Roberto Bolaño: Diez años de asencia presente
Un repaso por la huella del autor chileno en una serie de escritores cuando se cumplen diez años de su muerte
Roberto Bolaño 1953-2003. Daniel Mordzinski./elpais.com |
Parece increíble que haya pasado tanto tiempo desde su muerte, aunque
al ver el éxito de su obra se podría pensar que es poco, que en el
fondo todo ha ido muy rápido. Sea como sea, no hay duda de que Roberto Bolaño (1953-2003) es el autor de lengua española posterior al Boom
con más impacto en la literatura mundial. En todas las culturas y
lenguas ha sido una revelación y en idioma español es uno de los más
influyentes, no sólo entre los lectores de hoy sino, sobre todo, entre
los jóvenes escritores.
¿Qué es lo que hace de Bolaño un autor universal y, al mismo tiempo, sacralizado en su propia lengua?
La juventud latinoamericana lo lee de rodillas y jura por él. Los
escritores jóvenes encuentran en sus libros un mundo que les habla al
oído. Uno de sus grandes temas tiene que ver con ellos: la épica triste
de una juventud sacrificada, la juventud que quiere cambiar el mundo con
gestos valerosos y con poesía. Quieren cambiarlo pero sucumben, y a
pesar de saber que su lucha está perdida igual salen a dar la batalla.
Bolaño narra el heroísmo de esa derrota, sí, pero también el amor por la
literatura y la vida. Los últimos párrafos de su novela Amuleto
son un manifiesto: "Y aunque el canto que escuché hablaba de la guerra,
de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes
latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba
del valor y de los espejos, del deseo y del placer".
Los escritores jóvenes encuentran en sus libros
un mundo que les habla al oído. Uno de sus grandes temas tiene que ver
con ellos: la épica triste de una juventud sacrificada, la juventud que
quiere cambiar el mundo con gestos valerosos y con poesía
La juventud y sus sueños, la fidelidad al rabioso amor por la
literatura que hay en la juventud. El poeta joven que sale a defender su
poesía con los puños. El poeta inexperto que se juega la poca vida que
tiene. Al contar la épica de los jóvenes poetas latinoamericanos, las
páginas de Bolaño se llenan de ternura, de idealismo, de una contagiosa y
bella ingenuidad.
El poeta, no sólo joven, es por supuesto otro de sus grandes temas.
Los personajes de Bolaño buscan poetas frenéticamente, se enamoran de
poetas y enloquecen como poetas. Ser detective es para él una forma de
ser poeta. "Soñé que era un detective latinoamericano muy viejo. Vivía
en Nueva York y Mark Twain me contrataba para salvarle la vida a alguien
que no tenía rostro. Va a ser un caso condenadamente difícil, señor
Twain, le decía".
Bolaño solía decir, con su habitual gracia: "Yo como poeta soy más
bien de los malos". La poesía y los poetas eran su tema recurrente:
Nicanor Parra, Lautréamont o la prosa en endecasílabos de Gonzalo
Celorio, o lo que fuera. Lo leía todo y daba la sensación de tener
opiniones contundentes sobre todo. Era también su peculiar modo de ser
poeta, un resplandor que dio a su prosa una temperatura especial y que
la hace tan inquietante. Un modo de vivir la poesía que sus lectores de
todo el mundo, hoy, han convertido en mito. ¿Cómo habría vivido Bolaño
este éxito rotundo? ¿Habría elegido desaparecer, como Rimbaud o
Salinger? Son preguntas que me hago con frecuencia.
El poeta, no sólo joven, es por supuesto otro de
sus grandes temas. Los personajes de Bolaño buscan poetas
frenéticamente, se enamoran de poetas y enloquecen como poetas. Ser
detective es para él una forma de ser poeta
El primer país en reconocer su talento fue Francia. Recuerdo que Bolaño aún vivía y pudo ver que el suplemento literario de Libération le dedicó 6 páginas. El diario Le Monde,
cuando aún no usaba fotografías, lo puso como personaje del día y fue
la caricatura de primera página. Su editor francés publicó
simultáneamente tres libros, algo inusual para un desconocido. Francia
le dio el bautizo internacional. Luego vino Alemania y Estados Unidos,
donde su éxito fue arrollador. Bolaño alcanzó a ver que Susan Sontag le
dedicaba una página en The New York Times elogiando su primer libro en inglés, By night in Chile (Nocturno de Chile). Solía decir que ese era el verdadero título, De noche en Chile,
que los gringos lo habían encontrado, pues había tenido varios cambios
de título y él nunca se sintió satisfecho (el primero que le puso fue Tormentas de mierda).
Lo que más recuerdo de él son sus largas llamadas telefónicas para
hablar sobre mil temas, casi siempre literatura pero también cine o
fútbol. Su voz cascada, al teléfono, regresa a mí con frecuencia. Una
noche me llamó desde un hotel de Venecia y cuando le pregunté qué
diablos hacía ahí, respondió: “Soy la típica imagen del poeta
latinoamericano: mi esposa con tisis arrullando a la bebé recién nacida
que llora, mi hijo con problemas de adolescencia y yo encerrado en el
baño intentando acabar un poema”. Otro día me dijo: “La verdadera obra
maestra debe pasar desapercibida y esto te lo puedo demostrar, pero no
ahora, tengo que salir”. Bolaño salió y nunca escuché sus argumentos.
Murió en la noche entre el 14 y el 15 de julio de 2003. Tenía sólo 50
años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario