Las denuncias de malas prácticas sobre la empresa estadounidense y la investigación de la Comisión Europea copan la primera jornada de la cita editorial más importante
Feria del Libro de Fráncfort./elpais.com |
El hambre (la crisis) agudiza la osadía. Después de, al menos, tres
años continuados de recesión del sector, el pulso entre el gigante de la
distribución Amazon y el sector editorial y los libreros es ya el tema
inexcusable en todos los foros de la mayor cita mundial del gremio, la Feria del Libro de Fráncfort,
que ayer inauguró su 66ª edición. Con el precedente de los chispazos
que saltaron entre el gigante informático y la francesa Hachette, el
resto de los editores acusan ahora a la empresa norteamericana por sus agresivas condiciones. Hablan de chantaje en sus prácticas comerciales y de abuso de posición dominante.
La
compañía fundada por Jeff Bezos sufrió una ducha escocesa el primer día
de la feria: al poco de anunciar su lanzamiento en Alemania de Kindle
Unlimited (tarifa plana de 9,99 euros al mes que da derecho a
descargarse sin límite ebooks y audiobooks de un fondo digital de 650.000 títulos, 40.000 en alemán), supo también que la Comisión Europea abría una investigación para desentrañar si las autoridades luxemburguesas habrían acordado subvenciones o exenciones fiscales favorables a Amazon, que tiene radicada su sede europea en ese país.
Esa es solo una parte de la historia. Según ha trascendido ahora,
Françoise Dubruille, directora de la Federación Europea e Internacional
de Libreros (EIBF), pidió también hace unos meses a la Comisión Europea
que investigase a Amazon por posibles prácticas monopolísticas. El mismo
lobby dio apoyo hace poco a la potentísima Asociación Alemana
de Libreros y Editores en su denuncia ante la Autoridad Antimonopolio de
ese país por las presiones que Amazon habría realizaría al grupo sueco
Bonnier (con sellos emblemáticos en Alemania como Piper, Ullstein o
Berlin Verlag) para forzarle a un acuerdo, dificultando la distribución
de sus libros, como ya hiciera con Hachette desde mayo. Ello ha
provocado un documento firmado por más de un millar de autores en lengua
alemana denunciando esas prácticas.
Los pequeños editores ingleses independientes, por su parte, están
especialmente molestos por la voluntad de Amazon de introducir en los
contratos una cláusula que permitiría al todopoderoso librero online editar los títulos que los sellos no tuvieran en stock en el momento de la venta. La sombra de un Amazon editor clásico se asoma.
El Gremio de Autores de EEUU se reunió en agosto
con funcionarios del Departamento de Justicia para que investigaran si
Amazon estaría violando la ley antimonopolio,
Pero los enemigos no quedan ahí; también están en casa. Ha
trascendido que el Gremio de Autores de EE UU se reunió en agosto con
funcionarios del Departamento de Justicia para que investigaran si
Amazon está violando la ley antimonopolio, mientras otro colectivo de
escritores, United Authors, encabezados por Douglas Preston, podría
unirse a la solicitud. “Cada vez somos más rehenes de una compañía
interesada en vender pantallas planas, comida y pañales que libros”,
explica Oren Tiecher, responsable de la Asociación Estadounidense de
Libreros.
Ni Amazon ni editores ni libreros ni autores han enloquecido de
golpe. Es la necesidad de resistir que vuelve a todos más agresivos. El
año que ya declina ha sido un erial: no quedan ni las colas de sagas
como los vampiros de Stephenie Meyer, ni los Juegos del hambre, ni, claro, el añorado 50 sombras de Grey.
Cada libro o céntimo arañado vale su peso en oro, máxime cuando en el
novedoso modelo de suscripción con tarifa plana le han salido a Amazon,
sólo en su país, competidores de la talla de Oyster (también medio
millón de títulos a 9,99 dólares) o Scribd (éstos, aún más baratos, a
8,99).
