A los 95 años, el físico y filósofo Mario Bunge reúne en sus Memorias no sólo las ideas y debates que marcaron su pensamiento, sino también las transformaciones del último siglo
Polémico. "Hay que limpiar las universidades de basura seudocientífica", dice Bunge./revista Ñ |
Mario Bunge acaba de cumplir 95 años. Entra despacio al Café del
Lector, ayudado por un bastón que apenas usa y envuelto en un largo
sobretodo. Tiene los ojos azules intactos y mira atento. No le cuesta
recordar y las palabras le brotan a borbotones. Físico, filósofo y
epistemólogo, Bunge, que vive en Canadá desde 1966, se fue del país a
comienzos del 62 y empezó a volver en el 85. Desde entonces, autor de
una vastísima obra y merecedor de múltiples premios, ha venido casi
todos los años. En esta oportunidad, su vuelta coincide con la edición
de sus Memorias. Entre dos mundos , junto con un volumen de
homenaje. Toda una vida no cabe en 400 páginas, pero encontró el modo de
contarla de forma episódica, desde lo más íntimo hasta los devenires de
su formación. Quien se asome a esas páginas tendrá la sensación de
recorrer no sólo una vida sino las transformaciones del último siglo.
Bunge es minucioso en las evocaciones y no escatima pensamientos,
tampoco críticas y enojos. Cuenta que escribió el libro en una isla
griega, mirando el paisaje. Un privilegio intelectual, tal vez, que goza
quien ha trabajado duro y sufrido los desmanes del ámbito académico.
–Tuvo el privilegio de tener un panorama de primera mano del siglo XX. ¿El balance es positivo o negativo?
–Hubo de todo, fue un siglo tremendo. Dos guerras mundiales, el fracaso del llamado socialismo... todavía hay gente que no entiende que el socialismo se suicidó, que no era sino estatismo; confundieron las dos cosas. Nunca hicieron una crítica filosófica, y la política no fue suficiente.
–Hubo de todo, fue un siglo tremendo. Dos guerras mundiales, el fracaso del llamado socialismo... todavía hay gente que no entiende que el socialismo se suicidó, que no era sino estatismo; confundieron las dos cosas. Nunca hicieron una crítica filosófica, y la política no fue suficiente.
–Sus padres eran socialistas. ¿Esto marcó de alguna manera su ideología?
–Para mí el socialismo era natural, desde chico oí hablar de él. Y cuando me hice consciente de la política, había un movimiento nuevo: el fascismo, y los únicos que se oponían resueltamente eran los socialistas y los comunistas. Pero yo soy un socialista muy especial: soy democrático y cooperativista. Creo que la forma socialmente más justa es la empresa cooperativa, que es poseída, gobernada y administrada por los propios trabajadores.
–Para mí el socialismo era natural, desde chico oí hablar de él. Y cuando me hice consciente de la política, había un movimiento nuevo: el fascismo, y los únicos que se oponían resueltamente eran los socialistas y los comunistas. Pero yo soy un socialista muy especial: soy democrático y cooperativista. Creo que la forma socialmente más justa es la empresa cooperativa, que es poseída, gobernada y administrada por los propios trabajadores.
–¿Eso es posible dentro de un mundo capitalista?
–No, y lamentablemente no existió tampoco en ningún ensayo de socialismo real. Cuando fui a China hace tres años, verifiqué que el socialismo chino no existe, porque no hay salud ni educación pública gratuita. Y ahí tuve una experiencia muy interesante. Me había lesionado el cráneo y me llevaron en silla de ruedas a la Ciudad Prohibida. El peón municipal que se ocupó de mi silla me preguntó qué pensaba de la doctrina de Mao y yo le contesté que me parecía errada y peligrosa, porque la misión de todo administrador no es exacerbar el conflicto sino resolverlo. Fíjese, un humilde empleado municipal. ¿Usted se imagina a un empleado de Buenos Aires haciendo una pregunta de esas y escuchando con atención? Me interesó esa curiosidad de un hombre humilde, dispuesto a escuchar incluso una crítica del gran Mao.
