El escritor, responsable del sector de intelectuales del PCE en la clandestinidad, dirigió desde Madrid la redacción de Radio España Independiente
Armando López Salinas, a la izquierda, entrega la documentación del PCE en la sede de Gobernación en febrero de 1977./ Joaquín Amestoy./elpais.com |
Armando López Salinas, histórico dirigente comunista, ha fallecido
este mediodía en Madrid a punto de cumplir 90 años. López Salinas nació
en Madrid en 1925, en el seno de una familia de origen galaico. Su padre
fue un anarquista amigo de Buenaventura Durruti que, en más de una
ocasión, tuvo al pequeño varón Armando en su regazo. Armando despertó a
la mocedad en Madrid, ya en la posguerra de los perdedores. “Crucé
aquellos años”, explicaba “vinculado a las partidas de muchachos y
muchachas que, provistos de botes de pintura y gruesas brochas,
desafiábamos a los falangistas armados y a la entonces rabiosa policía
franquista embadurnando muros de Madrid con lemas como "¡Abajo el
fascismo!¡Viva la libertad! ¡Pan y derechos!“.
La entrada en la literatura española de López Salinas surgió desde el
potente crédito narrativo del realismo social, al cabo de la década de
1950 y preludiaba, por la calidad de su escritura, una prometedora
carrera literaria según los críticos que ponderaron -y ponderan aún hoy-
el valor de su exigua obra: La Mina, que data de 1959; Caminando por Las Hurdes, escrita un año después con Antonio Ferres; la novela Año tras año, que obtuvo el Premio Machado en 1962; Por el río abajo, en colaboración con Alfonso Grosso, editada en 1966; Viaje al país gallego, junto con Javier Alfaya; y Crónica de un viaje y otros relatos, de 2007
Sin embargo, López Salinas antepondría a sus intereses personales
como escritor “la necesidad previa de emancipar a la clase trabajadora
de la explotación y de la dictadura”, según sus palabras. Abandonó el
anarquismo de raigambre familiar e ingresó en el Partido Comunista de
España. Pronto optaría por convertirse en un revolucionario profesional,
a la manera de los históricos dirigentes bolcheviques.
Con un puñado de colaboradores, vertebró durante años desde Madrid la
redacción de la clandestina Radio España Independiente, conocida
también como La Pirenaica, cuyos ecos llegaban a muchos hogares
españoles. Y ello pese a haber dispuesto el dictador la instalación de
potentes antenas para interferirla en áticos de edificios como el
llamado Titanic, en la madrileña avenida de la Reina Victoria,
entre otros prominentes enclaves madrileños, según el mismo López
Salinas revelara. Con la ayuda de Andrés Sorel, Alfonso Grosso,
Albalate, Antonio Ferres, Juan García Hortelano y pocos más, López
Salinas hacía llegar a diario a la emisora instalada en Bucarest y
dirigida por Ramón Mendezona, las noticias que el aparato comunista
clandestino cosechaba en fábricas, cuarteles, oficinas públicas,
empresas, ayuntamientos, iglesias, obras o tajos mediante una red de
informadores comunistas de ambos sexos, cuyo proceder contribuyó al
desenmascaramiento de la política antiobrera franquista, al fomento del
criticismo y a la toma conciencia popular que el PCE opuso al régimen.
Decenas de veces sería detenido, otras juzgado, otras más, encarcelado
y, desde siempre, estrechamente vigilado en su austero domicilio cerca
de Quintana. López Salinas, como Jorge Semprún, y los abogados
laboralistas María Luisa Suárez y Manuel López, fue elegido miembro del
Comité Central en el VII Congreso del PCE y posteriormente, del Comité
Ejecutivo y del Secretariado.
Desde 1959, fue responsable del aparato comunista destinado a
los intelectuales. Por el territorio ideo-político que le fue
encomendado dirigir cruzaron gentes de la pluma y el pensamiento,
también militantes comunistas casi todos, como Juan García Hortelano; el
poeta Jesús López Pacheco; Manuel Vázquez Montalbán; Francisco
Fernández Santos; Luis Martín Santos; Pepe Ortega; Antonio Ferres;
Alfonso Grosso; Julio Diamante; Javier Pradera; José Luis Herreros;
Fernando López Agudín; Manuel Pizán; Ángel Cruz; José Antonio Gabriel y
Galán; Javier Alfaya; Rodrigo Vázquez Prada; Fernando Castelló y tantos
otros y otras, elenco imprescindible para derrotar al franquismo en la
batalla de las ideas, mediante la conquista del sentido común de la
calle para el antifranquismo y en el laborioso -pero inexorable-
tránsito de la culpa desde el área de los vencidos hasta el bando de los
vencedores de la Guerra Civil.
Subdirector de Mundo Obrero, durante la Transición a la
democracia, aún en clandestinidad, López Salinas fue también el
principal interlocutor del PCE en Madrid y quien llevó, además, las
delicadas conversaciones con el Ejército en Madrid en torno a la
legalización del PCE, a la que la cúpula militar se oponía frontalmente.
Contaba una anécdota según la cual, cuando fue legalizado el PCE el
Sábado Santo de 1977, conversó con un coronel del Servicio de
Información Militar para exigirle seguridad a los militantes de la
izquierda en España frente a una eventual matanza procedente de los
sectores ultras del Ejército. “No se preocupe”, indicaba López Salinas
que le respondió el uniformado, “solo tienen munición para tres días”.
“Y en esos tres días, ¿qué puede sucedernos?” replicó el dirigente
comunista. “Entonces”, narraba López Salinas, “con una sonrisa
sarcástica, el coronel guardó silencio”. De igual modo, junto con otros
líderes de su partido, se hizo cargo de la organización comunista
durante el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.
Abanderado de la denominada “Alianza de las fuerzas del Trabajo y de la
Cultura”, López Salinas incluiría esta meta entre los componentes del
Movimiento de los Indignados del 15-M, donde él pergeñaba ubicar la
política transformadora y revolucionaria, en clave comunista, en la que
siempre creyó.
Fumador empedernido, conversador apasionado, conocedor de los
distintos escenarios sociales y políticos y de sus interacciones, hombre
culto y tan afectuoso como rígido en su compromiso militante, una
reciente tumoración en el cerebro le ha hecho permanecer los últimos
meses de su vida sentado en una butaca. Sin embargo, aún intentaba, con
dificultad, alertar a quienes lo visitaban sobre de la necesidad de
conjurar el peligro de una Tercera Guerra Mundial a propósito de la
situación en Ucrania y Crimea, a su juicio “alentada por la política
irresponsable de Washington”. En un poema de Gabriel Celaya dedicado a
López Salinas, cabe leer: "por eso digo Armando, como quien dice amigo".
López Salinas estuvo casado con Teresa Balduque, fallecida hace unos
años, y tenía dos hijos, María Victoria y Carlos. Los restos de López
Salinas permanecen en el tanatorio de la M-30 y mañana serán incinerados
en el cementerio de la Almudena (Madrid), a las tres de la tarde.
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