Queremos tanto a Julio
Viena 1971. Dos colombianos escuchaban al pianista chileno Claudio Arrau
Julio Cortázar, autor argentino. Siguen apareciendo notas de homenaje./elespectador.com |
Daniel Schloss Pombo, primer secretario de la Embajada de Colombia,
había invitado al concierto a Sergio Acevedo, estudiante de música de
Bucaramanga y pupilo de Herbert von Karajan. En el intermedio se
levantaron de la primera fila los 193 centímetros de Julio Cortázar.
Sergio Acevedo había leído con fervor Rayuela, Los premios y todo Julio.
Se le acercó mientras Cortázar fumaba un cigarrillo. Hablaron unos
minutos. Cortázar, que estaba en Viena como traductor de la agencia de
energía atómica de Naciones Unidas, le dio su dirección en París. Sergio
Acevedo le propuso que se tomaran un vino, pero Cortázar se marchaba al
día siguiente.
Pasó el tiempo. Sergio Acevedo visitaba la oficina
de Proexpo en Viena para leer El Tiempo, que llegaba por correo aéreo.
Conocía al director, Julio Escobar Fernández de Soto, de Cali. Un día
notó un fajo de cartas sobre una mesa. Venían de la Argentina y estaban
dirigidas a Julio Cortázar. Sergio Acevedo, hoy director de la orquesta
sinfónica de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, le dijo a Escobar
que le podía enviar la correspondencia al escritor, pues tenía su
dirección en París. Julio Escobar asintió. Los sobres estaban escritos a
mano en letra pequeña; la oficina de energía atómica quedaba en la
misma avenida. Tal vez por eso el cartero austríaco confundió a Julio
escritor con el Julio de Proexpo.
Cortázar respondió el 7 de enero
de 1974: Amigo Sergio, Muchas gracias por su carta y el envío. La
historia de esas cartas es absolutamente increíble, pero usted merece
conocerla. Hace más de un año que recibo mensajes de una muchacha
enferma, esquizofrénica, pero además paralizada en un hospital, en la
medida en que puedo aceptar su versión de las cosas. Al principio me
escribía a París, pero como le envié un mensaje desde Viena tratando de
animarla, debió pensar que me había ido a vivir a la IAEA y por eso me
escribió allá. Que usted haya encontrado todas esas cartas en la oficina
comercial de Colombia forma parte de esas constelaciones o figuras que
me son harto familiares pero en las cuales casi nadie cree. Y es
importante que las haya encontrado porque acabo de leer todos estos
mensajes demenciales y bellísimos, mezcla de collage, poesía erótica y
delirios inconexos, debido a que la pobre muchacha está llegando al
final de su enfermedad y que sin duda no resistirá mucho tiempo más.
Acabo de enviarle un mensaje para confortarla y gracias a usted la pobre
se sentirá un poco acompañada por mí, a quien eligió luego de leer mis
cuentos y en quien tiene una profunda confianza. Si esas cartas se
hubieran perdido yo no habría sabido jamás que ella seguía escribiéndome
y ella se habría sentido abandonada por mí. Sergio, en septiembre iré
otra vez a la conferencia general de la IAEA y esta vez tenemos que
vernos y tomarnos ese vino tan demorado. No conozco las fechas pero será
hacia el 20 de septiembre hasta fin de mes. Si usted está en Viena en
esa época búsqueme en la sección de traducción, Traungasse creo que 19 y
nos veremos. Gracias otra vez por el buen recuerdo y por haber cerrado
una figura con toda la perfección necesaria para llevarle una sonrisa a
alguien que sufre. Un abrazo y hasta pronto, Julio Cortázar.
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