6.10.14

¿Fue Camus anarquista?

Los Escritos Libertarios de Albert Camus se publica ahora en España. Una recopilación de ensayos que lo emparentan con el pensamiento anarquista y un espíritu quijotesco de corte utópico y romántico 
Albert Camus, autor francés de El extranjero./Henry Cartier-Bresson./elmundo.es

"En estos momentos están poniendo bombas en los tranvías de Argel. Mi madre puede estar en uno de esos tranvías. Si la justicia es eso, prefiero a mi madre", dijo Albert Camus en 1962 cuando un periodista árabe le afeó que no tomara partido por la "causa justa" del Frente de Liberación Nacional. La respuesta quedó para la eternidad sintetizada en una sola frase, "entre la justicia y mi madre siempre me quedaré con mi madre", que se ha convertido en la puerta de entrada a cualquier aproximación política al autor de 'Calígula'."Entre la justicia y mi madre siempre me quedaré con mi madre", enfatiza una vez más y es imposible no sentirse conmovido, primero, porque todos queremos a nuestras madres y, después, porque tenemos en la cabeza la historia de Catalina Elena Sintes, aquella mujer analfabeta, sorda y dulcísima que aparecía en 'El primer hombre'. Y, aún más allá, porque sabemos que el Frente de Liberación Nacional argelino se convirtió, tras la independencia, en un partido totalitario y corrupto, aunque eso Albert Camus lo vio venir antes que nadie.

¿Pero qué significa de verdad preferir a la madre? A partir de esa frase, Camus ha sido un referente político para aquellos que, desde entonces, no han estado en ningún sitio, han relativizado los grandes credos y han preferido ir por libre. Los que no han sido comunistas, ni nacionalistas, ni conservadores, ni cristianos, sin que eso significase que el mundo les daba igual. ¿El tipo de gente que ha votado durante décadas a partidos socialdemócratas en Francia, en España, en Alemania, en el Reino Unido...? Tendemos a pensar que Camus hubiese apoyado a Mitterrand contra Giscard, igual que su admirador Jorge Semprún llegó a ser ministro de Cultura en el Gobierno de Felipe González. "¿San Camus, San Exupéry? ¿Acaso nuestra juventud no tiene otros santos que estos pensadores de verdad un poco blanda?", escribía un detractor de Camus, el comunista duro Jean Paul Sartre, en ese mismo 1962, en las páginas de 'L'Express'.

O quizá fue todo un malentendido. 'Écrits libertaires' fue el nombre de un libro que apareció en Francia en 2008, en una editorial casi clandestina de Marsella (Egrégores). Después tuvo una segunda vida en el casa Indigène Éditions (la editorial que lanzó 'Indignaos' de Stéphane Hessel), y ahora aparece en España con el sello de Tusquets y el título de 'Escritos libertarios'.

La tesis del libro no es del todo insólita porque la biografía de Camus de Olivier Todd ya lo presentaba como a un libertario en 1997, pero sigue siendo muy atípica: es imposible entender a Albert Camus si no es en diálogo con la tradición libertaria. Aunque fuera un diálogo lleno de sinsabores. Para ello, reúne artículos y cartas de Camus dirigidas a los medios anarquistas y, a su lado, los textos con los que los anarquistas, casi insignificantes en Francia, intentaron asimilar la cercanía del escritor más admirado en el vecino país.

"El gran malentendido popular sobre Albert Camus ha sido considerarlo un escritor de consenso, amable, blando... Ni marxista ni capitalista. Imagínese, en los años 50, en Francia: un intelectual no podía estar fuera de ese dilema, no podía no ser ni una cosa ni la otra. Fue lo que Jean-Paul Sartre le reprochó. En realidad, y parece que aún nadie quiere reconocerlo, Camus dio cuerpo a una alternativa, una tercera vía, que era a la vez anticomunista y anticapitalista, y que es a lo que él solía referirse como le 'génie libertaire', el genio libertario. Pero no se equivoquen. Camus no estaba por el nihilismo; estaba más allá. Camus estaba por ideas como renacimiento o reconstrucción. Predicaba la vía de la no violencia y admiraba a Gandhi. Creía que Gandhi era el hombre más importante de su tiempo. Escribió "La no-violencia requiere una grandeza y una altura de la que carezco".

Eso lo afirma Jean-Pierre Barou, editor de Indigène Éditions. Sus Escritos libertarios ofrecen, entre otras cosas, un relato cronológico de la vida política de Camus. En 1935, con 22 años, el escritor se afilió en Argelia al Partido Comunista Francés, porque ésa era la opción natural de los chicos antifascistas y críticos con el orden establecido. El PCF, en esos momentos, se deslizaba hacia el Frente Popular y hacia el entendimiento con el Partido Radical, una especie de partido de izquierdas no marxistas con una política nacionalista francesa hacia el exterior. No era una asociación que gustara a Camus.

