El autor de Verdes valles, colinas rojas creó personajes del universo del País Vasco
El escritor Ramiro Pinilla, en su casa de Getxo (vizcaya). / Luis Alberto García./elpais.com |
El escritor vizcaíno Ramiro Pinilla
(Bilbao, 1923-Getxo, 2014), decano de los novelistas españoles,
falleció ayer a los 91 años, según fuentes de Tusquets, la editorial en
la que venía publicando desde que en 2004 editara la primera parte de su
trilogía Verdes valles, colinas rojas.Fue esa saga sobre el
mundo vasco, de cerca de 3.000 páginas y que tardó dos décadas en
perfilar, la que le relanzó a los 80 años dentro del mundo editorial.
Pinilla comenzó a escribir a finales de los años cincuenta del pasado
siglo, logrando varios premios por sus trabajos literarios, entre ellos
el Nadal, pero no fue hasta 2004 cuando le llegó el reconocimiento de
los lectores con su trilogía.
La recomendación del escritor Fernando Aramburu al editor Juan Cerezo
de que leyese el manuscrito que le había enviado Ramiro Pinilla fue el
primer paso para que sus obras tuviesen un lugar en la literatura
española. Escribía con bolígrafo y luego pasaba los textos al ordenador,
utilizaba éste como si tratase de una máquina de escribir porque ni tan
siquiera tenía Internet.
Pasó casi 20 años de su vida tejiendo y desgranando en fichas de
cartulina lugares y personajes hasta construir el mundo que rodea Verdes valles, colinas rojas (Tusquets y Círculo de Lectores), la trilogía que forman las novelas La tierra convulsa, Los cuerpos desnudos y Las cenizas del hierro. Precisamente gracias a esta última obra Ramiro Pinilla logró el Premio Nacional de Narrativa
“por haber sido capaz de hacer una epopeya sobre un mundo tan difícil y
rico como es el vasco”. Su obra es un monumento a la memoria. Los
personajes que pululan por su novela formaban parte de su vida y tanto
los vivos como los muertos le permitieron construir un mundo literario
diferente.
Pinilla pasó toda su vida en Walden, una casa que lleva el nombre del
famoso ensayo estadounidense, publicado en 1854 por Henry David
Thoreau, autor al que admiró tanto en el terreno literario como
intelectual. Allí, en Getxo, fue donde escribió todas sus obras, a
cualquier hora del día o de la noche, porque los ratos de insomnio le
permitían fabular e imaginar personajes en cualquier momento. “No dejaba
descansar su cabeza. En lo último que estaba trabajando era en una
novela sobre un grupo de personas a las que se les expulsa de la
sociedad —artistas, soñadores— y se van todos juntos a vivir una vida
alternativa. Le faltaba el final”, señala el editor Juan Cerezo.
El escritor trabajó en varios oficios a lo largo de su vida, desde marino mercante a administrativo en una empresa de gas, y emprendió muchos negocios, todos ellos ruinosos hasta el punto de que él mismo solía decir que todas sus iniciativas económicas estaban destinadas a perder dinero. En una ocasión se le ocurrió montar un criadero de pollos para vender huevos frescos y resultaba más caro el pienso que lo que se obtenía por sus productos. No era un hombre de lujos y lo más que se permitía era tomar una coca-cola y ver partidos de fútbol. Forofo del Athletic de Bilbao y apasionado del buen fútbol, disfrutaba con el juego de la selección o del Barça. De esa pasión surgió precisamente el libro titulado Aquella edad inolvidable.
Toda su ambición la había volcado en la literatura y tenía como
asignatura pendiente publicar novelas de género negro. “A mi edad a
muchos les da por escribir memorias y a mí lo que me divierte y me hace
tremendamente feliz es hacer policiacas”, recuerda el editor que era el
comentario de Pinilla sobre sus últimos libros. Este tipo de novelas
están ubicadas en su pueblo, Getxo, y para ellas creó un personaje,
Sancho Bordaberri, enamorado de los libros, escritor fracasado, feliz
con su trabajo en la librería que posee, envenenado por su locura por
los clásicos de la novela negra e inquieto buscador de justicia. Este se
transforma en el detective Samuel Esparta cuando se viste con gabardina y se coloca un sombrero que le trajo su tío de América. El último libro publicado, Cadáveres en la playa
(Tusquets), es el caso más intrigante de un Samuel Esparta ya maduro
que mantiene contra viento y marea su peculiar librería en Getxo y
recibe en los setenta la visita de una señora, Juana Ezquiaga, que
quiere contratarlo para que averigüe la desaparición, mucho tiempo
atrás, del que fue su amor de juventud.
Bibliografía
Las ciegas hormigas, 1960.
Seno, 1971.
Recuerda, oh recuerda, 1974.
Primeras historias de la guerra interminable, 1977.
La gran guerra de Doña Toda, 1978.
Andanzas de Txiqui Baskardo, 1980.
Quince años, 1990.
Huesos, 1997.
Verdes valles, colinas rojas -La tierra convulsa, 2004.
Los cuerpos desnudos y Las cenizas del hierro, 2005.
Sólo un muerto más, 2009. Primer caso del detective Samuel Esparta (un crimen que dejó sin resolver en Verdes valles, colinas rojas).
Los cuentos, 2011.
Aquella edad inolvidable, 2012.
El cementerio vacío, 2013.
Cadáveres en la playa, 2014.
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