El escritor, que es considerado un intelectual cercano al gobierno chino, hizo polémicas declaraciones. Mo Yan fue elegido por la Academia Sueca en 2012
Cara de póker. Tal vez para burlar la censura, Mo Yan ofrece una máscara impenetrable./revista Ñ |
La censura no estaba tan mal, por lo menos no para el último
Premio Nobel, el chino Mo Yan, cuya elección sorprendió afuera y adentro
de China, ya que se lo considera un hombre del régimen.
“La
censura fue un mal necesario”, dijo en Estocolmo cuando le entregaron el
premio –”el primero recibido por un ciudadano chino”, dijo el gobierno
chino y mintió, porque el primero lo recibió Liu Xiaobo, preso por
opositor–.
Y no cambió de opinión Mo Yan en este último año de
fama y muchas coronas suecas en el banco. Ayer, en una entrevista con el
South China Morning Post, un diario de Hong Kong, Mo Yan dijo cosas
como estas: “La censura sirve de motivación a los escritores para
cuestionar esas zonas prohibidas”.
Difícil ha de ser pensar, para
Mo Yan, que zonas prohibidas y tabúes, que es otra forma de decirles,
de un modo u otro, hay en todas las sociedades. Hasta en la sueca que lo
premió.
El autor de Sorgo Rojo y Las Baladas del Ajo,
que empezó a escribir en la década de los ochenta –un período de
apertura política y cultural en China– declara que esa época “fue una
etapa dorada para la literatura que extraño mucho”.
Y desde ahí,
desde la época dorada, Mo Yan va derecho a los tabúes. Si bien se
considera a la década de los 80 una de apertura, lo que rescata y, a
juzgar por sus palabras, extraña Mo Yan, es la cantidad de tabúes.
Mientras por acá se vivía la primavera democrática, en España reinaba
“la movida” y el mundo hacía “plop”, como cantaba Charly García, en
China, cuenta el último Premio Nobel, “En aquel momento, había muchos
tabúes que los escritores querían desafiar. Su entusiasmo inspiraba la
creatividad y la imaginación.” “Pero no estoy diciendo que esos tabúes
dieron origen a buenas obras de literatura. De hecho, nunca fue mi
intención decir eso. Simplemente, estoy haciendo una descripción
verdadera de ese período”.Y agregó: “No creo que un escritor deba eludir
los problemas sociales. Por otro lado, tampoco creo que un escritor tenga la responsabilidad de escribir sobre temas sociales serios y complicados”.
Más
sensatas nos parecen, a los occidentales por lo menos, otras de sus
declaraciones al South China Morning Post: dijo que cada escritor
individual debería tener la libertad de decidir qué escribir y qué temas
puede manejar mejor.
A un mes del anuncio del Premio Nobel de
Literatura de este año, Mo Yan contó que la atención que ha recibido
desde que ganó “perturbó su apacible vida”, el precio, consideró, que
debió pagar por su fama.
“He recibido todo tipo de pedidos. Me
siento consternado. Realmente quiero satisfacer todos los pedidos, pero
no puedo”. Agregó: “En el mundo no hay nada gratis. Gané el Premio Nobel
y ahora soy famoso. Tengo que pagar el costo. Me parece justo”.
“Mo
Yan es el primer ciudadano chino que gana el premio de Literatura”
afirma sin que le tiemble la tipografía el diario de Hong Kong.
Curiosamente, enseguida agrega a lo afirmado, que “Gao Xingjian, que es
un disidente chino con ciudadanía francesa, ganó el premio Nobel en
2000, pero sus libros están prohibidos en China continental”, lo que no
deja de ser por lo menos parcialmente contradictorio. Otro chino
premiado, Liu Xiaobo, que ganó el Nobel de la Paz en 2010, está
cumpliendo una condena a 11 años de prisión en Liaoning por ser opositor
al Partido Comunista Chino, partido único de su país.
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