El fenómeno generado por las Cincuenta sombras de Grey activó en el mercado una explosión de novelas escritas por mujeres en las que el sexo es central. ¿Eróticas o porno? Nuevas autoras como Sasha Grey o Melissa P. aseguran que lo de ellas es literatura porno. El lugar del género en esta cuestión
BOOM. Cada vez hay más lectoras que interesadas en la literatura erótica./revista Ñ |
La literatura puede ser un arma de seducción. Ya sea para
espantar o para enamorar, la narración se construye como una línea hacia
adelante que espera ser perseguida por la mirada del lector, sin ser
abandonada, hasta la última página. Las estrategias de conquista son
variadas. Decir que la nueva apuesta del mercado son las novelas
eróticas sería por lo menos olvidarse de buena parte de la historia de
la literatura –desde los poemas de Catulo, hasta los folletines vendidos
en kioscos bajo la fachada de novela romántica subida de tono, pasando
por Sapho, Sade, Anaïs Nin y Henry Miller. Lo que sí es cierto es que
tras el fenómeno de Cincuenta sombras de Grey , la literatura erótica ha tenido un importante resurgimiento en el mercado editorial.
El
fenómeno que causó el libro de E. L. James sigue siendo un misterio que
ensayó varias respuestas posibles: es una novela de lectura ágil, sin
complejidades, y propone un universo donde los límites sexuales están un
poco corridos de los habituales –como para avivar el deseo– pero no
demasiado desdibujados o extremos como para ahuyentar al lector
promedio. Hay que decir, además, que los lectores de este libro
resultaron ser en su abrumadora mayoría mujeres quizás no afectas al
hábito de la lectura, cautivadas por el permiso a dejarse llevar.
Avaladas por la legitimación de sentirse parte de un grupo más amplio que valida y refuerza su elección, las lectoras de Cincuenta sombras de Grey
sucumbieron y provocaron a la vez un efecto de consumo y marketing que
va más allá de lo básico de la narración y de haber sido acusadas,
desde una posición simplificante y machista de suplir la falta de sexo
en sus vidas con la lectura. En el universo de la literatura porno,
tanto soft como duro o erudito, la de Grey se situó como una de esas
tantas historias donde lo sexual queda subordinado a la novela rosa. Una
especie de Corín Tellado con tendencias bond. Entre las descripciones
de “carnes trémulas” y “la penetró con su poderoso miembro viril” hay un
príncipe azul que rescata a la heroína, la corteja o la deja. La
confusión de sexo con amor se vio en otros productos que germinaron a la
sombra de las cincuenta de Grey.
Si Ana, la protagonista de Cincuenta sombras...,
era ingenua y sumisa a las órdenes y deseos de Christian Grey, hay otra
Grey que trastoca la ecuación. La mítica Sasha Grey, que abandonó su
carrera como actriz porno hace ya casi cinco años, acaba de publicar en
español una novela, La Sociedad Juliette. Inscripta de
lleno en el género de la literatura erótica, la novela marca un
movimiento más dentro de la serie de operaciones que Sasha Grey viene
realizando desde que dejó el cine triple X. Grey se define como una
“intelectual del porno” y la lista de sus cinco películas favoritas – Stroszek de Herzog, Pierrot el loco , de Godard, Fat Girl de Catherine Breillat, Una mujer bajo la influencia de Cassavetes y Escape de Nueva York
de Carpenter– podría ser la misma que la de cualquier cinéfilo. Sasha
tuvo algunas incursiones en el cine independiente, y en 2009 protagonizó
el filme de Steven Soderbergh The girlfriend experiencie
, donde es Christine, una chica que juega por un rato a ser novia de
hombres adinerados y gana más que su verdadero novio, personal trainer.
Grey,
además, forma parte de una campaña por la igualdad de paga para hombres
y mujeres en los mismos puestos de trabajo, donde cuenta que ella pasó
por muchos empleos –maestra, enfermera, secretaria, mesera–. Pero
terminó inmersa en la industria del porno porque es el único ámbito
donde, dice, la mujer gana mejor que el hombre. “Elegir” es la palabra
que usa –más allá de las condiciones– para explicar su opción, así como
dice, en el mismo video, que le gustan ciertas prácticas sexuales como
atarse, colgarse de cabeza o amordazarse. El orgullo de ser estrella
porno no le impidió llevar sus inquietudes hacia otros terrenos.
Al contrario de la protagonista de Cincuenta..., la de La Sociedad Juliette
es una mujer con experiencia sexual que busca llevar sus fantasías a
la vida real. En la novela de Sasha Grey hay una relación de pareja con
sus encuentros y sus peleas, pero también hay orgías mixtas,
sadomasoquismo, y la omnipresente relación entre sexo y dinero. Grey
sugiere su lectura como una manera de comprender mejor la sexualidad y
de abrirse a ella.
En términos literarios, La Sociedad Juliette
es fácil de describir y difícil de juzgar. Grey apela a la segunda
persona, convirtiendo al lector en un interlocutor inmediato. Sasha nos
está contando un secreto. Entonces, el contrato de lectura es casi
explícito, y en cierta medida similar al del cine porno: propone un
pacto de confesión aquí entre narrador y lector, un entre-nos de alcoba,
un artificio de intimidad. El género no determina un estilo a priori, y
aquí el sonido de campanas de la literatura no llega a escucharse. Hay,
sí, un recorrido intenso por los pasillos de la casa de estudios de
Christine, donde estudia la carrera de cine y donde piensa en la
entrepierna del profesor y se esconde en un armario junto a su amiga
sexy. Y hay también otros ámbitos menos iluminados. Pero la novela es
profusa en citas cultas: la protagonista –por placer o por deber– mira
películas de Godard y Buñuel, lee a Freud y a Foucault.
La trama
avanza veloz entre nombres y referencias. Entonces, ¿cuál es el valor de
innovación o singularidad de este libro? Frente a las cuestiones que
planteaba Foucault –para citar un teórico que aparece en La Sociedad Juliette
– acerca del autor, como la relación de atribución (quién es el que
habla) y la posición (elección narrativa, paratextos), es casi imposible
no pensar en la protagonista/voz narradora como la abrumadora Sasha
Grey. De hecho, tal vez sea ésta una de las mayores virtudes de la
novela.
Sasha, la chica de al lado con un toque de sofisticación,
sin siliconas, sabe que es ella la que late entre las líneas (como late
la italiana Melissa P. en cada uno de sus libros). Aunque la novela esté
construida como ficción, la clara impronta de la voz que guía la
narración sumada al tipo de experiencias relatadas en la trama, fáciles
de superponer con el contexto biográfico de producción, llevan a pensar
todo el tiempo en Sasha. Ella se ocupa de avivar esta confusión en las
múltiples declaraciones en las entrevistas que le hicieron a partir de
la publicación: “Creo que Catherine es mi álter ego, y que venimos del
mismo lugar”. También dice que hay muchas novelas eróticas con las que
no se identifica, y que ella puede brindar una buena dosis de
autenticidad. “Estoy un poco harta de leer novelas de mujeres ingenuas
que encuentran al hombre perfecto, tienen sexo increíble y después
forman una familia.” La novela tiene el sello de su nombre, en la tapa y
en el estilo, el mismo seudónimo que usaba como estrella del porno.
Estrella del marketing, no se desdobla, no vuelve a ser Marina Ann
Hantzis para convertirse en autora. Tampoco se esconde tras un par de
iniciales y un apellido común como E. L. James. Sigue siendo Sasha Grey,
la actriz porno joven y radical que, como dice Luis Diego Fernández en
su libro Hedonismo libertario , origina una “ruptura”
con respecto a la barbie plástica y su “objetualidad cliché”, operando
además con el punto de vista del espectador y subjetivizando la
personalidad de la mujer tradicionalmente dominada en el medio. Como en
The girlfriend experience , Grey vuelve a hacer de sí misma. Que no es
poco.
La libertad puesta en el plano de la recompensa económica
es un concepto que se pone en línea con la idea de independencia
planteada por Virginia Woolf. Pero si esta plusvalía se da en el ámbito
de la explotación sexual, aunque en el medio la mujer gane más que el
hombre, es sabido que las condiciones de producción –mayormente
ordenadas en redes de proxenetas– son diferentes.
Cinco años de
carrera como actriz porno alcanzaron para que Sasha Grey se convirtiera
en un mito y a la vez permaneciera idéntica a las chicas
autopornificadas de las webs amateur. Los materiales con los que
construye su novela, próximamente llevada al cine y continuada en una
saga, son los mismos con los que dejó su marca en la pornografía. La de
Catherine es una incursión al submundo del sexo no convencional, en
esquema que conocemos desde los clásicos hasta los cómics eróticos: una
serie de actos sexuales sin represión ni censura insertados en el
contexto de una historia más o menos previsible. En algún momento la
protagonista sucumbe ante la tentación de toda esa oscuridad.
“La
trama está siempre al servicio del personaje”, dice Catherine que le
enseñan en la clase de cine. Y en base a esa enseñanza Grey construye su
propia novela. Pero, de nuevo, ¿quién es el personaje? Como en un
procedimiento que retoma la tradición de las vanguardias y las
neovanguardias, Grey crea su artista - personae , propone una fusión de
arte y vida. El porno, en su subgénero amateur, algo que comienza a
florecer a fines de los 90, mostró la posibilidad de filmarse a sí
mismo. Esta operación formal del porno es llevada por Grey al ámbito de
la literatura. No son cuestiones solamente de enunciación sino también
estéticas: a quién le habla, el tipo de cuerpo que aparece. Al mismo
tiempo que lo conforma, da cuenta del fin del artificio.
Su obra
es ella misma, su subjetividad. Entonces, frente a una novela como esta,
la pregunta acerca de la calidad literaria o el uso del lenguaje, queda
devaluada. Más allá del fenómeno de marketing, hay una intención
estética y política donde la mujer expone su cuerpo al mercado del sexo
como una trabajadora por cuenta propia. Sasha Grey considera a la
industria pornográfica y a la prostitución como espacios conquistados
por la mujer donde supera en ingresos al hombre. Incluso busca revertir,
desde esa operación, los términos de las relaciones de poder por las
cuales el que paga es el que domina. “El trabajo de Sasha Grey insufla
de cierto dominio o ‘subjetividad’ a esa cosificación y humillación
buscada [por el porno]”, analiza Fernández. Actuando sobre el carácter
performático del género –punto que señalan filósofas como Judith Butler o
Beatriz Preciado–, “Grey siempre adujo que la sumisión y el rol
masoquista de sus filmes eran requeridos, incluso desde un lugar de
feminismo y dominio de la mujer sobre el hombre”, continúa.
Catherine, protagonista de La Sociedad Juliette , no es la misma que la de Memorias de una geisha, ni la de Diario de una prostituta
, en sus distintas versiones, donde una narradora/autora por lo general
relata desde el anonimato su camino en el mercado del sexo. Sasha Grey
construye un artefacto más complejo, casi tanto como la posibilidad de
definirlo. En un análisis sobre su ensayo La pasión erótica , el escritor uruguayo Ercole Lissardi da por tierra con la disputa
entre lo erótico y lo pornográfico: “Una antinomia conceptual como la de
‘arte erótico’ y ‘pornografía’ hoy no sirve, no es útil. Tuve que
investigar cómo y para qué se origina esa antinomia, y cómo evoluciona, y
qué contenido se le puede dar hoy para pensar la realidad actual de las
representaciones de la sexualidad”.
Pero los dobleces en la zona
de lo erótico permanecen. Y los interrogantes –quién habla o cómo se
resuelven las relaciones de poder– tienen respuestas zigzagueantes.
Poniendo en evidencia esa tensión, Simone de Beauvoir declaró:
“Detestamos la noción de erotismo porque se trata de una especialización
que exalta el sexo a la vez que lo envilece”. Y mientras nos hacemos
estas preguntas y esperamos la coronación dulce de la frase, Sasha Grey
asegura que sintió excitación mientras escribía las escenas más sexuales
del libro. Es probable que el lector sea presa de la misma sensación.
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