Las páginas referidas a España son, sin embargo, decepcionantes. Quien las lea no obtendrá mucha idea de lo que el MI6 hizo en nuestro país y pensará que fue mas bien poco
El cartel de la imagen pertenece a la colección de la Biblioteca Digital Hispánica. Es de 1939 y de autoría desconocida./elpais.com |
En 2010 se publicó la esperadísima historia oficial del Secret Intelligence Service (SIS) o, en su denominación hoy más habitual, MI6. Comprende desde el año de su establecimiento, 1909, hasta 1949. El autor, Keith Jeffery, catedrático de Historia de la Queen´s University de Belfast,
afirma que tuvo acceso a toda la documentación que le pareció
necesaria. El director general del MI6, John Sawers, también lo constató
en su prólogo. El libro ha tenido un éxito inmenso. En el Reino Unido
las obras sobre espionaje gozan de gran popularidad. Los británicos
siempre fueron maestros en el gran juego de la inteligencia /
contrainteligencia.
Las páginas referidas a España son, sin embargo, decepcionantes.
Quien las lea no obtendrá mucha idea de lo que el MI6 hizo en nuestro
país y pensará que fue mas bien poco. Esta carencia quizá sea explicable
por varios motivos. En España no solo actuó MI6. También lo hicieron
otros servicios británicos y Jeffery, naturalmente, no tenía porqué
referirse a ellos; la documentación relevante puede seguir estando
clasificada o haber desaparecido; el autor pudo no querer entrar en un
escenario marginal para su gran historia: la actuación contra los
enemigos del Reino Unido, ya fuesen en la Primera Guerra Mundial, en la
Segunda o en los inicios de la Guerra Fría. Debió, eso sí, ver algunos
papeles sobre España ya que alude a operaciones, que no identifica, que
lanzó desde Gibraltar durante la Guerra Civil el entonces jefe de
estación en el Peñón, Leonard Hamilton-Stokes. Por cierto que este
aparecería en Madrid, con igual condición, en los primeros meses de
1940.
Mis investigaciones durante los últimos diez años me han conducido a
otras conclusiones. Por ejemplo: los servicios secretos británicos
(aunque no necesariamente el MI6) estuvieron presentes en los inicios de
la Guerra Civil; desempeñaron un papel en el golpe de Casado y
continuaron funcionando, a ritmo más trepidante, durante la
neutralidad/no beligerancia/neutralidad españolas en la Segunda Guerra
Mundial.
El
primer tema lo desarrollé hace algunos años al ligar la conspiración de
Franco para eliminar al general Amado Balmes, comandante militar de
Gran Canaria, con el famoso vuelo del Dragon Rapide, avión
que debía transportarle a Marruecos. Uno de los pasajeros llegados de
Londres a Las Palmas, el excapitán Hugh Pollard, había sido, cuando
menos, agente del Servicio de Inteligencia Militar y es altamente
verosímil que participase en la misión, siquiera para otear lo que
pasaba, por encargo de la misma o del propio MI6. La cosa no está clara.
En cualquier caso, no era agente de éste. Ingresó en él a comienzos de
la Segunda Guerra Mundial.
Sobre el tercer tema estoy trabajando en la actualidad y espero poder
presentar en un próximo libro un largo y denso acopio de datos e
informaciones hasta ahora ignorados en la literatura.
Queda el segundo tema: el golpe de Casado, del que ahora se han cumplido 75 años.
Aquí el protagonista fue un diplomático británico, convenientemente
camuflado. Su nombre es conocido de los especialistas pero no se ha
escrito mucho sobre él. Se llamaba Howard Denys Russell Cowan,
abreviadamente Denys Cowan. Nacido el 23 de octubre de 1883, ingresó en
el Foreign Office en septiembre de 1910. Fue destinado a Cuba en donde
pasó la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial. Dimitió en octubre de
1920. Se ignoran las razones. Desaparece en la historia hasta agosto de
1938, cuando resurge como agregado honorario a la embajada británica en
Barcelona. Esto fue, lo sabemos, una cobertura, quizá justificada por
los peligros de su trabajo real. Era secretario y enlace de una
comisión, presidida por el mariscal Sir Philipp Chetwode, que se ocupaba
de facilitar el intercambio de prisioneros, franquistas contra
republicanos y viceversa. Esto le daba la oportunidad de pasar de una
zona a otra. Una facilidad de la que disfrutaban entonces contadísimas
personas. Las oportunidades de otear y obtener información no pudieron
faltarle.
