Gabo con todas las letras
Gabriel García Márquez que estás en los cielos de los homenajes./elpais.com,lainformacion.com |
Medellín y la Casa de América son, en Colombia y en España,
escenarios de un homenaje simultáneo al más importante periodista del
siglo XX en nuestra lengua, Gabriel García Márquez, a quienes todos
llamaron Gabo. En Medellín entregan el premio que lleva su nombre y aquí
leen en público algunos de sus cuentos, como si así en un lugar y otro,
y por tanto en el ancho mar y en la vida ancha de Hispanoamérica, el
Gabo siguiera respirando periodismo y escritura.
Periodista. Él decía que era fundamentalmente un periodista; si
se rastrea su obra (toda su obra), desde la más ambiciosa
metafóricamente, Cien años de soledad, hasta la más ínfima de
sus crónicas, las que escribió siendo un principiante, Gabo se basó
siempre en la realidad que lo circundaba, la que tenía delante de su
mirada a veces cansada de nocherniego y la que le contaban los numerosos
amigos que llenaron su cabeza de leyenda.
Varió la fórmula, narrativa o ensoñada, periodística o
diabólicamente inventada, pero siempre fue periodista. En el libro que
Jaime Abello y Héctor Feliciano hicieron para gloria del resumen
histórico de sus crónicas, hay una espectacular y sencilla demostración
de su capacidad para mirar desde detrás de la ventanilla de los géneros
para romperlos, manteniendo al fondo la obligación del periodista:
contar. Esa crónica, que está entre mis preferidas, es la que hizo para El Espectador
de Bogotá, a las órdenes de José Salgar, sobre la estancia del
presidente norteameriocano Eisenhower en Ginebra. Allí había una reunión
imponente, mundial, de la Sociedad de Naciones; durante tres horas el
más importante de los mandatarios se escapó de la reunión y estuvo missing,
perdido, por la ciudad en la que treinta años más tarde sería enterrado
Jorge Luis Borges. A Gabo y a los demás periodistas les extrañó esa
ausencia, pero fue tan solo Gabo el que se puso a indagar. Al final supo
que el militar y político estadounidense, que ya era abuelo, se había
entretenido todo ese tiempo en una célebre juguetería de la ciuidad,
donde terminó comprando un avioncito para su nieto y una muñeca para su
nieta.
Periodista con punto de vista. Eso fue lo que distinguió el periodismo
de Gabo; ante una situación dada, simple o compleja, procuraba centrar
su mirada distraída, hasta que llegaba al cogollo de la situación; leer
ahora sus novelas (como Crónica de una muerte anunciada, especialmente, o como El coronel no tiene quien le escriba)
advertirá que esa presencia veloz del periodismo le permite a Gabo
recorrer la trama de lo que cuenta con un punto que no se pone jamás en
fuga. Esas novelas, pues, están escritas desde la precisión, desde el
numeroso dato hasta la innumerable sugerencia que no está en los datos.
Lo que él hace, burlando los géneros, es el género mayor: la crónica de
lo que pasa sin quedarse pasmado.
¿Cómo lo lograba? ¿Cómo lograba esa azoriniana disposición para
contar el asombro como si no estuviera pasando nada? Él lo cuenta; se lo
contó en 1981 al periodista norteamericano Peter Stone, que lo
entrevistó para la Paris Review. Se lo debe a su abuela; y eso
que le debe a su abuela para contar sin esparcirse, deteniéndose en lo
verdaderamente importante, es el tono. Le dijo a Stone: "[Mi abuela]
relataba cosas que sonaban sobrenaturales y fantásticas, pero las
contaba con absoluta naturalidad. (...) Lo más importante era la
expresión de su rostro. No cambiaba en absoluto de expresión cuando su
relato sorprendía a todos. En mis primeros intentos de escribir Cien años de soledad
intenté contar la historia sin creerla. Descubrí que lo que tenía que
hacer era creerla yo mismo y escribirla con la misma expresión con que
mi abuela contaba sus relatos: con cara de piedra".
Así era él, como su abuela, ponía cara de piedra e indagaba;
preguntaba; era el gran preguntón de la vida periodística mundial; le
preguntaba a todo el mundo; y cuando tenía un interés determinado en
algo que alguien contara su propio relato se hacía a un lado. Él
escuchaba. Escuchaba tonos e historias. Esa fue la enseñanza que recibió
para ser periodista, y esa es la lección que dejó.
Me hubiera encantado estar en Medellín; no pudo ser; los amigos
de la Fundación Nuevo Periodismo me habían pedido que fuera. Pero el
hombre propone y todo lo demás dispone. Este es mi homenaje a Gabo hoy;
esta tarde, en la Casa de América, lo prolongaremos leyendo su obra en
público desde las 17.30.
Homenaje a Gabriel García Márquez con una lectura continuada en la fachada de la Casa de América
Esta tarde, a partir de las 18 h, la obra del Nobel García Márquez
inundará la Plaza de Cibeles, con una lectura continuada de dos de sus
cuentos en la fachada del Palacio de Linares. “Espantos de agosto” y “El
verano feliz de la señora Forbes” serán los dos cuentos a los que se
dará lectura. El público que desee participar, podrá inscribirse y
sumarse así a este homenaje.
Casa de América ha preparado una programación especial de actividades
con motivo del Día de la Hispanidad, bajo el título de “América Nos
Une”. Un programa que estará dedicado a la figura de Gabriel García
Márquez. De este modo, diferentes actividades analizarán su obra y le
rendirán homenaje.
El lunes 6 de octubre, una mesa redonda analizará la obra de García
Márquez junto con la de otro genio de la literatura, William Faulkner.
“De Yoknapatawpha a Macondo: Faulkner y García Márquez en perspectiva”
es el título de esta sesión, que contará con la participación de Carmen
Méndez García, profesora de la Universidad Complutense de Madrid; Pedro
Sorela, escritor y periodista; y la editora María Pizarro Prada.
Completará la programación dedicada al escritor colombiano una muestra
de cine con cuatro largometrajes inspirados en sus textos o que contaron
con su participación. Además, el programa “América Nos Une” acogerá
otras actividades literarias como el “ Festival Iberoamericano de
Literatura Infantil y Juvenil” o una mesa redonda para analizar el
presente y el futuro de la literatura hispana en los Estados Unidos con
la participación de Laurie Callahan, editora de New Directions.
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