29.4.10

El relato corto se hace grande

Recopilaciones, nuevos galardones y la consagración de editoriales especializadas certifican la buena salud del cuento El género halla su público también en la Red

fOTO;fUENTE:elpais.com

"Los libros de cuentos han dejado de ser una engorrosa cláusula en el contrato de un escritor. Tampoco son ya el trampolín hacia la novela para los narradores debutantes o el descanso entre novelas para los consagrados". Lo dice Juan Casamayor, que hace 10 años fundó Páginas de Espuma, una editorial que se enfrentó a uno de los grandes clichés de la edición española: "El cuento no vende".

"Pasé los primeros años escuchando esa frase por duplicado, sí: no vende, no vende...", recuerda Casamayor, que una década después tiene un catálogo de 170 títulos en papel -con autores como José María Merino, Medardo Fraile o Ana María Shua-, 40 en formato eléctrónico y casas en Argentina y México. Su best seller, dice, es Ajuar funerario, de Fernando Iwasaki, con 54.000 ejemplares vendidos. En 2002, además, se atrevió con Pequeñas resistencias, un imprescindible panorama del cuento en lengua española en cuatro tomos coordinados por Andrés Neuman, que en octubre publicará una nueva entrega consagrada a España.

El escritor Eloy Tizón, que el próximo día 12 dictará en la Biblioteca Nacional la conferencia El renacer de la cuentística, considera clave la aparición de editoriales especializadas para la consolidación definitiva de un género que nunca contó en España con el predicamento que siempre tuvo en Latinoamérica y, sobre todo, en Estados Unidos. Allí una red de revistas pagaba tradicionalmente a los escritores por publicar sus relatos. Basta leer las memorias de Ernest Hemingway, un maestro de la distancia corta, para certificar que en algunos países se podía vivir del cuento.

Junto a Páginas de Espuma, Tizón cita a la palentina Menoscuarto, fundada en 2004 y con 75 títulos en un catálogo en el que conviven los relatos completos de Miguel Delibes, Carmen Laforet o Esther Tusquets con libros nuevos de Gonzalo Calcedo y Manuel Moyano. En Menoscuarto acaba de aparecer Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual, una antología firmada por Gemma Pellicer y Fernando Valls. Profesor de la Universidad de Barcelona, Valls es el gran crítico del género en España. De hecho, Siglo XXI se suma a otras dos selecciones suyas que hicieron época: Son cuentos (Espasa, 1993) y Los cuentos que cuentan (Anagrama, 1993). Si la primera subrayó la labor breve de Juan José Millás, Soledad Puértolas, Javier Marías o Antonio Muñoz Molina, la segunda hizo lo propio con Javier Cercas, Mercedes Abad, Juan Bonilla o Fernando Aramburu.

Para Valls, su nueva antología certifica un hecho insólito hasta ahora: "La continuidad desde los años setenta de un género que en el panorama español ha sido guadianesco". Ello pese a la calidad de figuras como Ignacio Aldecoa, Juan Eduardo Zúñiga o Medardo Fraile. Para Eloy Tizón, por su parte, la gran muestra de la vitalidad del género es, en lo literario, el hecho de que estos dos últimos sigan activos a la vez que los 35 nuevos autores antologados por Valls: de Carlos Castán, de 47 años, a Matías Candeira, de 26, pasando por Hipólito G. Navarro, Pilar Adón, Ricardo Menéndez Salmón o Elvira Navarro.

"Están a la altura de los autores latinoamericanos de cuentos de su generación. Eso es algo que podemos decir pocas veces", afirma Fernando Valls de unos autores cuya "melodía de época", dentro de una gran variedad de temas, sería su pertenencia a "la tradición del realismo" y una "asimilación no mimética de las vanguardias". Más que boom del cuento, apunta Casamayor, lo que hay es "un crecimiento sostenido". Un crecimiento al que han contribuido tanto las ediciones de cuentos completos de grandes clásicos por parte de Alfaguara, Lumen, Anagrama o Alba como los minilibros con uno o dos textos lanzados por Alfabia, Gadir o Alpha Decay.

En los alrededores de la literatura, Valls destaca además tres elementos que han impulsado la vitalidad y dignificación del cuento: 1) Muchos autores han pasado por talleres literarios y ahora ejercen como profesores. 2) Hay al menos tres premios de altura dedicados a los libros de cuentos: el NH, el Ribera del Duero y el Setenil. La primera edición de este último recayó en Los girasoles ciegos (Anagrama), de Alberto Méndez. Y 3) Internet.

Javier Sáez de Ibarra, antologado por Valls y ganador del Ribera del Duero con Mirar al agua (Páginas de Espuma) descata la importancia de la Red como refugio crítico y creativo de un género tradicionalmente "desatendido" por los medios tradicionales. Bitácoras como El síndrome Chéjov, La luz tenue, Vivir del cuento o la del propio Fernando Valls -La nave de los locos- son para el escritor referencias tanto en la información como en la creación: "Uno puede colgar un relato y recibir al instante el eco de los lectores. Tal vez la pega es la ansiedad por renovar los contenidos".

Sáez de Ibarra, que ha publicado tres libros de cuentos, pertenece al club de los fieles al género. Lo mismo que Berta Marsé, autora de En jaque y Fantasías animadas (en Anagrama) y también presente en Siglo XXI. ¿Para cuándo una novela? Ésa es la pregunta a la que los dos se enfrentan recurrentemente. "¡Bastante complicado es escribir un relato!", responde Marsé. "El cuento no es el hermano menor ni el primo ni el cuñado de la novela".

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