El político y escritor de 86 años reivindica su, vida de certezas destrozadas e ilusiones que he conservado contra viento y marea
Para quienes quieran conocer una partecita del horror que llevó a cabo el nazismo alemán con el extermino de los judios, recomiendo lean el libro que está entre el testimonio y la ficción titulado:La escritura o la vida.
"El escritor y político Jorge Semprún se despidió ayer del campo de concentración nazi de Buchenwald, en el que estuvo internado dos años y que tanto ha marcado su obra e identidad. Semprún, que tiene 86 años, compareció con envidiable aspecto y verbo enérgico y apasionado. En un artículo publicado en marzo en Le Monde, había anunciado que ésta sería su última aparición aquí, y la utilizó para homenajear a las víctimas del Holocausto y a la voluntad de resistencia contra la inhumanidad.
La jornada, que conmemoraba el 65 aniversario de la liberación de Buchenwald por la sexta división acorazada del Tercer Ejército de Estados Unidos, tuvo media docena de discursos, pero sólo el suyo conmovió. Fue un discurso de trama literaria, sin concesión al protocolo, que Semprún leyó en alemán ante un público compuesto por una minoría de autoridades, ex reclusos y ex militares liberadores y parientes, y una mayoría de antifascistas alemanes con considerable presencia de jóvenes de la izquierda local.
Hoy, en la última frontera de una vida de certezas destrozadas y de ilusiones que he conservado contra viento y marea, permítanme recordar a aquél joven de 22 años que empuñaba un Panzerfaust. El término, explicó, fue traducido como bazooka por los dos primeros americanos que informaron de la liberación del campo, Egon Fleck y Edward Tenenbaum, este último un oficial de la inteligencia.
Ambos llegaron en un jeep y se encontraron a una masa famélica de harapientos reclusos armados que marchaba en formación en dirección al este, sonreía y lanzaba gestos de coraje: "eran los deportados de Buchenwald que marchaban al combate", escribieron. Entre ellos estaba él, agarrando un Panzerfaust, "el recluso 44904 que llevaba cosido en el pecho el triángulo rojo con la letra "S", de Spanier.
Buchenwald no fue un campo de exterminio, era un campo de trabajos forzados sin cámaras de gas. "La muerte aquí era consecuencia de las condiciones de trabajo de dureza extrema y de la sistemática subalimentación". Entre sus reclusos estaban el checo Artur London, el eminente sinólogo francés Henri Maspero, los políticos franceses Leon Blum y Eduard Daladier, el dirigente comunista alemán Ernst Thälmann, el psicólogo Bruno Bettelheim y los rabinos Jacob Avigdor e Israel Meir Lau, sin olvidar al antinazi y católico alemán Eugen Kogon, autor del libro "Der SS-Staat" (1946), una de los mejores retratos del nazismo que se han escrito. Todos ellos dan fe de la calidad de la resistencia al nazismo.
El dramático escenario alemán, junto a Weimar, la ciudad de Goethe, por el que entre 1937 y 1945 pasaron 240.000 reclusos, de los que unos 50.000 murieron (incluidos 8400 presos de guerra soviéticos ejecutados de un tiro en la nuca), recibió con un día feo, de cielo gris y frío cortante, a Semprún, hombre legendario no sólo por su compromiso antifascista sino también por su lúcida trayectoria de dudas y disidencias. El acto tuvo lugar en lugar en la llamada "Appellplatz", el patio de revista del campo, con las coronas de flores en recuerdo de sus víctimas delante y las 34 banderas de las nacionalidades que pasaron por aquí, detrás.
"Aquí donde la cortante, hosca y agresiva voz del jefe de revista resonaba cada día de cada semana, impartiendo órdenes y atropellos", el escritor glosó la revuelta armada de los presos a las doce menos cinco de la liberación, la organización clandestina antifascista y la protección de los 900 niños judíos que llegaron deportados de Auschwitz, entre ellos los futuros premios Nobel de Literatura y Paz, Imre Kertesz y Elie Wiesel. Fue una ironía de la historia, dijo Semprún, que Fleck y Tenenbaum, aquellos dos primeros libertadores fueran, precisamente judíos y precisamente de origen alemán. "Si fuera joven", dijo Semprún, "escribiría una novela entre la realidad y la ficción a partir estos dos personajes, pero ya no me queda tiempo para tales aventuras", explicó.
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