–No, y lamentablemente no existió tampoco en ningún ensayo de socialismo real. Cuando fui a China hace tres años, verifiqué que el socialismo chino no existe, porque no hay salud ni educación pública gratuita. Y ahí tuve una experiencia muy interesante. Me había lesionado el cráneo y me llevaron en silla de ruedas a la Ciudad Prohibida. El peón municipal que se ocupó de mi silla me preguntó qué pensaba de la doctrina de Mao y yo le contesté que me parecía errada y peligrosa, porque la misión de todo administrador no es exacerbar el conflicto sino resolverlo. Fíjese, un humilde empleado municipal. ¿Usted se imagina a un empleado de Buenos Aires haciendo una pregunta de esas y escuchando con atención? Me interesó esa curiosidad de un hombre humilde, dispuesto a escuchar incluso una crítica del gran Mao.
–En sus Memorias reitera su desinterés por involucrarse en cuestiones políticas. ¿La ciencia debe ser apolítica?
–Yo nunca me he sentido político. Mis padres me decían: “Marucho, no tenés tacto”. Es gracioso, porque ellos tampoco tenían tacto. Nunca me interesó la política. Por ejemplo, nunca participé en el movimiento estudiantil, porque yo creo que la misión de la universidad es enseñar y aprender, hacer investigación.
–Yo nunca me he sentido político. Mis padres me decían: “Marucho, no tenés tacto”. Es gracioso, porque ellos tampoco tenían tacto. Nunca me interesó la política. Por ejemplo, nunca participé en el movimiento estudiantil, porque yo creo que la misión de la universidad es enseñar y aprender, hacer investigación.
–Sin embargo, la política tuvo
un lugar importante en sus experiencias dentro del mundo académico, por
ejemplo, la puesta en funcionamiento de la Universidad Obrera
Argentina...
–Sí, claro. Yo sentía la obligación moral de devolver al pueblo lo que me estaba dando. La enseñanza primaria, secundaria y universitaria en Argentina es gratuita. Eso no pasa en Europa o Estados Unidos, donde los estudios universitarios cuestan algo así como 60 mil dólares por año, y la mayor parte de la gente no tiene acceso a buenas universidades.
–Sí, claro. Yo sentía la obligación moral de devolver al pueblo lo que me estaba dando. La enseñanza primaria, secundaria y universitaria en Argentina es gratuita. Eso no pasa en Europa o Estados Unidos, donde los estudios universitarios cuestan algo así como 60 mil dólares por año, y la mayor parte de la gente no tiene acceso a buenas universidades.
–Duró sólo cinco años...
–La hizo cerrar el coronel Perón. El motivo es muy sencillo. Perón era un autoritario. Y el enemigo número uno de los gobiernos autoritarios es la sociedad civil. Entonces, hizo cerrar no solamente la Universidad Obrera sino también muchísimas otras entidades. No se ha hecho todavía la historia de la destrucción de la sociedad civil bajo el peronismo, ese fue uno de sus peores crímenes, junto con la politización de la escuela primaria.
–La hizo cerrar el coronel Perón. El motivo es muy sencillo. Perón era un autoritario. Y el enemigo número uno de los gobiernos autoritarios es la sociedad civil. Entonces, hizo cerrar no solamente la Universidad Obrera sino también muchísimas otras entidades. No se ha hecho todavía la historia de la destrucción de la sociedad civil bajo el peronismo, ese fue uno de sus peores crímenes, junto con la politización de la escuela primaria.
–¿Qué opina de esta nueva fase del peronismo en Argentina?
–Yo prefiero no hablar de política argentina. Hace 52 años que me fui y ya no la entiendo. En realidad, yo entendí al peronismo mucho después, hace treinta años. El error de nosotros, los antiperonistas, fue que no fuimos capaces de comprender los motivos de la popularidad del peronismo y admitir que hizo algunas cosas buenas: el voto femenino, la provincialización de los territorios, la defensa de la soberanía frente al ataque estadounidense... La popularidad del peronismo era auténtica, el 75% de la población era sinceramente peronista.
