3.7.13

Vargas Vila o el insulto como una de las bellas artes

Consuelo Triviño novela en La semilla de la ira  la vida de José María Vargas Vila, uno de los escritores más polémicos del siglo XX

Consuelo Triviño, escritora colombiana fotografiada en el Instituto Cervantes. / Samuel Sanchez./elpais.com

Considerado por Borges el maestro del insulto en América Latina, el colombiano José María Vargas Vila (1860-1933) ha sido definido por los críticos como un escritor genial, panfletario, soez y sutil a partes iguales. El intelectual colombiano era famoso por su existencialismo, sus textos libertarios contra el caudillismo, su posición anticlerical y sus narraciones de tintes muy eróticos para la época y que lo convirtieron en uno de los más leídos y a la vez más repudiados por las autoridades. Todo su universo lo ha recreado la novelista colombiana Consuelo Triviño Anzola en la novela La semilla de la ira, escrita en 2005 pero publicada por Seix Barral de Colombia en 2008, con un éxito considerable, y que acaba de editarse en España apadrinada por la editorial Verbum.
“Mi libro es un híbrido entre la ficción y la historia” cuenta Triviño en una terraza aledaña al Instituto Cervantes de Madrid, donde trabaja desde 1997, “pero también es una novela de viajes, una biografía novelada y por fin una fantasía, porque tras su muerte, el espíritu de Vargas Vila sigue sobrevolando la historia de América como un cóndor que avista las dictaduras, el caudillismo y la violencia”. La obra, narrada en primera persona en un estilo que evoca la literatura escultórica y preciosista del modernismo, reinventa la belle époque hispánica y retrata a figuras tan legendarias como Rubén Darío y José Martí, al que el protagonista define con un tono de voz “vibrante poderoso y terrible”. “Creo que el modernismo es lo más interesante que nos ha ocurrido a los latinoamericanos literariamente hablando. Es nuestra mayoría de edad cultural y Darío la encarna mejor que nadie”, explica la autora, que también ha publicado las novelas Prohibido salir a la calle (1998), La semilla de la ira (2008), La casa imposible (2000), Una isla en la luna (2009) y la biografía José Martí, amor de libertad (2004).
Mi libro es un relato histórico, una novela de viajes, una biografía novelada y también una fantasía
Consuelo Triviño
“No tuve dios, no tuve patria, no tuve un amor; en mí sobrevivió solo una pasión, a la que no he renunciado jamás y por la que he sacrificado todo cuanto soy: ¡LA LIBERTAD!”. La voz a ratos airada y a ratos apasionada de Vargas Vila planea por las páginas de la novela retratando ciudades como París, Roma, Madrid y Buenos Aires, ajustando cuentas con sus enemigos terrenales y sus fantasmas internos. “Esa faceta suya tan sarcástica y punzante le hace parecerse a nuestro Fernando Vallejo”, comenta la escritora refiriéndose al polémico autor de El desbarrancadero (2001). “Él siempre ha querido escribir una novela sobre Vargas Vila, pero creo que no ha encontrado el tono. De hecho me intentó convencer de que había cometido un error escribiendo esta obra”.
Vargas Vila es autor de más de un centenar de libros, como Aura o las violetas, Flor de fango, Los divinos y los humanos, Los césares de la decandencia, El ritmo de la vida, motivos para pensar, Los parias, El huerto del silencio, Ibis y Lirio blanco. Delia.
Aunque la novela sobre su vida la escribió Consuelo Triviño en solo un año, el bagaje documental se remonta tres décadas. En 1983, año en el que se instaló definitivamente en España, la autora hizo una tesis doctoral sobre el personaje: “Cuando acabé mi investigación, quise olvidarme de Vargas Vila, pero en 1987 Fidel Castro anunció que habían encontrado sus manuscritos en Cuba. Sin dudarlo, fui a La Habana a rescatar el texto. Esos diarios han sido mi principal fuente de documentación”.
Como ejercicio literario, la imitación de voces históricas ha dado frutos de todo tipo, desde la documentación exhaustiva de El farmer (1996) de Andrés Rivera, en la que el argentino se mete en la conciencia del caudillo Juan Manuel Rosas, hasta la versión surreal de El mundo alucinante, en la que Reinaldo Arenas mezcla la biografía del mexicano Fray Servando Teresa de Mier con la suya propia, basándose en su experiencia como exiliado y represaliado. “Yo también fusiono la visión de Vargas Vila con la mía propia”, explica la autora de La semilla de la ira, “pero documentándome a través de lo diarios y la literatura de la época”. De esta forma, el protagonista de la novela se siente desolado en un Madrid de principios del XX “provinciano, apolillado y conventual” tal y como lo describió Baroja en La lucha por la vida (1904). Pero en este caso, la opinión del Vargas Vila ficcional no coincide con la de Triviño: “Hoy es la ciudad que más me gusta de España, la única en la que me siento una ciudadana del mundo”.
Desde los años setenta, la novela histórica hispanoamericana ha experimentado una eclosión cualitativa y cuantitativa. Entre las decenas de obras destacables se encuentran la novela de dictador Yo, el supremo (1974), del paraguayo Augusto Roa Bastos, el drama bélico Noticias del imperio (1987), del mexicano Fernando del Paso, la surrealista visión del descubrimiento en Los perros del paraíso (1983), de Abel Posse, el viaje póstumo de Santa Evita (1995), de Tomás Eloy Martínez, y la aclamada y desgarradora La fiesta del chivo (2001), de Mario Vargas Llosa. Trivino asegura que su obra no ha bebido de la novela histórica sino del modernismo y la experiencia personal, pero no ahorra elogios a la hora de ensalzar la literatura hispanoamericana pasada y presente y reivindicar la autenticidad de los nuevos escritores: “Creo que la actual narrativa está en una búsqueda muy interesante tanto en España como en América. Ante la caída de la industria editorial no tiene sentido escribir para vender. No hay más remedio que ser auténticos”.

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