La Casa del Lector de Madrid presenta las exposiciones Cortázar. Lector del mundo y Cómo aprendimos a leer
Julio Cortázar tocando la trompeta, uno de sus hobbies. /Alberto Jonquieres./elmundo.es
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En 1967, cuando Julio Cortázar ya era Julio Cortázar y Rayuela le
había convertido en uno de los escritores hispanos de referencia,
encendió un cigarrillo y miró fijamente a la cámara de su amiga, la
fotógrafa Sara Facio. El retrato se convirtió en una de las imágenes
icónicas del autor argentino y ahora es una una de las muchas
fotografías que se encuentran en La Casa del Lector de Madrid, alojadas
dentro de la exposición Cortázar. Lector del mundo.
Una muestra que abre el ciclo 'De camino a Bolaño' y que hace un
recorrido por las obras que el escritor de '2666' destacó como sus
favoritas.
Cortázar. Lector del mundo es también el penúltimo homenaje al centenario del nacimiento del escritor y por eso realiza un recorrido por las facetas más importantes de su vida.
La exposición muestra cómo, de niño, se adentró en la literatura con
los cuentos de Edgar Allan Poe. Y cómo, muchos años más tarde, en París,
Cortázar se encargó precisamente de traducir al español la prosa del
poeta más importante de la literatura gótica, el hombre que le había
enseñado lo que eran los cuentos llenos de terrores nocturnos.
"Para ser un buen escritor hay que ser un buen lector, y para ser un buen traductor hay que ser un buen escritor"
dice Claudio Pérez, comisario de la exposición, sobre el trabajo de
Cortázar como traductor. Labor que tuvo que dejar de lado cuando su
propia obra se hizo gigante. "Cortázar era un escritor muy fresco y muy
cercano, por eso 'sigue' con nosotros, porque el lector lo siente muy
próximo" continua.
Melómano y entusiasta de las artes plásticas, Julio Cortázar también
se implicó en política en los años 60, luchó contra las dictaduras
latinoamericanas y apoyó a Cuba y Nicaragua y después les retiró su
respaldo como mejor sabía hacer: escribiendo. También
se dedicó a la crítica literaria y supo dejar de lado las influencias
políticas de los autores y mirar sus obras como lo que eran: buenas o
malas. Así lo recalca Claudio Pérez: "Era un crítico muy fino. Supo ver a
los grandes autores cuando el resto del mundo, por cuestiones
políticas, les daba la espalda".
La exposición cuenta con fotografías del autor y algunos de los objetos que formaron parte de su vida. Allí descansan su pipa y sus gafas
y un puñado de ejemplares que Cortázar dedicó a sus amigos. Por
ejemplo, el libro que envió a la poeta Alejandra Pizarnik en 1962 y en
el que, firmando como los personajes de 'Rayuela', Cortázar convertía a
Pizarnik en socia vitalicia de El Club de las Serpientes. Ese cuadrilla
formada por los intérpretes que salieron de la pluma de la novela más
importante de Cortázar, aquella en la que Oliveira y La Maga nunca se
cansaban de hablar sobre literatura y música con sus amigos.
Aprendiendo a leer
"A los grandes autores no hace falta reivindicarlos, pero sí
mantenerlos vivos" comenta Raúl Manrique, también comisario de la
exposición y director, junto a Claudio Pérez, del Museo del Escritor;
lugar en el que se encontraban todas las publicaciones, objetos y
fotografías que ahora visten el espacio de La Casa del Lector.
'Cortázar. Lector del mundo' podrá verse desde el 9 de octubre hasta
el 11 de enero compartiendo espacio con la exposición 'Cómo aprendimos a
leer'. Un recorrido, en perspectiva histórica, sobre cómo nos hemos
constituido en sujetos lectores. Agustín Escolano, comisario de la exposición, recalca que "se trata de una exposición visual llena de carteles y manuales de enseñanza de todas partes del mundo".
El entramado de puentes de La casa del Lector de Madrid acoge esta exhibición que se inicia mucho antes del nacimiento de la imprenta y finaliza en la actualidad, en la era de la digitalización.
Agustín Escolano se queda con la frase del escritor peruano Mario
Vargas Llosa para cerrar la exposición: "Aprender a leer fue la cosa más
importante que me ha pasado en la vida"
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