El japonés está segundo en las apuestas para el premio, que se dará el jueves. En esta entrevista, el autor dice que tiene muchos lectores pero que la crítica y los escritores no lo quieren
¿Se viene el Nobel? El nombre de Murakami suena fuerte para el premio./revista Ñ |
¿Murakami piensa que sería aceptado si ganara el Premio Nobel,
como mucha gente espera que suceda? “No quiero especular,” dice y se
ríe. “Ese es un tema muy riesgoso. Puede ser que sea colgado de un poste
de luz, ¡no lo sé!” El novelista de culto más popular del mundo toma
café de a sorbos en la biblioteca soleada de un hotel de Edimburgo, a
la que –tal vez sea decepcionante para los admiradores de sus tramas más
fantásticas – no llega una red laberíntica de túneles subterráneos.
Murakami es relajado y afable. “¡No soy misterioso!” dice, riéndose.
Haruki
Murakami (1949) no lee a muchos de sus contemporáneos japoneses. ¿Se
siente separado de la escena de su país? “Es un tema delicado,” dice,
riéndose. “Soy como una especie de desplazado del mundo literario
japonés. Tengo mis propios lectores... Pero los críticos, los
escritores, muchos de ellos no me quieren.” ¿Por qué es eso? “¡No tengo
idea! Escribo desde hace 35 años, y desde el comienzo hasta hoy, la
situación es casi la misma. Soy como un patito feo. Siempre el patito, nunca el cisne”.
“Pero
en un sentido, pienso que jugamos juegos distintos,” continúa. “Son muy
similares, pero las reglas son distintas, el equipo es distinto, y los
campos de juego son distintos. Como el tenis y el squash”.
Su última novela Los años de peregrinación del chico sin color –ahora se publicó en castellano una anterior, Underground–
vendió un millón de ejemplares en dos semanas, cuando apareció el
verano (boreal) pasado, en Japón. El personaje es un pianista de jazz
que parece haber hecho un pacto con la muerte, y puede ver el aura de
las personas. “Suceden cosas extrañas en este mundo,” dice Haruki
Murakami. “Uno no sabe por qué, pero suceden.” El estilo de Haruki
Murakami (1949) es simple, incluso aparentemente informal en la
superficie y Tsukuru Tazaki, –así llama él a su novela La peregrinación....–
como muchas de sus novelas anteriores, ha dividido a los críticos
entre aquellos que lo encuentran banal, y los que perciben una mayor
profundidad. Al igual que la mayoría de los estilos simples, el suyo es
el resultado de mucho trabajo. “Me lleva tiempo reescribir”,
explica. “Reescribir es mi parte preferida de escribir. La primera vez
es una especie de tortura. Raymond Carver (cuya obra fue traducida al
japonés por Murakami) decía lo mismo. Lo conocí y conversé con él en
1983 u 84, y me dijo: ‘El primer borrador es como una tortura, pero
cuando uno lo reescribe, mejora, uno está contento, mejora y cada vez
está mejor, y mejor, y mejor.’” Ahora mismo, Murakami no está
escribiendo nada. “Después de 1Q84,” dice, “estaba tan agotado...
Generalmente, cuando estoy agotado por escribir una novela extensa,
escribo una serie de cuentos. Pero no esa vez... No tenía energía para
descender...” y hace los gestos de bajar al sótano. “Hay que estar
fuerte para descender en la oscuridad de tu mente.” Después de Tsukuru Tazaki, Murakami escribió seis cuentos en tres meses; estos fueron publicados este verano (boreal) en Japón, con el título Hombres sin mujeres.
Cuando
se le pide que nombre algunos de sus escritores preferidos en
actividad, Murakami se entusiasma con Kazuo Ishiguro (“Se dedica por
completo a la escritura... Cuando no está escribiendo, viaja por el
mundo, pero cuando escribe, no viaja a ningún lado”), Cormac McCarthy
(“siempre fascinante”), y el novelista noruego Dag Solstad, a quien está
actualmente traduciendo del inglés al japonés (“Es algo así como un
escritor surrealista, novelas muy extrañas. Creo que es literatura
seria”).
Murakami habla del tema de las dos dimensiones, o
realidades, en su obra: una normal, el mundo cotidiano evocado con
belleza, y un reino sobrenatural y más raro, al que se puede acceder
sentándose en el fondo de un pozo (tal como lo hace el héroe de La crónica del pájaro que da cuerda al mundo), o tomando la salida de emergencias equivocada de una autovía urbana (como en 1Q84). A veces, los sueños actúan como portales entre estas realidades. En Tsukuru Tazaki,
hay un sueño sexual sorprendente, en el clímax del cual el lector no
está seguro si Tsukuru está todavía dormido o ya despertó. Sin embargo,
Murakami casi nunca recuerda sus propios sueños.
“Una vez
conversé con un terapeuta famoso en Japón,” dice, “y le conté que no
sueño casi nada, y él me dijo: ‘Tiene sentido.’ Le quise preguntar:
‘¿Por qué? ¿Por qué tiene sentido?’ Pero no hubo tiempo. Y esperaba
volver a verlo, pero murió hace tres o cuatro años.” Sonríe con
tristeza. “Muy mal.”
The Guardian
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