Compromiso de resistencia contra todo lo que atente contra la justicia, la libertad y la dignidad
Camus fue también hombre de teatro, con obras y montajes, aquí con Jeanine y Patrick Pierre Blancar./eltiempo.com |
El mundo conmemora el centenario del escritor y humanista francés
Albert Camus, uno de los intelectuales más sobresalientes de mediados
del siglo XX, fallecido en 1960, cuyo legado sigue presente en las
generaciones contemporáneas. Paneles, conferencias, recreaciones
teatrales, literarias y musicales rendirán homenaje en Colombia y el
exterior al autor de La peste y El extranjero, Nobel de Literatura en
1957, quien es recordado por sus diferentes facetas como filósofo,
escritor, dramaturgo y periodista.
Nacido en Argelia, colonia francesa del África septentrional donde
transcurrió su infancia y primera juventud, Camus fue desde temprano
sobresaliente y talentoso. Padeció tuberculosis a los 17 años y con su
frágil salud empezó a escribir artículos para la revista Sur y su
primer libro El revés y el derecho, publicado en 1935 cuando estudiaba
Letras y Filosofía. Entre los 20 y 25 años se vinculó como periodista
del Alger Républicain, fundó el Teatro del Trabajo, viajó por Europa,
contrajo un matrimonio que duró 2 años y militó en la izquierda, aunque
pronto abandonó el partido comunista por divergencias fundamentales.
En 1940 se casó por segunda vez con Francine Faure, con quien tuvo sus
hijos Jean y Catherine, y ese mismo año viajó a París donde se
consagraría como escritor. La Ciudad Luz sería la apertura hacia sus
cuestionamientos más profundos y el lugar donde se convertiría en
filósofo de primera línea y figura mítica del sector de
Saint-Germain-des-Prés, en cuyos cafés compartiría largas jornadas de
tertulia con los escritores más afamados de París. En 1942 publica El
extranjero, novela corta ambientada en Argelia, y El mito de Sísifo,
recibidos por la crítica con una lluvia de elogios que le abrieron campo
entre los nombres más connotados de Francia. El grupo de Sartre y los
existencialistas, tan en auge por esos días, lo reciben como cercano
contertulio.
Aunque tuvo influencia del existencialismo en obras como El
malentendido y Calígula, Camus jamás aceptó que lo vincularan con dicha
corriente filosófica, pues lo suyo iba más de la mano del anarquismo y
de otra perspectiva que le mereció el Nobel a los 44 años. Su obsesión
filosófica era la imposibilidad del ser humano para entender el sentido
del mundo y de la vida; así pasó su vida intentando darle sentido al
‘absurdo’ de la condición humana. Lo ‘absurdo’ es el punto de partida y
la conclusión de su pensamiento, el hilo conductor de sus obras más
encumbradas: Bodas, La muerte feliz, El extranjero, La peste, La caída,
El hombre rebelde, El exilio y el reino, El verano, Reflexiones sobre
la guillotina, Crónicas argelinas Actuales III y Cuadernos, hacen parte
de una obra que cultiva toda clase de géneros, desde ensayo y novela
hasta cartas, artículos, adaptaciones y teatro, e incluso traducciones,
pues gracias a su dominio del español tradujo al francés La devoción
de la cruz, de Calderón, y El caballero de Olmedo, de Lope de Vega.
En París Camus trabajaba como periodista durante el día y escribía su
obra de noche en hoteles, casas de amigos y toda suerte de viviendas de
paso. Así escribió El extranjero en un pequeño hotel de Montmartre a
los 27 años, sintiéndose él también algo extranjero lejos de los
territorios franceses de ultramar donde nació. Publicada su gran obra
en 1942, recayó de nuevo por la tuberculosis. El escritor se instala en
la región de Auvergne y escribe La peste (que obtendría el premio de
la crítica en 1948). Su vida transcurre entre Francia y Argelia, hasta
que el desembarco de las tropas aliadas al norte de África y la
ocupación de Francia por los alemanes lo dejan incomunicado de su tierra
natal y sin mayores recursos para vivir. Su amigo Pascal Pia le
consigue trabajo como lector en Gallimard y poco tiempo después lo
enganchan como editor.
