto que sentí, no lo quiero perder con una lectura adulta. Rayuela es como un viejo amor que no queremos volver a ver ahora, envejecido, sino fijado en la eterna juventud y frescura de su recuerdo”.
Daniel Samper Pizano, periodista y escritor de obras como La mica del Titanic y varias antologías de crónicas.
“En alguna parte leí que acababa de salir la última novela de Cortázar, un autor que me encantaba, pero aún no se conseguía en Colombia. Yo cursaba mi primer año de universidad. Por alguna razón, mi papá tenía que viajar y le anoté en un papelito el nombre del libro que quería. Me trajo la segunda edición de Rayuela (que aún conservo entre algodones) y me dijo: 'Estuve hojeándola en el avión y me pareció enredadísima'".
“En alguna parte leí que acababa de salir la última novela de Cortázar, un autor que me encantaba, pero aún no se conseguía en Colombia. Yo cursaba mi primer año de universidad. Por alguna razón, mi papá tenía que viajar y le anoté en un papelito el nombre del libro que quería. Me trajo la segunda edición de Rayuela (que aún conservo entre algodones) y me dijo: 'Estuve hojeándola en el avión y me pareció enredadísima'".
Juan Gabriel Vásquez, escritor de obras como Historia secreta de Costaguana y El ruido de las cosas al caer.
“Yo leí Rayuela por primera vez a los 19 años, y la leí con una fascinación que luego he sentido por muy pocos libros. Para un joven que quiere escribir novelas, es un espectáculo. Tenía una edición de Oveja Negra, verde, horrible, que se descuadernaba. Luego la leí cinco veces más en la edición de Cátedra y otra vez en la de Archivos. La leí muchas veces, muy seguidas, cuando era joven. Mi lectura de Rayuela ha cambiado y eso prueba que es un gran libro, va cambiando conforme uno va cambiando".
“Yo leí Rayuela por primera vez a los 19 años, y la leí con una fascinación que luego he sentido por muy pocos libros. Para un joven que quiere escribir novelas, es un espectáculo. Tenía una edición de Oveja Negra, verde, horrible, que se descuadernaba. Luego la leí cinco veces más en la edición de Cátedra y otra vez en la de Archivos. La leí muchas veces, muy seguidas, cuando era joven. Mi lectura de Rayuela ha cambiado y eso prueba que es un gran libro, va cambiando conforme uno va cambiando".
Mario Mendoza, escritor de obras como Satanás y La importancia de morir a tiempo.
“Tenía por aquel entonces 17 años. Me costó trabajo ingresar al libro, pero poco a poco me instalé y después no hubo nadie capaz de expulsarme. Al final, me sentí más inteligente, audaz, intuitivo. Los demás seguían creyendo en un único modo de reflexionar, de percibir y de creer. Creían en la realidad. Yo no. Yo había sido iniciado en los misterios de las dimensiones desconocidas. Y sabía que ya jamás volvería a ser el mismo".
“Tenía por aquel entonces 17 años. Me costó trabajo ingresar al libro, pero poco a poco me instalé y después no hubo nadie capaz de expulsarme. Al final, me sentí más inteligente, audaz, intuitivo. Los demás seguían creyendo en un único modo de reflexionar, de percibir y de creer. Creían en la realidad. Yo no. Yo había sido iniciado en los misterios de las dimensiones desconocidas. Y sabía que ya jamás volvería a ser el mismo".
Ricardo Silva, escritor de obras como Autogol y Érase una vez en Colombia.
“Lo primero que supe de Rayuela, cuando tenía quince años, era que la novela de Cortázar era un 'elige tu propia aventura' para universitarios. Quien lo había leído era, en teoría, más sofisticado, más astuto. Pero Rayuela me enseñó algo: que detrás de esas estructuras osadas y de esos héroes intelectualoides no había gente muy inteligente, sino gente muy frágil, que la literatura era una nostalgia por lo humano. Yo creo que así lee la mayoría: para articular el propio drama. Pero empecé a creerlo cuando llegué al final de Rayuela con la sensación de que sí era, en el mejor de los sentidos, un juego de niños".
“Lo primero que supe de Rayuela, cuando tenía quince años, era que la novela de Cortázar era un 'elige tu propia aventura' para universitarios. Quien lo había leído era, en teoría, más sofisticado, más astuto. Pero Rayuela me enseñó algo: que detrás de esas estructuras osadas y de esos héroes intelectualoides no había gente muy inteligente, sino gente muy frágil, que la literatura era una nostalgia por lo humano. Yo creo que así lee la mayoría: para articular el propio drama. Pero empecé a creerlo cuando llegué al final de Rayuela con la sensación de que sí era, en el mejor de los sentidos, un juego de niños".
Nicolás Montero, actor
“En el colegio, si se llevaba mochila, parte del uniforme era tener una copia de Rayuela, un paquete de pielroja y una chaqueta verde desteñida tipo militar. La sensación de leer Rayuela en la adolescencia fue similar a la primera vez que me regalaron un caleidoscopio. Cada conversación, cada cerveza, cada fiesta era susceptible de ser puesta en las páginas de la Rayuela personal. Fue el primer libro que nos habló directamente".
Santiago Gamboa, escritor de obras como Perder es cuestión de método y Necrópolis.
“La consecuencia de Rayuela, para mí, fue haber llegado a vivir a París en 1990, con una maleta de 23 kilos y 700 dólares. París, en la imagen que Cortázar me transmitió a los 17 años, era un modo de ser y de vivir, un modo de ser culto y cosmopolita. Iba a hacer mi peregrinaje, pero ya todos se habían ido. El París de Rayuela no aparecía por ningún lado. En su lugar había una ciudad inhóspita y cruel que se resistía a abrazarme. Yo buscaba la literatura y encontré la vida, solamente".
“La consecuencia de Rayuela, para mí, fue haber llegado a vivir a París en 1990, con una maleta de 23 kilos y 700 dólares. París, en la imagen que Cortázar me transmitió a los 17 años, era un modo de ser y de vivir, un modo de ser culto y cosmopolita. Iba a hacer mi peregrinaje, pero ya todos se habían ido. El París de Rayuela no aparecía por ningún lado. En su lugar había una ciudad inhóspita y cruel que se resistía a abrazarme. Yo buscaba la literatura y encontré la vida, solamente".
Piedad Bonnett, escritora de obras como El prestigio de la belleza y Lo que no tiene nombre.
“Leí Rayuela recién entrada a la Universidad. Fue encantadora y desconcertante. A los 18 años y en una época muy beligerante, me repelía un poco Oliveira, un pesado bastante petulante, lo mismo que su grupo de amigos, que se parecía a ciertos grupos de estudiantes de filosofía y literatura. Esa hipertrofia intelectual, sin embargo, no dejaba de tener su atracción. Yo simpatizaba más con la Maga, con su manera de estar en el mundo”.
“Leí Rayuela recién entrada a la Universidad. Fue encantadora y desconcertante. A los 18 años y en una época muy beligerante, me repelía un poco Oliveira, un pesado bastante petulante, lo mismo que su grupo de amigos, que se parecía a ciertos grupos de estudiantes de filosofía y literatura. Esa hipertrofia intelectual, sin embargo, no dejaba de tener su atracción. Yo simpatizaba más con la Maga, con su manera de estar en el mundo”.
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