–Yo prefiero no hablar de política argentina. Hace 52 años que me fui y ya no la entiendo. En realidad, yo entendí al peronismo mucho después, hace treinta años. El error de nosotros, los antiperonistas, fue que no fuimos capaces de comprender los motivos de la popularidad del peronismo y admitir que hizo algunas cosas buenas: el voto femenino, la provincialización de los territorios, la defensa de la soberanía frente al ataque estadounidense... La popularidad del peronismo era auténtica, el 75% de la población era sinceramente peronista.
–Pero usted la pasó muy mal durante el peronismo...
–Por supuesto. No podía conseguir trabajo fuera de la ayudantía en la Facultad de Ciencias. Mi doctorado no me sirvió para nada porque no tenía el aval del Partido Justicialista. Me encarcelaron. Yo la pasé muy mal y jamás hubiera bajado la cabeza, desde luego.
–Por supuesto. No podía conseguir trabajo fuera de la ayudantía en la Facultad de Ciencias. Mi doctorado no me sirvió para nada porque no tenía el aval del Partido Justicialista. Me encarcelaron. Yo la pasé muy mal y jamás hubiera bajado la cabeza, desde luego.
–¿Cómo ve el lugar que se le da a la ciencia hoy en este país?
–Yo creo que el Ministerio de Ciencia y Tecnología está muy bien dirigido, pero no basta con apoyar a los investigadores. Hay que intensificar el estudio de Ciencias en las escuelas primarias y secundarias, hay que limpiar las universidades de basura seudocientífica, a la Facultad de Psicología habría que cerrarla, porque no salen psicólogos; a la Facultad de Ciencias Sociales habría que remozarla. Los estudiantes estudian por apuntes, como en la Edad Media, antes de la invención de Gutenberg. Y para peor, siguen autores, no problemas.
–Yo creo que el Ministerio de Ciencia y Tecnología está muy bien dirigido, pero no basta con apoyar a los investigadores. Hay que intensificar el estudio de Ciencias en las escuelas primarias y secundarias, hay que limpiar las universidades de basura seudocientífica, a la Facultad de Psicología habría que cerrarla, porque no salen psicólogos; a la Facultad de Ciencias Sociales habría que remozarla. Los estudiantes estudian por apuntes, como en la Edad Media, antes de la invención de Gutenberg. Y para peor, siguen autores, no problemas.
–Es
conocida su opinión sobre el psicoanálisis, pero en el libro se muestra
optimista acerca de la situación de la psicología argentina actual…
–Sí, sobre dos grupos que hacen psicología científica, que por supuesto ninguno está en la Facultad de Psicología. Hoy di una conferencia en el Ministerio de Ciencias y hubo varias preguntas sobre neurociencia cognitiva pero también una sobre Lacan.
–Sí, sobre dos grupos que hacen psicología científica, que por supuesto ninguno está en la Facultad de Psicología. Hoy di una conferencia en el Ministerio de Ciencias y hubo varias preguntas sobre neurociencia cognitiva pero también una sobre Lacan.
–Me imagino su reacción...
–¡Pero claro! ¡Imagínese en esta época hablar de Lacan! Un charlatán convicto y confeso. Confesó haberles tomado el pelo a sus clientes y lectores. Jamás descubrió nada. Eso me da rabia: en este país no se valora a la gente por lo que hace, sino por lo que dice. Y si dice algo que llama la atención, ¡es un gran genio! Por ejemplo, que el pene es igual a la raíz cuadrada de menos uno. ¡Cosas así, disparates! Nadie se pregunta qué descubrió sobre el tratamiento de las enfermedades mentales. Nadie le pide cuentas. Como decía aquel tango de Discépolo, cualquier burro es profesor.
–¡Pero claro! ¡Imagínese en esta época hablar de Lacan! Un charlatán convicto y confeso. Confesó haberles tomado el pelo a sus clientes y lectores. Jamás descubrió nada. Eso me da rabia: en este país no se valora a la gente por lo que hace, sino por lo que dice. Y si dice algo que llama la atención, ¡es un gran genio! Por ejemplo, que el pene es igual a la raíz cuadrada de menos uno. ¡Cosas así, disparates! Nadie se pregunta qué descubrió sobre el tratamiento de las enfermedades mentales. Nadie le pide cuentas. Como decía aquel tango de Discépolo, cualquier burro es profesor.