Su primer combustible ideológico se lo había dado su tío Gustave Acault (el cuñado de su madre, el sustituto de su padre) y, a la vez, lo había recibido de España. Muchos emigrantes levantinos (su madre era una de ellos) se habían establecido en Orán y dieron a Camus noticia de la tradición libertaria en la península. Por eso, el golpe de Estado del general Franco en verano de 1936 fue un trauma para él. La respuesta del Frente Popular Francés (que rehusó intervenir en defensa de la República Española) y el conflicto del Partido Comunista de España con el Partido Obrero Unificado Marxista (el POUM de Nin) provocaron la furia de Camus, que en 1937 abandonó la disciplina del PCF. Al año siguiente, Camus dejó África, se estableció en la metrópoli y empezó a trabajar como periodista en medios como 'Paris-Soir', además de seguir colaborando con el argelino 'Le Soir Républicain'.

Una amiga en el taller


Llegó la Guerra Mundial, la ocupación, Pétain, la Resistencia... Pero antes, Camus encontró en la redacción de 'Paris-Soir' un nuevo aliento para su carrera: el contacto con los trabajadores de las artes gráficas del diario. En Francia, igual que en España, su gremio llevaba la tradición libertaria desde el siglo anterior. Un nombre destaca especialmente en este trasiego: el de Rirette Maîtrejean.

"Rirette Maîtrejean", explica Jean-Pierre Barou, "fue la mujer que introdujo por primera vez a Camus en el pensamiento libertario. Camus conoció a Rirette cuando empezó a trabajar en el periódico Paris-Soir en 1940, cuando el periódico dejó París por la ocupación y estableció su redacción entre Clermont-Ferrand y Lyon. Ella era una correctora de textos en el periódico y, fuera, en la calle, una amiga íntima de Victor Serge, un famoso anarquista belga. Después, al cabo de unos años, Rirette y Camus volvieron a encontrarse en París, en el entorno de una revista libertaria llamada 'Témoins' que tenía su redacción en Suiza y que era la favorita de Camus".

Antes, en 1943, el escritor (que antes de la Guerra hablaba del Gandhi que había defendido el pacifismo, la resistencia pasiva y la reconciliación con los alemanes) entró en la Resistencia. Y en 1944, cuando los nazis fueron expulsados de Francia, Camus creyó que llegaba un mundo nuevo.

No ocurrió así, entre otras cosas porque el Partido Comunista aceptó la IV República y el orden gaullista y respaldó los esfuerzos del Gobierno por mantener sus colonias, aunque eso la llevara a la guerra en Indochina y Argelia. Camus sintió, desde ese momento, que el Partido Comunista Francés nunca más estaría de su lado.

"Siempre me ha costado hablar de la Resistencia", escribía Camus en Témoins, en la primavera de 1955, "rara vez he sentido placer al leer o escuchar lo que se decía de ella. El culto al pasado supone una vocación que no tengo y el tiempo destinado a él me parece perdido. [...] Estoy lejos de lo que se ha hecho de la Resistencia, de aquello en lo que se ha convertido. [...] Hoy creo que nada de esto ha ocurrido. Confesaré mi decepción de ver que esta experiencia de un gran deseo de paz traicionado, y obligado a una guerra insoportable, no sirvió más o menos de nada".

Apareció entonces La peste, en 1947; aparecieron el doctor Rieux y el gandhiano Tarrou, el hombre que contaba los muertos en Orán: sus protagonistas, el molde de todos los héroes de Camus. Solitarios, burgueses, abrumados pero empeñados en actuar con honestidad, en cada paso. "Si tuviera que elegir un libro que lo explicara políticamente pensaría en 'El hombre rebelde'. Pero si excluyéramos los ensayos, la elección sería 'La peste', con la idea del santo laico", explica Barou.

Ser libertario en Francia


Pero ¿es suficiente haber inventado a Rieux, tener algún amigo del POUM y admirar a Gandhi para ser un libertario? Depende de lo que entendamos por libertario.

"Tenga en cuenta que en Francia la tradición libertaria ha sido siempre débil, más débil que en España o en Italia, porque la izquierda oficial la ha combatido con mucha energía", dice Jean-Pierre Barou. "Mucha mas energía de la que emplearon contra los trotskistas. Piense, por ejemplo, en que André Breton fue a ver a Trotsky a México en 1938, porque Trotsky seguía representando la pureza del marxismo".

