Ulises, Moby Dick o El señor de los anillos son algunos de los títulos más abandonados Los motivos por los que tiramos la toalla dibujan la evolución de las pautas de lectura globales
Para los lectores, el peor defecto de una novela es que sea lenta. /elpais.com |
En Como una novela (Anagrama), Daniel Pennac
propone un decálogo para el lector, en cuyo tercer punto reconoce “el
derecho a no terminar un libro”. Una libertad que —a veces de forma
impulsiva y otras, tortuosa— ejercemos con más del 55% de las obras
compradas en formato digital, según datos del fabricante de e-books y aplicaciones literarias Kobo.
Y aunque son los títulos más vendidos y reconocidos por la crítica los
que acaparan el protagonismo, estos volúmenes que se caen de las manos,
los repudiados, pueden resultar igual de trascendentes. Las obras que
desechamos, las razones por las que lo hacemos y la página en la que
sucumbimos no es algo anecdótico. Estos datos revelan la evolución de
los hábitos de lectura globales, la distancia que separa lo que nos
gustaría que nos gustase de lo que, en realidad, nos gusta y “hasta el
tipo de persona que somos, si nos ponemos un poco freudianos”, en palabras del novelista Rafael Reig.
Goodreads, la
comunidad de lectores más grande del mundo, realizó recientemente una
encuesta entre 7.500 usuarios —supera los 20 millones— para elaborar la
lista de los más abandonados. Un ranking encabezado, en la categoría de
clásicos, por Trampa 22, de Joseph Heller; El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien; Ulises, de James Joyce; Moby Dick, de Herman Melville, y La rebelión de Atlas, de Ayn Rand.
Entre los más desertados están los libros a los que el lector llega atraído por su éxito en el cine o el tamaño de su club de fans
De entre todas ellas, la novela de Tolkien es la única que, irónicamente, también forma parte del club de los best sellers.
“Se trata de una de las obras más vendidas y pirateadas de la historia.
Entra dentro de lo normal que haya un porcentaje significativo de
compradores que no la acabe”, defiende José López Jara, responsable de
Minotauro, el sello que la edita en España. Aunque también reconoce que El señor de los anillos
lidera una categoría concreta de libros abandonados: la de aquellos a
los que el consumidor llega atraído por el éxito de sus adaptaciones
cinematográficas y las dimensiones de su club de fans. Como argumenta
Teresa Corchete, coordinadora del grupo de lectura de la Fundación
Germán Sánchez Ruipérez, “esperan un producto trepidante y comercial, y
se encuentran una historia compleja, vasta y rica en pormenorizadas
descripciones”. Con capítulos tourmalet como el de Tom
Bombadil, que termina en pájara para la mitad de los lectores, pero sin
el que obra no sería igual, según sus seguidores más devotos.
Tan revelador como los títulos que se dejan, son las razones por las
que se tira la toalla. Y sorprende que la más común no sea, según la
encuesta de Goodreads, “lo mal escrita que está” (una deficiencia que
solo causa el 19% de las deserciones), la falta de argumento (8,5%) o
“su extrema estupidez” (9%). El peor defecto para el 46,4% de los
lectores es que la obra sea lenta.
La directora literaria de Debolsillo lo sabe bien. “Cuando tenemos entre manos un manuscrito que puede llegar a ser un best seller,
siempre se intenta que en los primeros capítulos haya algo escabroso o
que suceda algo muy fuerte. El lector necesita que una novela le
envuelva en las primeras 50 páginas o la dejará”. De hecho, casi la
mitad de los miembros de Goodreads no llegan a la 100. Pero Casas
concede que no hay reglas universales y recuerda el caso de El nombre de la rosa, de Umberto Eco.
Sus editores quisieron suprimir el arranque. Era demasiado pausado,
decían. Pero el escritor se negó y la obra se convirtió en un fenómeno.
La dictadura de la gratificación (literaria) inmediata tiene su
origen, según Teresa Corchete, en la vida digital. Las redes sociales,
los whatsapp y correos electrónicos generan, en su opinión y en
la de muchos expertos, “un cambio de tempo a la hora de afrontar la
lectura”. Un nuevo sentido del ritmo que también está detrás de la
querencia por el estilo entrecortado y de frases breves en detrimento de
“las construcciones más complejas y de la pobre subordinada”.
Nada nuevo, solo el sino de la evolución, según López Jara: “Somos
una civilización cada vez más dependiente de la imagen. Las
descripciones de Moby Dick son increíbles y prolijas porque en
el siglo XIX no había televisión y debían evocar hasta el último
detalle, pero hoy esas mismas descripciones son las que pesan como un
yunque sobre el lector”.
Por eso y, como coordinador del club de lectura del Hotel Kafka, Reig
insta a sus miembros a vencer la comodidad de un gusto y unas
expectativas moldeadas por la cultura audiovisual. “La edad media
también era audiovisual: la gente era analfabeta y el cura señalaba los
frescos. Es una condición que te infantiliza. Yo prefiero vivir en el
Renacimiento”, espeta.
Pero lejos de un discurso derrotista sobre la vigencia de los densos
clásicos, el editor de Minotauro defiende la teoría de la reacción. De
la misma forma que el mercado de los vinilos cobra una fuerza inesperada
en la era de Spotify, “el slow reading se postula como una alternativa contracorriente” para lectores hastiados de ametralladoras argumentales.
Aunque la velocidad narrativa, el estilo o la temática no son siempre
el problema. El momento vital en el que se afronta el libro también
resulta determinante. Reig confiesa que la primera vez que se acercó a Trampa 22
—“una visión de la guerra absolutamente desoladora”— desistió por
aburrimiento. Dos años después volvió a intentarlo y descubrió “un humor
negro divertidísimo, una obra fácil y una gran recompensa final”.
Porque algunos libros, como algunas personas, merecen una segunda
oportunidad.
El top 5 del instinto gregario
Además del ranking de libros clásicos más abandonados, la comunidad online de lectores Goodreads ha elaborado otra clasificación, la de los grandes éxitos comerciales inacabados. Según la directora literaria de Debolsillo, María Casas, muchos lectores llegan a estos títulos por curiosidad o siguiendo el silogismo gregario por antonomasia: “Si le ha gustado a tanta gente, a mí también me gustará”. Pero no siempre es así y, según su experiencia, los consumidores se muestran mucho menos compasivos con estas obras que con otras alabadas por la crítica o con los clásicos. “Suelen ser más persistentes porque creen que deben leerlas, o se perderán algo realmente importante. Pero si Cincuenta sombras de Grey te desilusiona a las 20 páginas lo dejas y a otra cosa. Has invertido dinero en un entretenimiento que el libro no te devuelve, y nada más”.Según los lectores de Goodreads, los best sellers más indigestos son:
1. Una vacante imprevista, de J. K. Rowling.
2. Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James.
3. Come, reza, ama, de Elizabeth Gilbert.
4. Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson.
5. Wicked, de Gregory McGuire.
Ulises y Moby Dick, ambos publicados por
Debolsillo, son otros clásicos de la deserción. Incluso María Casas,
directora literaria de esta editorial, confiesa que tardó tres años en
llegar a la última página de la novela de Joyce. “Sabía que el esfuerzo
merecería la pena”, se ríe. Ella personifica ese 38% de lectores que,
según el estudio de Goodreads, terminan cualquier título que empiezan,
cueste lo que cueste. “Aunque se les haga bola como filete
correoso”. Son los perseverantes. Aquellos que, según el psicólogo
clínico Matthew Wilhelm, “sienten ansiedad ante las actividades
inacabadas”.
Todo lo contrario que el editor de Minotauro, prototipo de lector
alfa. López Jara se jugó una cena con sus compañeros de universidad a
ver quién conseguía someter primero a Ulises. Tuvieron que
pagarla entre todos. La indigestión literaria fue general. “Soy de los
que piensa que hay muchos libros que leer en la vida y muy poco tiempo,
así que mejor no desaprovecharlo”, apunta.
Como premio Tusquets, profesor de la escuela de creación literaria Hotel Kafka
y librero, Rafael Reig respalda el abandono de libros sin
remordimientos. Sin compasión. Sin vergüenza. “Creo que lo
verdaderamente preocupante no es dejar un libro que no te gusta, sino
pasar meses sin que lo que lees te suponga ningún esfuerzo. Eso
significa que no estás creciendo como lector. Es como ir al gimnasio:
desarrollas un músculo que te dota de más capacidad y te permite llegar
más lejos”. Para el escritor, el entretenimiento no debe asumirse como
fin absoluto de la novela. “Hay gente que disfruta con la comida rápida,
pero también se puede aprender a tener mejores placeres”.
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