–¿Y cuáles son sus sugerencias para la educación en el mundo actual?
–Ante todo hay que introducir las manualidades en las escuelas. Es absurdo exigirles a los chicos que memoricen los nombres de las tres Carabelas y no les enseñen lo básico: cultivar lechuga, remendar una camisa, unos zapatos, hacer carpintería, conocer los elementos de las instalaciones eléctricas. Eso es muy importante. Ante todo, hay que enseñarles a no despreciar a la gente obrera, a reparar por sí mismos los desperfectos que ocurren en el hogar y a ejercitar la imaginación visual.
–Ante todo hay que introducir las manualidades en las escuelas. Es absurdo exigirles a los chicos que memoricen los nombres de las tres Carabelas y no les enseñen lo básico: cultivar lechuga, remendar una camisa, unos zapatos, hacer carpintería, conocer los elementos de las instalaciones eléctricas. Eso es muy importante. Ante todo, hay que enseñarles a no despreciar a la gente obrera, a reparar por sí mismos los desperfectos que ocurren en el hogar y a ejercitar la imaginación visual.
–¿Cómo
repercute luego este acercamiento al mundo desde lo manual?¿Su crianza
en la naturaleza tuvo influencias en su perspectiva materialista?
–Desde luego. Yo oía más pájaros, perros y vacas, que gente. Yo creo que la observación de la naturaleza me hizo, primero amarla, y luego mi padre me enseñó a respetarla. Y esas fueron mis bases.
–Desde luego. Yo oía más pájaros, perros y vacas, que gente. Yo creo que la observación de la naturaleza me hizo, primero amarla, y luego mi padre me enseñó a respetarla. Y esas fueron mis bases.
–En un
apartado del libro señala que los jóvenes ya no se relacionan cara a
cara. ¿Piensa que esta situación atenta contra la capacidad de
intercambio?
–Se está disolviendo la sociedad. Esos aparatitos tecnológicos son elementos disolventes, como decían antes de los anarquistas. Pero esos son mucho más disolventes porque los usa todo el mundo; los anarquistas eran cuatro diablos. En las escuelas y las universidades, en las clases, los jóvenes están distraídos con esas cosas en lugar de participar en la discusión.
–Se está disolviendo la sociedad. Esos aparatitos tecnológicos son elementos disolventes, como decían antes de los anarquistas. Pero esos son mucho más disolventes porque los usa todo el mundo; los anarquistas eran cuatro diablos. En las escuelas y las universidades, en las clases, los jóvenes están distraídos con esas cosas en lugar de participar en la discusión.
–¿Cree que la
tecnología no genera nuevas formas de participar colectivamente? ¿Qué
opina sobre los movimientos que se pudieron gestar a partir de las redes
sociales?
–Yo pienso que hicieron más o menos lo que querían los dirigentes. No creo que haya habido grandes cambios. Los cambios que hubo en Africa del Norte han sido temporarios; hoy día en Egipto hay una dictadura tan feroz como la que había antes de que cayeraMubarak. Las grandes manifestaciones que hubo en las ciudades europeas hace dos años, Los Indignados, por ejemplo. ¿En qué resultó eso? En nada. No basta indignarse. Hay que hacer propuestas concretas, hay que organizarse para mejorar las cosas. Cuando yo era chico, en mi barrio había una asociación vecinal donde los vecinos se juntaban para pedir que se resolvieran los problemas que importaban a todos. Entre todos se colaboraba para mejorar la condición de vida de los habitantes del lugar, hacíamos cosas constructivas, enseñábamos a cogobernar, a participar en el gobierno del bien común. Ahora eso no existe.
–Yo pienso que hicieron más o menos lo que querían los dirigentes. No creo que haya habido grandes cambios. Los cambios que hubo en Africa del Norte han sido temporarios; hoy día en Egipto hay una dictadura tan feroz como la que había antes de que cayeraMubarak. Las grandes manifestaciones que hubo en las ciudades europeas hace dos años, Los Indignados, por ejemplo. ¿En qué resultó eso? En nada. No basta indignarse. Hay que hacer propuestas concretas, hay que organizarse para mejorar las cosas. Cuando yo era chico, en mi barrio había una asociación vecinal donde los vecinos se juntaban para pedir que se resolvieran los problemas que importaban a todos. Entre todos se colaboraba para mejorar la condición de vida de los habitantes del lugar, hacíamos cosas constructivas, enseñábamos a cogobernar, a participar en el gobierno del bien común. Ahora eso no existe.
