La nueva novela de John Grisham resulta tan adictiva como sorprendente en su planteo: una primera parte sumamente fiel a su estilo de thriller jurídico, y una segunda desbordada de acción y aventuras, eso sí, con película asegurada
“Soy
abogado, y estoy en la cárcel. Es largo de contar.” Así es como comienza
la nueva novela de John Grisham, que no es ciertamente la primera en
ser protagonizada por un abogado en problemas, pero sí en tener un
protagonista negro. Como parte del único estudio de abogados negros en
ciento cincuenta kilómetros a la redonda de Winchester, Virginia,
Malcolm Bannister está en prisión por un crimen que no cometió. O, al
menos, que no supo que había cometido. Involucrado tangencialmente en
una estafa vinculada con un escándalo realizado por ciertos
inescrupulosos lobbystas de Washington, Bannister cayó en la redada
indiscriminadamente, y terminó con la misma condena que el principal
responsable: diez años.
Se encuentra en la mitad de su condena cuando comienza a repasar su
historia en El estafador (The Racketeer en el original) y no son
realmente tan largos de contar los sucesos que lo llevaron hasta ahí.
Apenas el comienzo del libro. Porque la historia de El estafador no es
la de una condena injusta. Sino la de un plan cuidadosamente elaborado
que le permitirá a Bannister no sólo evitar cumplir lo que le queda de
condena –que ocupa la primera mitad del libro– sino también lograr
resarcirse con creces por una vida perdida –su mujer lo ha abandonado,
no ve a su hijo desde que está en prisión y sólo su padre lo visita,
pero en un reproche permanente, ya que cree que es culpable– a manos de
la indiferencia que los poderes a cargo del Estado han manifestado por
algo llamado justicia.
Desde que a comienzos de los noventa su novela Fachada se instaló en
lo alto de las listas de los más vendidos, al punto de dar el salto a
Hollywood y ser protagonizada por Tom Cruise, cada libro de John Grisham
es un best seller, y Hollywood parece tenerlo en la mira. El estafador
no ha sido la excepción: llegó a ser de los libros más vendidos del 2012
–año en que se publicó originalmente en Estados Unidos– y desde el
primer día se habló de su adaptación al cine, con Denzel Washington como
protagonista.
Si bien el buen Denzel –el actor por el que se desvela Grisham– no
parece muy decidido a confirmar que será de la partida, la novela
ciertamente clama por una adaptación al cine. Pero es algo que recién
sucede en su segunda parte, la menos Grisham de toda la novela. Y la
menos interesante. Porque es entonces cuando El estafador se transforma
en una curiosa novela de acción y aventuras, y Bannister deja de ser un
abogado atrapado y casi se convierte en un experimentado doble agente,
capaz de escapar del radar del FBI y convertirse –en el giro más absurdo
de la trama– en un productor de cine independiente con el afán de
ganarse la confianza del protagonista de su documental ficticio.
El estafador. John Grisham. Plaza y Janés
Pero si El estafador se permite llegar hasta esos extremos, es
porque Grisham ha hecho muy bien sus deberes en la primera parte,
construyendo de manera convincente tanto a su protagonista, como las
circunstancias no sólo de su condena sino de la trama que conduce a su
excarcelación y el comienzo de –una rareza dentro de la obra de Grisham–
su aventura. Será el asesinato de un juez federal lo que le
proporcionará a Bannister su boleto de salida de la prisión, y lo que
disparará la cadena de sucesos que decantarán en su venganza. Pero poco
más se puede adelantar de la trama de un libro cuya efectividad –y
sorprendente poder adictivo– reside en el hecho de que el lector siempre
está dos pasos por detrás del protagonista, sin poder adivinar lo que
sucederá a continuación. Ahí es donde sin dudas está la película. La
novela, sin embargo, a esa altura ya se ha tomado vacaciones.
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