Una de las más antiguas bibliotecas de Latinoamérica agoniza y la comunidad de franciscanos la sostiene con donaciones ante la indiferencia del gobierno peruano. Hongos, ácaros y polillas destruyen sus libros. Una historia plagada de bichos literarios
El número exacto de los volúmenes es de 25.107, incluyendo los libros incunables y las revistas. /Jeremy McDermott./elespectador.com |
No hay excursión turística que llegue a Lima y no pase por el
conjunto monumental San Francisco. Su iglesia, el museo de las
catacumbas y la biblioteca son el destino de quienes buscan conocer la
riqueza histórica de Perú.
En la esquina de las calles Jirones,
Ancash y Lampa, dos agentes de policía recostados en una tanqueta
vigilan el ingreso a la Plazuela San Francisco. Hojean un tabloide
mientras desfilan decenas de turistas y niños uniformados, procedentes
de las escuelas de la capital peruana. Cansados de hacer fila, los
estudiantes descubren una travesura: cuando gritan al unísono “¡Ooooh!”,
centenares de palomas que anidan en el templo de San Francisco
emprenden vuelos circulares sobre el atrio.
Un zaguán con azulejos
sevillanos adornan la galería donde los visitantes aguardan su turno de
ingreso, rodeados por óleos de gran formato de los siglos XVII y XVIII.
La
biblioteca del complejo San Francisco es un amplio salón rectangular,
ubicado en un segundo piso: así solían ser construidos los salones de
lectura, para aprovechar la luz cenital (son cinco ventanas y cuatro
claraboyas enrejadas). La entrada a la biblioteca es restringida. Desde
los listones que evitan el paso se aprecian cinco mesas, un escritorio
de pie, varios atriles y miles de libros.
Con un permiso especial
logro traspasar el listón restrictivo. El penetrante olor del polvo
represado se convierte en un suplicio para mi alergia. Aunque traigo
guantes en el bolsillo, apenas puedo tocar los libros: el vigilante me
observa permanentemente.
En la parte posterior hay una puerta con
vitrales: es una oficina oscura. El encargado se niega a abrirla, dice
que es un depósito.
Un ratón de biblioteca poco encontraría para
roer… tendría que disputarse el sustento con todo tipo de bichos
literarios. Al observar el estado del contenido de la biblioteca surgen
diversos interrogantes… y pocas respuestas.
En Latinoamérica
sobreviven algunas bibliotecas de los días de la Conquista y la Colonia.
Además de San Francisco de Lima, podríamos citar la Palafoxina, en
Puebla (México), inaugurada en 1646. Asimismo está la colección de
20.000 volúmenes que alguna vez perteneció a la Universidad de San
Gregorio, abierta en 1792 y que en la actualidad forma parte de la
Biblioteca Pública de Quito.
La biblioteca de San Francisco
alberga libros que fueron traídos de Europa por comisiones franciscanas
desde antes de la fundación del convento, en 1546.
Desde hace seis
años, Fray Ernesto Chambi (F. E. Ch), dirige el conjunto monumental,
por lo tanto, es el responsable de la antigua biblioteca y el Archivo.
Luis
Jaime Castillo Butters, viceministro de Patrimonio Cultural e
Industrias Culturales del Perú, explica que la biblioteca es gestionada
por una entidad privada: la orden franciscana. En ese sentido, el
Ministerio, a través de la Biblioteca Nacional de Perú, sólo gestiona
las bibliotecas públicas.
Asimismo, comenta que dicha cartera no
le ha otorgado título alguno a este bien patrimonial de la cultura
latinoamericana; pero “no se descarta que en el futuro pueda otorgarse”.
Según
el viceministro: “La biblioteca tiene titularidad privada y,
lamentablemente, en Perú no es posible por el tema legislativo otorgar
recursos públicos a los privados para que gestionen este patrimonio”.
En
1988, el Convento de San Francisco fue declarado por la Unesco como
Patrimonio de la Humanidad. Algunas noches el patio central del
bellísimo convento se convierte en teatro: recientemente una compañía
artística presentó la ópera Romeo y Julieta.
A pesar de los precarios cuidados, la Biblioteca de San Francisco sobrevive. No todos sus tesoros están perdidos… todavía.
Nadie puede ingresar a la biblioteca ni leer sus libros. ¿Cuál es su propósito?
(F.
E. Ch).: La queremos presentar como un elemento vivo de servicio a la
sociedad, el arte, la cultura y la historia, pero también con una visión
evangélica como lo proponen las consignas del Vaticano. Los museos
conventuales tienen la misión de no sólo ser objetos que se observan,
sino que sean un acicate para producir mayor efecto en las almas: que se
sepa que, en los albores de 1532, los misioneros vinieron a Perú.
Fueron los franciscanos y los dominicos quienes llegaron con Pizarro.
¿Con qué tipo de fondos mantienen la biblioteca?
Siempre
ha sido mantenida por los franciscanos, con ayudas esporádicas de
benefactores. Para el mantenimiento del Archivo se han pedido ayudas a
grandes fundaciones, por ejemplo a la Universidad de Harvard.
Presentamos los proyectos para mantener al día el orden bibliográfico,
sobre todo los códices y los documentos más valiosos. La biblioteca y el
Archivo histórico son uno de los pilares importantes no sólo de la
cultura del Perú, sino de Latinoamérica.
¿Está catalogada?
En
gran parte. El número exacto de los volúmenes es de 25.107, incluyendo
los libros incunables y las revistas. Pero cada año las bibliotecas se
van incrementando con libros, intercambios con otras bibliotecas y
universidades. Muchos creen que los conventos de los agustinos,
mercedarios, dominicos, carmelitas o jesuitas sólo tienen material de
formación religiosa: aparte de los tratados de teología y filosofía, de
la apologética, de estas ciencias que involucran el espíritu religioso y
eclesiástico, hay libros de historia valiosísimos. Libros traídos de
Europa, escritos en latín y griego. Hay pergaminos.
Y los libros corales…
Hay
libros de gran tamaño, de uso exclusivo para las obras litúrgicas que
se cantaban en el coro de la iglesia. Son los libros corales: cada una
de sus hojas significa el sacrificio de un cordero. Están en canto
gregoriano, están forrados con madera y con pergamino, la primera nota
es dibujada muy artísticamente.
¿Han desechado libros?
Sí,
en honor a la verdad, porque son pasto para los ácaros. Los xilófagos,
incluso. Es penoso decirlo. Esos libros quedan en la lista del recuerdo
porque son irrescatables. Son como leña.
¿Los botan, los queman?
Normalmente se queman porque los xilófagos y los ácaros siempre dejan huevitos.
¿Cuáles son los “pacientes” más graves de esta biblioteca?
Muchos
libros de formato pequeño, que parecería que no tienen valor, pero son
muy valiosos. Contamos con libros únicos: hay una primera edición,
valiosísima, del Diccionario de la Real Academia Española; tenemos los
incunables (para la situación de Perú, finales del siglo XVI y
principios del siglo XVII), los libros corales; un atlas francés de gran
formato. Y libros en latín, relacionados con la formación eclesiástica.
Hay otros que, aparentemente, el común del pueblo no les daría
importancia: los sermones, el vocabulario que utilizaban antes no sólo
era fluido, sino con un manejo único de las figuras retóricas. Hay
documentos reales, de los virreyes de Perú, pontificios, bulas papales.
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