–¿Podría volver a vivir en el país?
–Me encantaría, pero no podría porque el Gobierno se quedaría con la mitad de la pensión de mi Universidad. Y acá existe el llamado corralito. Si me giran diez mil dólares, el Gobierno se queda con cinco mil.
–Me encantaría, pero no podría porque el Gobierno se quedaría con la mitad de la pensión de mi Universidad. Y acá existe el llamado corralito. Si me giran diez mil dólares, el Gobierno se queda con cinco mil.
–¿Es el único motivo?
–Es el principal. Otro motivo es la inseguridad. Los viejos somos más vulnerables. Pero, bueno, cuesta porque tenemos más amigos acá que allá, como es lógico.
–Es el principal. Otro motivo es la inseguridad. Los viejos somos más vulnerables. Pero, bueno, cuesta porque tenemos más amigos acá que allá, como es lógico.
–¿Cómo evalúa la forma en la que es reconocido en Argentina?
–Soy conocido fuera de la Argentina, en el país soy completamente desconocido. Mis libros no se venden o son muy difíciles de conseguir. He sido boicoteado sistemáticamente por mis colegas, los filósofos, o mejor dicho, profesores de filosofía. Pero eso le ha pasado a mucha gente. Naide es profeta en su tierra.
–Soy conocido fuera de la Argentina, en el país soy completamente desconocido. Mis libros no se venden o son muy difíciles de conseguir. He sido boicoteado sistemáticamente por mis colegas, los filósofos, o mejor dicho, profesores de filosofía. Pero eso le ha pasado a mucha gente. Naide es profeta en su tierra.
–¿Le duele?
–Un poco. Desde luego, soy muy apegado a mi país natal a pesar de que lo dejé hace 52 años. Hay muchas cosas que me gustan. Es más fácil hacerse amigo de un argentino que de un canadiense. Los canadienses son frígidos. También hay ciertas cosas de la naturaleza argentina que echo mucho de menos, los benteveos y los teros, las pampas, muchas cosas.
–Un poco. Desde luego, soy muy apegado a mi país natal a pesar de que lo dejé hace 52 años. Hay muchas cosas que me gustan. Es más fácil hacerse amigo de un argentino que de un canadiense. Los canadienses son frígidos. También hay ciertas cosas de la naturaleza argentina que echo mucho de menos, los benteveos y los teros, las pampas, muchas cosas.
–¿Piensa en el futuro?
–No soy profeta, pero se me están acabando los proyectos…
–No soy profeta, pero se me están acabando los proyectos…
–Pero la expansión de los temas que ha tocado a lo largo de su vida pareciera no tiene límites. ¿Se le acabaron las inquietudes?
–No, no, cuando escribo, escribo con entusiasmo. Mi primer trabajo importante fue tratar de refutar a Berkeley. El segundo fue mi libro sobre causalidad, que tuvo bastante éxito, fue traducido a media docena de lenguas. Después, me ocupé de metafísica, de teoría del conocimiento, ética, filosofía política, filosofía de la mente. Fui tratando temas en lugar de comentar autores, como se hace mucho. Yo tenía un proyecto: construir una filosofía a la vez exacta y de acuerdo con la ciencia actual. Creo que lo logré.
–No, no, cuando escribo, escribo con entusiasmo. Mi primer trabajo importante fue tratar de refutar a Berkeley. El segundo fue mi libro sobre causalidad, que tuvo bastante éxito, fue traducido a media docena de lenguas. Después, me ocupé de metafísica, de teoría del conocimiento, ética, filosofía política, filosofía de la mente. Fui tratando temas en lugar de comentar autores, como se hace mucho. Yo tenía un proyecto: construir una filosofía a la vez exacta y de acuerdo con la ciencia actual. Creo que lo logré.
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