Mia Farrow y Robert Redford, en un fotograma de El gran Gatsby. foto.fuente:elmundo.esTres nuevas traducciones de la novela de Fitzgerald renuevan el misterio de su protagonista
La primera vez que Nick Carraway ve a Jay Gatsby, su vecino en Long Island, lo encuentra solo, en el jardín, de noche, mirando al cielo. Mirando "qué parte le correspondía del firmamento local". De algún modo, Carraway, narrador, impone, sin explicarse, su fascinación por aquel desconocido de coñesco apellido, que montará los grandes saraos de la zona para la clase ociosa.
Justo Navarro, en Anagrama, José Luis Piquero, en Paréntesis, y Miguel Temprano, en RBA, aportan estos días tres traducciones nuevas de 'El gran Gatsby', de Francis Scott Fitzgerald. Tres variantes de esta fascinación, publicada en 1924. "He escrito la mejor novela de los Estados Unidos", le dijo a su editor el joven novelista Francis Scott Fitzgerald. Un comentario muy de Faulkner. Y resultó que no era una sentencia exagerada. Aunque siempre es tramposo decir que algo mítico había nacido para ser mítico y que tal arrogancia pudiera no ser exagerada. Estos días, además, se rueda una nueva versión cinematográfica con Leonardo Di Caprio (que no para, últimamente) encarnando al anfitrión más famoso de las letras norteamericanas.
Accidentes, verano, guateque contemplativo
El párrafo inicial, y el conclusivo, no menos rotundo, el equilibrio perfecto entre ingenio y profundidad, lirismo sin vicios, palabras que registran varias mordacidades concatenadas o brisas que presagian cambios de estación y estado anímico: debe ser un festín para un traductor. El mismo narrador ofrece aristas, recordando aquel verano de 1922 de la historia, del que se refieren tres accidentes de coche, cuando aún los automóviles no superaban los 90 kilómetros hora. El verano en que Carraway cumple 30 años. El verano de las fiestas del accesible pero misterioso Gatsby. En Scott Fitzgerald se encuentra eso del guateque elevado a estado contemplativo, del que esta novela en particular fue, es, será un estandarte. Un camino estético entre la abulia, el ensimismamiento y el festejo y la cháchara. Sublimación de lo superficial, o así. Véanse noches de París narradas por Proust; de Roma, rodadas por Fellini; de Río y Salvador de Bahía cantadas por Vinicius, Jobim... Y fiestas de Gatsby, a 40 kilómetros de Manhattan.
Traduce Justo Navarro: "Me había bebido dos lavafrutas de champagne y la escena se había convertido ante mis ojos en algo importante, elemental y profundo". Pues eso.
Redford, Di Caprio
Como se decía más arriba, Di Caprio encarnará a este personaje, como hizo Robert Redford. Pero en esta encrucijada comercial de tres nuevas versiones literarias, queda como fuera de tono hablar de la adaptación a la imagen (a cargo, esta vez, del peligroso Barz Luhrmann, quien firmó 'Moulin Rouge'). La estrella (Di Caprio, Redford) puede tener demasiada presencia en un juego (la novela) de perfecto equilibrio coral. Y perdemos, además, el punto de vista continuo de Carraway. Con todo, Scott Fitzgerald (sus palabras) ha sido muy adaptado a las pantallas: Jack Clayton, Henry King, Elia Kazan, David Fincher...
Después de 'A este lado del paraíso' y 'Hermosos y malditos', insuperables (en especial la segunda), después de aprender de la densa narración en primera persona de Joseph Conrad, con 'El gran Gatsby' estamos en el periodo maduro del escritor. Sólo hará una novela completa más, 'Suave es la noche', tan triste como ésta. Ya desde el principio ('A este lado...') había tristeza detrás de las fiestas y del hipnótico dinero, pero en 'El gran Gatsby' se aprecia una deliverada pausa frente al estilo bombástico e hiperingenioso de las dos obras anteriores. Había sido tan precoz desde el principio, el autor, que con 28 años no tuvo ya problema en escribir como si tuviera 30, como Carraway.
Moda literaria
Algo que además se detecta en todas sus novelas es su sutil incidencia en el tema de la moda. Como si hubiera previsto escribir para la posteridad, donde las modas son siempre diferentes y se centrase en los pasajero, previendo su extinción. Es curioso, por ejemplo, que haya tantas discusiones literarias entre sus personajes y que allí surjan libros hoy olvidados. Como de esas listas de autores perdidos en el tiempo que también salen en los libros de Bolaño. Pero aquí, en el tiempo de sus menciones no están olvidados, son autores medianos o célebres de su tiempo, o sea, de moda. El ejemplo perfecto de la moda intelectual de su momento. En este caso, podría apuntarse muy particularmente el caso ensayista Lothrop Stoddard
y su 'best-seller' racista 'La marea creciente de color contra la supremacía mundial blanca', que cita torpemente el torpón hercúleo Tom Buchanan. Criptoliteraturas, vieja moda, como el polisón, como aquellos coches primigenios que a 80 kilómetros por hora infringen la ley.
"Usted ha creado el mundo contemporáneo al igual que hizo 'Vanity Fair' y éste no es un mal elogio", le dijo Gertrude Stein al joven genio. Visto lo visto, le permitimos a Scott Fitzgerald todo tipo de chuladas.
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