De modo que los anarquistas franceses eran, a esas alturas, pocos y estaban aislados, tendían al anarcosindicalismo y no tenían demasiadas ganas de escuchar a Camus hablando de Proudhon, Thoreau y del individualismo.

Camus escribía en sus revistas, hablaba en sus mesas redondas, testificaba a su favor en sus juicios y se peleaba con sus enemigos, pero eso no significaba que fuera uno de los suyos.Era demasiado libertario hasta para los anarquistas de los años 40 y 50.

En estos 'Escritos libertarios', por ejemplo, se puede leer un ensayo llamado Bakunin y 'El hombre rebelde', firmado por Gaston Leval y publicado por Le Libertaire. Leval, un veterano del anarcosindicalismo formado en la CNT española, dedicaba un largo texto a reñir a Camus por haber desdeñado a Bakunin en su ensayo 'El hombre rebelde'. Entre otras cosas, 'Leval reprochaba muy seriamente a Camus haberse apoyado sólo en 'El catecismo revolucionario, el texto fundacional de toda la violencia que a lo largo de la historia se ha vinculado al anarquismo. "Comete usted también una falta imperdonable para un hombre de su talla que se presenta como censor moral de todo y de todos. A sabiendas o no, confunde al Bakunin de 26 años con el Bakunin de 55 años".

A casi todos nos queda ya un poco lejos el debate sobre Bakunin. Más interesante es recordar que el artículo de 'Le Libertaire' se publicó el 28 de marzo de 1952: el mismo año en el que Sartre publicó una crítica desganada sobre 'El hombre rebelde' en 'Temps Modernes' y Camus montó en cólera contra su antiguo amigo. Las vísperas, además, de la insurrección árabe en Argelia.

Argelia es uno de los nombres que faltan para contar esta historia. El otro es España.

'Crónicas argelinas' (1939-1958) es el nombre de un libro (la versión española la editó Alianza Editorial en 2006) que recoge los textos que Camus dedicó a su tierra en los periódicos de París, Argel y Orán. Por ahí aparece su famoso viaje a la Cabilia, donde retrata la pobreza de los habitantes de las montañas, su propuesta de crear un Estado federal asociado a la Francia metropolitana y la necesidad de crear un partido transversal que peleara tanto contra el Movimiento de Liberación Nacional como contra los ultras de la OAS. "Sigo creyendo, a propósito de Argelia, que semejantes extravíos no definen más que el extravío de nuestra época", escribió en esas páginas Camus. "Las simplificaciones del odio y de las tomas de posición, que pudren y relanzan sin cesar el conflicto argelino, habría que revisarlos todos los días, y no basta un solo hombre".

¿Y España? "Acuérdese que a Camus, en 1952, le preguntaron qué debía a España y contestó: 'Casi todo'", recuerda Jean-Pierre Barou.

En 'Escritos libertarios', España aparece en cada esquina, empezando por el nombre de Freddy Gómez, el hombre que guardó muchos de los artículos del libro. Una portada de la revista Solidaridad Obrera, editada por el exilio mexicano, muestra a Camus con su aire de Bogart bajo una leyenda que dice "¡España libre!". Y la España franquista, un régimen que casi todo el mundo estaba dispuesto a tolerar en Europa en los años 50, incluido, por ejemplo,André Malraux, sigue siendo uno de los temas más habituales entre los Escritos libertarios de Albert Camus.

"Si la Europa del mañana no puede prescindir de España, tampoco puede, por las mismas razones, construirse con la España de Franco", escribió Camus en 1951. "Artículos franquistas recientes han pretendido que la censura se había suavizado. Después de examinar los textos, podemos estar tranquilos. La suavidad se reduce a afirmar que todo está permitido excepto lo que está prohibido".

Un año después, cuando la España franquista estaba en trance de rehabilitación entre las democracias liberales, Camus volvió al tema y envió una carta a la Unesco por admitir la colaboración con Madrid. "Reto a sus servicios a que organicen en Madrid la exposición de los Derechos Humanos que han presentado en muchos países".

Un poco más allá, Camus habla sobre Unamuno (le divertía aquello de "Que inventen ellos"), sobre 'Don Quijote' y sobre Alfonso V de Castilla, el rey que tomó Toledo y la devolvió a los musulmanes cuando supo que una traición había sido la clave de su éxito. A todos nos suena ese retrato idealizado y un poco naíf de España, el país de los locos románticos. Un poco como la imagen quijotesca de la tradición libertaria que ha llegado hasta nuestro tiempo.

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