Tras la caída de Barcelona en febrero de 1939
a Cowan se le envió al consultado británico en Madrid, ciudad entonces
bastante aislada. Este destino, sin embargo, desaparece en el anuario
diplomático. Cierto es que no pudo ser de larga duración, pero es
significativo por varias circunstancias muy especiales.
La más importante era que el coronel Segismundo Casado soñaba con un
golpe que liquidase la Guerra Civil desde, probablemente, octubre de
1938. Esta información, que no estaba al alcance de todos y que
obviamente ignoraba el Gobierno republicano, se transmitió a Londres.
Esto puede explicar, para los no obtusos del todo, el traslado de Cowan
en Madrid. Casado, en la segunda versión de sus siempre falaces
memorias, reconoció que tuvo contactos con agentes británicos, pero
cuidadosamente se abstuvo de dar nombres.
Es
más, después de hundir todas y cada una de las posibilidades de
resistencia y de prestarse a una gran operación político-estratégica de
Franco para obtener la implosión republicana, Casado [en la imagen]
se escapó a Londres. Aquí, refugiado y sin un chelín, no pasó ni hambre
ni demasiadas privaciones. Un aspecto que no ha merecido la atención de
los historiadores. ¿Por qué?
Veamos lo que hubo detrás. Un generoso donante le suministró fondos.
No de forma directa sino a través del Comité de Ayuda a los Refugiados
de España. Quien había detrás debió de ser muy precavido. En la
documentación relevante aparece simplemente como “Miss Oliver”, mera
pantalla. Los importes fueron superiores a los que distribuía el
comité. El Foreign Office, de quien dependía el MI6, tomó cierto
interés en que Casado se sintiera cómodo.
Obviamente no se trató de una ayuda desinteresada. Una mano anónima
dio instrucciones al excoronel sobre cómo orientar el libro que
rápidamente se puso a escribir, The Last Days of Madrid.
Casado no sabía inglés, así que las instrucciones se le dieron en
castellano. El libro se tradujo a velocidad de vértigo. Casado se lo
dedicó a su “benefactora”, M.O. Se convirtió en un clásico que influyó
durante 25 años en las muchas estupideces que se escribieron sobre el
final de la guerra. Como reconoció privadamente mucho más tarde el
propio Casado era, sin embargo, “pura bazofia”. ¿Quién estuvo detrás de
la idea, de las instrucciones, de la traducción y de la publicación?
Misterio.
Este misterio se ahonda un poco más porque tampoco se conoce nada
todavía de las actividades de Cowan tras su regreso al Reino Unido. Hay
que suponer que se le haría algún “debriefing”. Si es así, no se ha
localizado. Tampoco reingresó en el Foreign Office. Los anuarios
diplomáticos de 1939, 1940 y 1941 son mudos a su respecto. Sabemos, no
obstante, tres cosas:
- Al estallar el conflicto europeo se proporcionó a Casado un trabajito en la sección española de la BBC. La gran emisora fue un refugio utilizado por los servicios secretos para camuflar a futuros colaboradores y agentes de numerosas nacionalidades.
- En algún momento Casado figuró en los planes que se cocían en Londres para hacer frente a la posibilidad de que Franco se decantara por el Eje.
- En lo que se refiere a Cowan ingresó en el recién creado Ministerio de Información, al cual pasó gente de las procedencias más diversas.
En este Ministerio se le nombró rápidamente jefe de la Sección de
España. Esto significa que “alguien” valoró sus conocimientos. Lo que
hizo no está todavía aclarado. En enero de 1940 sabemos que trató de
conseguir un pasaporte español para la esposa de Casado (Carmen
Santodomingo de Vega) a través de la sección de prensa de la embajada
británica en Madrid. Al parecer dicha señora podía contar con el apoyo
de dos generales, Juan Yagüe y Fernando Barrón, y del coronel José
Ungría, exjefe del SIPM, el servicio de inteligencia militar de Franco.
