Nadie nace enseñado. Todos hemos aprendido a leer y escribir en la escuela, incluso nos han enseñado reglas básicas de redacción
Nadie nace enseñado./oficiodeescritor.com |
Como en la caligrafía y en la
gramática, en los comienzos de la narrativa es sencillo cometer fallos
muy elementales. Al igual que con el tiempo aprendiste a escribir sin
(apenas) faltas de ortografía, con el tiempo puedes mejorar el estilo de
tus textos. Observa estos tres errores al escribir en los que todo narrador ha caído en sus inicios y comienza a detectarlos.
Error 1: exceso de adverbios acabados en -mente
Que sencillo es abusar de los adverbios terminados en “-mente”. Es cómodo, práctico, eficiente… y feo. Delatan dos rasgos principales de un escritor que no le hacen quedar en buen lugar:
- Escritor novato, con poca práctica en el dominio del lenguaje y sus normas
- Escritor perezoso, que no revisa a fondo el texto
No estoy diciendo que estos adverbios sean feos e ineficientes. Lo que es malo es la repetición constante de los “obviamente, cabalmente, constantemente, realmente, simplemente…”
Observa la cantidad de ellos que utilizas. Si en un mismo párrafo o en
párrafos seguidos, has usado dos o tres, seguro que puedes sustituir algún “desgraciadamente” en un “por desgracia…”
Puedes escribir tantos “-mente” como quieras cuando estés creando. Ayuda a avanzar porque es el recurso fácil, no te obliga a detenerte para buscar una frase mejor y así puedes continuar tu vorágine creativa. Pero después, en la fase de revisión, fíjate cuántos de ellos puedes eliminar.
Seguramente te sorprenderás. Mejor dicho: con toda seguridad quedarás sorprendido
Ten en cuenta estas normas de estilo cuando decidas emplear un adverbio terminado en “-mente”:
- Conservan el acento de su raíz: débil = débilmente; jamás se acentúa la terminación
- Si quieres poner dos de ellos seguidos sólo es necesario mantener la forma “-mente” en el último: “Se tendió allí, dulce y serenamente”…
- …o bien separar dos de ellos por comas para dar un matiz más subjetivo: “Se tendió allí dulcemente, serenamente.”
- Debes evitar la forma enfática “yo personalmente”: es una redundancia.
- Los adverbios “mayormente” y “mismamente” son considerados vulgarismos. Las formas más acertadas son:
Mayormente = principalmente
(o también “sobre todo” si quieres evitar el adverbio)
Mismamente = precisamente
Truquillo: puedes usarlos para ponerlos en boca de personajes, en el diálogo, cuando quieras resaltar su escasa cultura
Recuerda: no es malo usar estos adverbios, lo realmente malo es abusar de su utilización.
Error 2: variar el tiempo de la narración
Comienzas a escribir, te entusiasmas, te metes en la historia, te apasionas,
las palabras acuden a ti como un torrente, no puedes parar de escribir,
las escenas se agolpan, los acontecimientos se suceden… en algún
momento has pasado de contar tu historia en tiempo pasado a tiempo presente. O al revés. O a ratos en uno o en otro tiempo, según tu inmersión en el relato.
Es muy corriente que suceda esto, no te preocupes. En fases avanzadas de escritura incluso se puede utilizar como recurso narrativo (escribiré un post sobre esto cuando hable del tiempo narrativo y los puntos de vista).
También es frecuente cambiar la persona gramatical del narrador: comienzas contando la historia en tercera persona (él hacía) y pasas a contarla en primera persona (yo hacía).
De nuevo te aconsejo que no detengas ese estado de creatividad torrencial para subsanar este error. Para eso está la revisión, pero debes tomar conciencia del problema cuando corrijas.
Con la práctica dejarás de saltar de un tiempo verbal a otro y a ser
más consciente de tu propia voz narrativa, así como de la voz del
narrador.
Recuerda: debes tener en cuenta el tiempo verbal con que empiezas a narrar y la persona gramatical del narrador.
Error 3: pasar olímpicamente de la ley causa-efecto
Este es un fallo a menudo difícil de detectar sin una lectura a fondo. Se produce cuando una situación se resuelve de manera “milagrosa” o un personaje cambia de actitud o pensamiento sin que un acontecimiento provoque dicho cambio. Es decir, saltarse a la torera la máxima siguiente: todo efecto está precedido por una causa
Ejemplo: “el hombre estaba sentado,
contemplando en un estado absorto cómo crecía la hierba de su jardín. De
repente, se levantó presa de un frenesí incontenible y se dirigió a la
cocina, donde devoró con ansia un bocadillo de chorizo”.
¿Cuál es el desencadenante de ese frenesí incontenible? ¿Cuál la sucesión lógica de pensamientos que le hace levantarse, que le hace ser consciente del hambre?
Cuidado con los “de repente, de pronto, en un momento dado…”
Puedes hacer actuar a tus personajes por impulsos, hacerles tener reacciones imprevistas… pero asegúrate de dejar claro que los personajes se comportan así por un motivo que les hace ser así.
Igual sucede con las situaciones. No puedes resolver un asesinato sin haber hallado todas las pistas. Pasito a pasito, siguiendo una sucesión coherente de acontecimientos. Queda fatal, dicho sea de paso, sacar un as de la manga en el último instante para cuadrar algo que no has sabido resolver. ¿Al asesino se le cae del bolsillo el casquillo de la bala asesina? ¿Es esa la prueba irrefutable? ¡Vamos, anda, no me tomes el pelo! Porque esa sensación es la que le produce al lector.
En tu relato o novela nada debería suceder por azar, y cuando esto suceda, debes decirlo, remarcarlo, dejar patente que la casualidad juega un papel relevante en la historia; que es casi protagonista. De todas formas, la suerte o el azar pueden ser consecuencia de una cadena de acontecimientos cuyas causas que los ponen en marcha desconocemos.
El escritor Paul Auster domina a la perfección este concepto, el cual ha llegado a ser una parte central de su temática, casi una obsesión… a menudo no bien entendida.
Recuerda: cada
acto tiene su consecuencia y cada consecuencia está asociada a los
acontecimientos precedentes y también a los futuros. Cuando escribas ten
presente este principio
toda acción conlleva una reacción, no hay reacción sin una acción previa
En conclusión
Prestando atención a estos tres detalles, mejorarás sensiblemente tus textos. Denotará preocupación por la forma de escribir, un cierto cuidado en lo que dices y cómo lo dices. Es un signo de profesionalidad, de conocer las reglas básicas del oficio, de no ser un novato en cuestiones narrativas.
Todos, repito, todos los escritores hemos caído en algún momento dado en estos errores. No se nace enseñado, son fallos básicos, son parte del proceso de aprendizaje. Es incluso positivo cometerlos en estadios tempranos de la creación narrativa: ayudan a estar alerta, a tomar en serio las revisiones necesarias.
Se pulen con práctica y, aunque no sea así, en el proceso de corrección se pueden subsanar con mucha facilidad… siempre y cuando sepas detectarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario