20.2.12

Un barco suspendido para pensar en Joseph Conrad

En Londres, una réplica del navío Roi des Belges, que el escritor inglés inmortalizó en El corazón de las tinieblas, se ha convertido en un hotel que acoge a artistas del mundo
Durante 2012, un hotel de una habitación que replica al navío en el que Joseph Conrad surcó el río Congo recibirá a artistas y escritores de diferentes latitudes. foto.fuente:elespectador.com

El mes de junio del año 1890 se agotaba y Joseph Conrad se embarcaba en el navío Roi des Belges, un vapor de hojalata, de navegar inestable, para recorrer 1.600 kilómetros hasta donde el río Congo se hacía intransitable.

Joseph Conrad, el joven marino polaco que estaba siempre presto en un puerto a encontrar un barco que lo llevara a su destino, ya había transportado carbón a Constantinopla y llevado lana a Australia. Ahora, como segundo oficial de ese navío fluvial, iba a conocer la rapiña que pululaba por el Congo de finales del siglo XIX.

Ese barco que llevó al marinero a repudiar la brutalidad con la que los europeos trataban a los nativos quedaría inmortalizado en su escritura, nueve años después, cuando dejó de ser marino, cuando se nacionalizó inglés y escribió en El corazón de las tinieblas las enfermedades de su alma después de haber navegado el corazón de África.

En esa embarcación cumplió la promesa que se había hecho desde niño. Así lo recuerda en su libro: "... me dije: cuando sea mayor iré allí... pasado un poco más de un cuarto de siglo se me presentó la oportunidad de ir —como si fuera preciso revisitar en mi madurez el pecado que fue fruto de mi audacia infantil—".

Por estos días, y durante todo el 2012 —como una de las actividades preparatorias de los Juegos Olímpicos en la capital inglesa—, reposará encima del Queen Elizabeth Hall del Centro Southbank, en Londres, una pequeña réplica de ese Roi des Belges de Conrad.

El arquitecto David Kohn y la artista Fiona Banner reconstruyeron con archivos viejos la estructura del barco, lo replicaron con detalle y, usando grúas y andamios treparon el barco a un terreno tan alejado de su naturaleza como un techo. Hoy, el barco inspirado en ese con el que Conrad surcó tierras salvajes es contemplado por los transeúntes desprevenidos de la ciudad de Londres.

No se trata de una escultura que busca llamar la atención sobre la relevancia de la literatura del autor de Nostromo y Bajo la mirada de Occidente, es realmente un pequeño hotel. Un hotel de una sola habitación, con una cama y dos escritorios, en donde escritores, músicos y artistas de todo el mundo ganarán su derecho a hospedarse por unos días para ver desde su ventana el río Támesis —visión que da la sensación de que el barco estuviera en marcha— y conseguir el retiro, el mejor regalo para un artista, un novelista, el regalo del tiempo.

El primer invitado a hospedarse en ese micromundo en el que hace siglos habitó, entre desórdenes de marinos y alcohol, Joseph Conrad, fue el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez. Para cualquier novelista la idea de trabajar adentro del Roi des Belges puede resultar intrigante. Para un devoto de Conrad es "simplemente magia". "Los fantasmas de los personajes de El corazón de la tinieblas, Kurtz y Marlow, se mezclan con los millones de fantasmas de Londres, que más que una ciudad es una metáfora", dice Vásquez, unos días después de haber abandonado la embarcación suspendida.

Pensar en Juan Gabriel Vásquez como el primero para habitar este cuarto fue idea del escritor Michael Ondaatje, el autor de El paciente inglés, que sabía cuánto ha afectado el escritor inglés la obra de este narrador, e incluso su propio carácter. "Me siento cercano a Conrad por diferentes razones: su vida de expatriado, los problemas que tenía con su propia tradición literaria y la sensación de que no perteneció a una sola cultura o lengua", dice el escritor colombiano.

En las novelas de Juan Gabriel Vásquez, Los informantes e Historia secreta de Costaguana, aparece Joseph Conrad de dos maneras muy distintas. "En Los informantes fue sin duda una influencia, una suerte de dios, siempre mirando sobre mis hombros; en Historia secreta de Costaguana, es un personaje y a veces simplemente un metáfora. Yo creo que él debería tener una relevancia particular para los escritores latinoamericanos, pero eso no parece ser una constante. Para las generaciones más viejas, Faulkner y Joyce parecen ser más relevantes. Para mí Nostromo es quizás la mejor novela escrita sobre Latinoamérica en una lengua que no es español. Tiene más que ver con las grandes novelas latinoamericanas de los años sesenta que cualquier novela propiamente latinoamericana", sentencia.

En el bote, los sucesores de Vásquez, que serán el cantante Andrew Bird, el historiador Sven Lindqvist , la escritora Caryl Phillips y el mismo Michael Ondaatje, encontrarán como compañía una biblioteca octogonal llena de las más cuidadas ediciones de la obra de Joseph Conrad.

Ahí, en ese ambiente propicio para entender la fascinación que por tanto años llevó a Conrad a surcar las aguas y las congojas de su alma por tanta penuria presenciada, sus palabras de pesimismo sobre la condición humana retumbarán como verdades: "Ni tiene confines el infierno ni se suscribe a un solo lugar, sino que allí donde estemos estará el infierno, donde esté el infierno ahí estaremos". Quizás ningún escritor ni artista salga indemne.

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