22.9.14

La astilla del palo

Se acaba de editar NOS4A2, la tercera novela de Joe Hill, uno de los escritores de terror y fantástico más notables del momento que, además –y como si fuera poco– es hijo del más grande: Stephen King
 
Joe Hill, autor estadounidense./pagina12.com.ar
A los 41 años, Joe Hill (King) ya está consolidado como narrador y guionista de comics con trabajos que si bien se alimentan del universo y los temas de su padre, toman otras fuentes para la reinvención del género, desde Peter Straub hasta Lovecraft, pasando por sus contemporáneos como Neil Gaiman o Kelly Link.
En 1977, Stephen King publicó una de sus muchas obras maestras del terror, sin duda una de las más populares gracias a que, años mas tarde, Stanley Kubrick la adaptó en una gran película. El resplandor, tercera novela de King, tenía esta dedicatoria: “This is for Joe Hill King, who shines on”, algo así como “Esto es para Joe Hill King, que brilla”. Ese “brillo”, en la novela, no era un don especialmente grato: lo padecía Danny, el hijo pequeño del protagonista, que podía escuchar los pensamientos de los demás, podía ver fantasmas, vivía aterrorizado y perseguido por muertos y voces incomprensibles.
También lo atormentaba su padre, Jack Torrance, el villano-antihéroe de la novela, un escritor alcohólico que, en un ataque de rabia, le rompió el brazo a ese hijo. Y que en un invierno fatídico acepta el empleo de cuidador en un fabuloso y fabulosamente embrujado hotel en las montañas de Colorado, el Overlook. Ahí, Jack cae derrumbado ante su bloqueo de escritor y lo consumen los fantasmas del hotel hasta llevarlo a intentar asesinar a su familia.
Joe Hill King, el de la dedicatoria, era el segundo hijo de Stephen King; cuando se publicó El resplandor tenía la misma edad que el niño del libro, cinco años. Stephen King también lidiaba, entonces, con problemas de alcoholismo y decía: “Era un padre joven y a veces me horrorizaba la sensación de antagonismo que tenía respecto de mis hijos. Así que escribí El resplandor como una confesión. Sí, a veces sentía que los chicos no iban a dejar de llorar nunca. Sí, a veces me enojaba tanto que pensaba que podía llegar a lastimarlos”.
No es casual, entonces, que muchos años después, ahora que Joe Hill tiene 41 años y es un escritor de terror exitoso y respetado más allá de su padre, El resplandor sea una de sus obsesiones. Su libro recién editado NOS4A2 dialoga con Doctor Sueño, la secuela de El resplandor que su padre publicó el año pasado. Hay personajes que se superponen: un malvado nombrado de refilón en El resplandor, Charlie Manx, protagoniza la novela del hijo. King padre también devuelve favores y cita a los monstruos creados por su hijo en sus propias novelas: entre los dos están llevando adelante un método de cita cruzada inédito, donde el hijo usa el universo del padre como una geografía mítica (que lo es). Son un único caso de padre e hijo escritores donde uno de ellos, el más joven, se permite referenciar al padre que es, además, el escritor de terror más importante del siglo XX junto a H. P. Lovecraft.
La historia de Joe Hill escritor empezó en 2005, cuando publicó su primer libro, la colección de cuentos Fantasmas (20th Century Ghosts) en Gran Bretaña. Durante ese año y con la escasa circulación del volumen, que fue una edición limitada, pudo mantener su identidad en secreto, aunque había rumores, muchos. El libro, que sin pretensiones intenta reinventar el género o al menos darle un definitivo giro de autor, tiene cuentos sencillamente extraordinarios, como “El teléfono negro”, sobre un chico secuestrado en el sótano de un asesino serial que recibe llamadas de otros niños víctimas, ya muertos, o “Reclusión voluntaria”, sobre dos hermanos, uno de ellos con una enfermedad mental, que terminan involucrados en la desaparición de un amigo. Los cuentos de Fantasmas también mostraban las influencias y la versatilidad de Hill: en “El mejor cuento de terror” deconstruía el método para escribir el género, en “Un fantasma del siglo XX” recreaba una leyenda urbana, en “La ley de gravedad” recordaba a Neil Gaiman y en “Ultimo aliento” a Ray Bradbury. Muchos de los cuentos aparecieron en antologías, donde se destacaban; y la colección, que ganó muchos de los premios importantes para el género, incluido el codiciado Bram Stoker, sirvió de plataforma para que, en 2007, Joe Hill publicara El traje del muerto, su primera novela.
El traje del muerto era moderna, metalera, macabra: la historia de una estrella de rock decadente, Judas Coyne, coleccionista de objetos macabros, desde viejas horcas hasta manuales de cocina para caníbales. Pero toda su pose y sus gustos negros se van al demonio cuando se enfrenta con un objeto en apariencia no muy desagradable pero profundamente malvado –o, mejor dicho, a un objeto realmente sobrenatural–: el traje de un muerto comprado por Internet, recibido en casa por correo en una caja con forma de corazón. El tema es que el muerto en cuestión vive en el traje, como fantasma, y no es un espectro amigable. A la novela le fue muy bien con la crítica y Joe Hill salió del closet como el hijo de Stephen King: contra todo pronóstico, no hubo acusaciones de acomodo ni cinismo en la recepción de su trabajo. Así, su colección de cuentos se publicó en Estados Unidos y Joe Hill se relajó respecto de su padre. Después de todo, dice, ser su hijo fue difícil toda la vida, pero ser escritor era lógico. “En casa, mi madre también escribe, así que yo crecí viendo a los dos tipear todo el día. Las conversaciones de después de comer o de antes de ir a dormir eran todas sobre literatura, sobre construcción de personajes. Nunca me rebelé contra seguir la tradición familiar en ese sentido. Pero cuando entraba en juego la fama de mi padre, era distinto. Durante mucho tiempo quise cambiarme el nombre legalmente. No sólo usar un seudónimo: cambiarlo. Ir a la escuela era un problema. Yo siempre amé a mi padre y tengo una relación emocionalmente intensa con él, muy cercana. Al mismo tiempo, desde chico fui consciente de su enormidad, de que él es una presencia gigantesca en la cultura pop. Estoy orgulloso de mi padre y su trabajo. Soy su fan además de que lo adoro como padre y como persona. Así que lo más difícil para mí fue crear una identidad, especialmente como escritor. No en contra de él, no en lucha con él, sino a un costado: la pregunta era cómo encontrar mi carril.”