De momento, no se habla de otra cosa en la feria: el ministro
italiano de Cultura, Dario Franceschini, anunció ayer que, aprovechando
que Italia tendrá la presidencia de la Unión Europea el semestre
próximo, promoverá en una reunión previa el 25 de noviembre la unidad
entre todos sus homólogos para que el IVA aplicado a los libros
electrónicos sea en cada país el mismo que aplican a los de papel. “Sólo
una mente muy burocrática podía separar los diferentes formatos de
libros”.
El ruido de sables entre las superestructuras es, pues, tan alto, que
parece quedar en segundo plano una convocatoria con más de 7.000
expositores de un centenar de países y que ha batido este año todas las
marcas en lo que a actos se refiere, con unos 4.000. La feria parece
querer acentuar su vertiente de negocio, incrementando el número y la
potencia de los seminarios y encuentros.
Dario Franceschini, anunció ayer que,
aprovechando la presidencia italiana de la Unión Europea, promoverá en
una reunión para unificar el IVA aplicado a los libros electrónicos
Acentuado por la ligereza de su estructura y por la nívea
presentación de su pabellón, también está pasando desapercibido el
invitado de este año, Finlandia, cuya literatura ofrece a sus 5,4
millones de habitantes 20,3 millones de libros, impresos por 5.836
editoriales. Una potencia que sólo se explica cuando se sabe que tres de
cada cuatro padres declaran tener la costumbre de leer en voz alta a
sus hijos para que adquieran el hábito. Hay otras hambres. Y otras
osadías.
Parte de bajas españolas
“Esta siendo una feria zen”, resume el editor de Anagrama Jorge
Herralde, veterano de Fráncfort, ante la evidente menor afluencia de
editoriales y de público al evento, fenómeno lento pero inexorable.
Crisis y fusiones justifican en buena parte que el año próximo haya una
revolución: el poderosísimo bloque de editores anglosajones mudará de su
histórico, lejano y apartado del resto del mundo hall 8 al 6,
desplazando a Francia, que se unirá a España en el 5. Sitio,
desgraciadamente, hay: de las famosas tres calles que ocupó la otrora
armada invencible editorial española apenas queda una. El precio es
‘correcto’ (1.400 euros el estand de seis metros más pequeño; sube
cuantos más metros) pero la crisis es honda. Han desaparecido estands
institucionales que acogían sellos más pequeños (la Generalitat
Valenciana; la Junta de Andalucía…) y otras se han reducido o fusionado
(los editores catalanes están con el Ayuntamiento de Barcelona y el
Instituto Ramon Llull se unirá el año que viene). Y otros, históricos,
ni están, como Edhasa o Siruela. Ni tampoco tiene estand la Agencia
Literaria Carmen Balcells, que llevaba acudiendo más de 30 años
ininterrumpidamente. Y no estaban ni con The Wylie Agency con quien
estudia su fusión ni en el centro de agentes, lo único que crece año
tras año en una feria cada vez más pensada para los negocios de
contenidos en todos los formatos posibles: hay más de 600 agentes
inscritos. Entre los más felices allí, Anna Soler-Pont, de Pontas:
vendió También esto pasará, segunda novela de Milena Busquets
(hija de la editora fallecida Esther Tusquets) a lo mejorcito de cada
casa y con alguna suma mareante: Hogarth Press (EEUU, 500.000 dólares);
Gallimard, Rizzoli, Suhrkamp, Companhia das Letras, Meulenhoff, Ara
Llibres y Anagrama). En un delicado e inteligente equilibrio entre Buenos días, tristeza, de François Sagan, y el Diario de Bridget Jones
y con claras reminiscencias autobiográficas, la estancia unos días en
Cadaqués por la muerte de su madre de una mujer de 40 años con los dos
niños de sendos matrimonios, el amante cerca y tres amigas se convierte
en un duelo y carta de amor a su progenitora en una novela de madurez
que ya está en manos de productores de Hollywood. En Fráncfort cabe el
zen y el vértigo.
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