El teatro es su válvula de escape, su mejor ocupación, el ‘lugar de
la verdad’ como solía llamarlo. Ahí no solo escribe sino que actúa,
adapta y dirige. Una pasión que lo acompañó hasta el final de sus días,
pues murió pocas semanas antes de abrir en París el Nouveau Théâtre,
proyecto en el que trabajaba. Perduran sus obras: Calígula, El
malentendido, Estado de sitio, Los justos y Los posesos.
Son los años de la II guerra y no solo milita en la Resistencia sino
que expresa su pensamiento en artículos que lo consagran como uno de
los intelectuales más respetados de Francia. Su salud le impide tomar
las armas, pero cofunda y dirige el periódico clandestino Combate y
recupera los archivos de la resistencia confiscados a Robert Antelme,
quien ha sido arrestado. La guerra le inspira su libro Cartas a un amigo
alemán. En esos años de máximo brillo, encarna el compromiso y la
resistencia contra todo aquello que atente contra la justicia, la
libertad y la dignidad. Es la voz de la denuncia, el escritor del
absurdo, del humanismo, la rebeldía y el escepticismo. Se opone al
nazismo, al estalinismo, a la guerra. Cuestiona a la Unesco por acoger a
Franco, a la URSS por reprimir a Hungría y es el único en pronunciarse
públicamente después de Hiroshima calificándola como “el último grado
de salvajismo”.
Una década después estalla la guerra de Argelia que lo devasta
moralmente. Camus se había mostrado siempre partidario “de una Argelia
justa y con un régimen plenamente democrático”, pero el denunciar en
los treinta la opresión colonial y considerar después indeseable el
divorcio entre Francia y Argelia, hizo que no se pronunciara
claramente a favor de la independencia africana, silencio que hizo
llover sobre él toda clase de reproches e insultos. Argelia mantendría
la herida abierta de ese ‘ma-lentendido’ durante mucho tiempo, pese a
que el escritor ayudó a salvar de la pena de muerte a varios militantes
africanos acusados de terroristas, lo que no dejó de implicarle un
alto costo en el contexto francés. En 1957 recibe el Nobel por una obra
“que ilumina en profundidad los problemas que la actualidad plantea a la
conciencia humana” y tres años después muere en un accidente
automovilístico cerca a París, a los 46 años, cuando se desplazaba en el
carro de Michel Gallimard, sobrino de su editor. En su bolsillo fue
hallado el manuscrito inédito e inconcluso del que sería su libro
inédito, El primer hombre, que su hija Catherine publica en 1994. Hoy
su primogénita acompaña la programación mundial que rinde homenaje al
Nobel con adaptaciones de sus obras al cine, la plástica e incluso la
música. “Mi padre tenía un pensamiento sobre la reconciliación y es en
eso en lo que hay que enfocarse”.
Camus influyó a buena parte de los escritores de su tiempo y a
varias generaciones posteriores, quienes desde diferentes países
seguían su obra o estudiaban su pensamiento. Colombia no fue excepción,
como ocurrió con Gabo, Mutis, la generación de la Revista Mito, el
Grupo de Barranquilla, y colectivos de diferentes visiones como los
nadaístas, entre otros. Algunos colombianos ilustres lo conocieron en
París, como Jorge Gaitán Durán o el presidente Eduardo Santos; fue el
orador en un homenaje al propietario de EL TIEMPO en 1955. Gabo lo
destacó en diversos textos como ejemplo de brillante novelista y
narrador del drama humano, y relatos suyos, como los que hacen parte de
Ojos de perro azul, tienen influencia directa entre otras fuentes de
la lectura profunda de su obra.
Francia elevó la conmemoración del centenario a ‘asunto de Estado’,
por lo que se desarrolla un sinnúmero de actividades, que serán
acompañadas en Colombia por la Embajada francesa y diversas entidades.
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