Con Cuernos (2010) y con el comic Locke & Key (ilustrado por Gabriel Rodríguez, publicado entre 2008 y 2013), Joe Hill encontró definitivamente su espacio, lugar que acaba de reconfirmar con la intensa y voluminosa NOS4A2. Cuernos es una novela extraña, surrealista: la historia de Ig Perrish, un joven que se levanta una mañana, en el primer aniversario del asesinato de su novia, con dos cuernos brotándole de la frente, dos tremendos y reales cuernos como de animal –como de demonio–. ¿Son un signo de su culpabilidad? Son algo más raro y vienen con un adicional: ahora Ig tiene la capacidad de conocer los secretos oscuros, las maldades ocultas o no tanto, de todos aquellos con quienes se cruza. Y la novela, que empieza como un thriller, deriva hacia terrenos casi existenciales y surreales. Como escritor, en Cuernos, Joe Hill recuerda más a Peter Straub que a Stephen King. Y con Locke & Key, el comic sobre una familia que después del ataque de un asesino serial descubre secretos ancestrales relacionados con viejos dioses en su mansión de la Costa Este –el primer arco se llama “Bienvenidos a Lovecraft”– está más cerca de Neil Gaiman, Laird Barron, otra vez Straub (en novelas como A Dark Matter, sobre sociedades secretas ocultistas integradas por jóvenes inexpertos) o el M. John Harrison de El curso del corazón que de la narrativa de su padre. Locke & Key, además, es de los mejores comics de terror de los últimos años, ahí arriba en un podio compartido con el Neonomicon de Alan Moore, ciertos trabajos de Garth Ennis como Crossed y poco más.
“Fuera de mi familia –reconoce Hill–, mi escritor favorito es sin duda Alan Moore. Y creo que el mejor escritor contemporáneo es David Mitchell. O Cormac McCarthy. Mi cuento favorito es ‘La lotería’ de Shirley Jackson y mi novela para chicos preferida es Coraline de Neil Gaiman. Me gusta la televisión, me gusta Lost; me gusta ese tipo de narrativa que se acerca a lo experimental. Siempre fuera de mi familia, claro, porque La zona muerta, de mi padre, la leí creo que veinte veces.” También suele mencionar a Peter Straub entre sus favoritos, un amigo de la familia que escribió en colaboración con Stephen King El talismán en 1985. Straub recuerda que King jugaba con Joe (y con su otro hijo, Owen, también escritor, un realista como su madre Tabitha) a inventar historias pero con método: King proponía un escenario, un Ford va por una avenida, por ejemplo; entonces dobla y ¿qué pasa después? Joe continuaba las historias y en general terminaban siendo relatos macabros. “Ya estaba siendo su mentor, entonces”, dice Straub, convencido. El resultado de una de esas colaboraciones está guardada entre los papeles de King en la Universidad de Maine: se llama “Pero sólo la oscuridad me ama” y es un relato de dos páginas firmado por Joe Hill cuando tenía ocho años. Los chicos, Owen y Joe, jugaban entre ellos a los Mitos de Ctulhu: los dos eran fans de Lovecraft. De esa mezcla, de esa infancia, están hechas las historias de Joe Hill.
Como su padre, Joe Hill vive en Maine, se casó muy joven y también tiene tres hijos. Es muy cuidadoso de su privacidad: casi se trata de un reflejo protector, condicionado entre otras cosas por los muchos admiradores dementes de King, que de tanto querer estar cerca de él resultaban violentos y en ocasiones incluso dejaron explosivos en la casa familiar. Sin embargo, da muchas entrevistas y habla apasionadamente de literatura y del género. Y no esquiva la sombra de su padre, se siente cómodo en el amparo que puede darle: en 2009 escribieron en colaboración la novela corta Throttle, un homenaje a Richard Matheson inspirado por el cuento “Duel”, aquel que Steven Spielberg llevó al cine en 1971, con el conductor de camión fantasma más aterrador que alguna vez haya llegado a las pantallas. “Duel” es un clásico del “terror de carretera”, como lo es la novela Christine o el relato “Camiones” de Stephen King; a esas alturas aspira NOS4A2, con el nuevo monstruo asesino de niños que Joe Hill puso sobre la ruta, consciente de todas y cada una las relecturas que elabora en la novela. “Todo escritor es hijo de otro escritor –dice Hill–. Puede que no lo sean por sangre, pero son hijos literarios. Mi padre es el hijo de Richard Matheson y lo ha reconocido. Jim Harrison es el hijo de Ernest Hemingway. Tobias Wolff también. Michael Chabon dice que toda la ficción es fan fiction, que cada escritor, cuando se sienta a escribir un libro, tiene en su cabeza todos los libros que ama y quieren que su propio libro también sea así, un texto adorado. Así que, por un lado, yo luché con algo muy excepcional y extraño, que es ser hijo de sangre de mi padre literario. Pero, en otro nivel, es muy normal. Creo que mi relación con él, personal y literaria, es muy normal. Al menos, todo lo normal que es posible.”

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