No podía contar con el apoyo de círculos falangistas y, en particular,
con el del conde de Mayalde, a la sazón director general de Seguridad y
como tal el inmediato sucesor de Ungría.
Dada la labilidad de las relaciones hispano-británicas en aquel
momento el embajador sir Maurice Peterson prohibió toda ayuda a la
esposa. No sabemos si llegó a obtener el pasaporte español o no. Nada
hace pensar que pudiera reunirse con su marido en Londres. En cualquier
caso, este no tardó en tener un affaire con una inglesa de la que nació una niña.
Sigamos con Cowan. En febrero de 1940 el Ministerio de Información
decidió enviarle a España en misión. La embajada española en Londres le
negó el visado, algo realmente sorprendente. Ello dio origen a una larga
correspondencia entre el Ministerio, el Foreign Office y la embajada en
Madrid. Por ella se deduce que en los altos niveles de la dictadura se
consideraba a Cowan excesivamente pro-republicano. Este protestó
indignado. Era un católico a machamartillo y si había ayudado a los
republicanos, había ayudado más a los franquistas. Literalmente. De la
correspondencia ha desaparecido el informe sobre sus actuaciones en
Madrid.
Este intercambio fue a parar a conocimiento de “C”. Esta era la
denominación interna y en clave del jefe del MI6, a la sazón sir Stewart
Menzies. Por ello podemos pensar que no es absurdo establecer un enlace
entre el Cowan de febrero/marzo de 1939 y el de un año más tarde. Cowan
no viajó a España en esta última fecha. Podría haber seguido en el
Ministerio de Información pero rápidamente se le destinó a otro puesto.
La documentación disponible no permite adivinar adónde. Es posible que
se considerase que era demasiado importante para exponerlo.
La no mención de Cowan en los anuarios diplomáticos a partir de 1940
puede explicarse por motivos que no tienen nada que ver con la necesidad
de mantener el secreto más cerrado sobre sus actividades. Según la
persona que debía acompañarle en su abortada misión, Tom Burns, agregado
de prensa en el embajada británica, el escurridizo personaje que
comenzó su carrera en Cuba pereció en uno de los bombardeos alemanes
sobre Inglaterra.
Ahora bien, si se tiene en cuenta que igualmente han desaparecido
muchos papeles relacionados con el viaje del entonces excapitán Pollard a
Canarias, la volatilización de toda traza documental de las misiones de
Cowan en España nos lleva a seis conclusiones provisionales:
- Los servicios secretos británicos estuvieron presentes en el comienzo y en el final de la Guerra Civil.
- Lo que hicieron es desconocido pero debió de ser lo suficientemente importante para que una mano misteriosa haya hecho desaparecer papeles que normalmente deberían estar disponibles en los archivos que no son del MI6 y de la Inteligencia Militar.
- Los archivos del MI6 no permiten profundizar en ninguna operación. Siguen cerrados a cal y canto. Unicamente el profesor Jeffery, como historiador oficial, tuvo acceso a la documentación.
- La imposibilidad de consultarlos no es fácilmente comprensible. Si se trata de no identificar personas, los nombres (eventualmente agentes españoles) pueden borrarse. Lo hacen habitualmente los británicos, los norteamericanos y, por lo que sé, los franceses. Si se trata de no identificar el modus operandi correspondiente, ¿por qué se ha levantado el velo sobre operaciones en otros países que ha descrito el profesor Jeffery?
- Existe documentación británica accesible, con nombres, en relación con otros servicios que no son el MI6 o la Inteligencia Militar.
- No deja de ser paradójico que en los momentos actuales se sepa más acerca de las actividades en España durante la Guerra Civil del servicio de espionaje de la NKVD que por el lado británico.
No corresponde a un historiador extranjero especular acerca de las
razones por las cuales la política desclasificadora del Gobierno
británico no se aplica a documentos que difícilmente podrán contener
vitales secretos de Estado. Aunque esto sea algo que no cabe por
principio descartar, siempre es posible retener información
supersensible. Cualquier historiador que trabaje en archivos se
encuentra regularmente con ejemplos de ello. Y no pasa nada. Tampoco se
hunde nada.
Ángel Viñas es catedrático emérito de la UCM. Su último libro es Las armas y el oro. Palancas de la guerra, mitos del franquismo (Pasado&Presente).
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