Francisco González Ledesma publica Peores maneras de morir, su novela policíaca más sentimental, concluida mientras se recuperaba de un ictus
El novelista Francisco González Ledesma, ante la máquina de escribir en su domicilio de Barcelona en abril de 2010. / Carmen Secanella./elpais.com |
“No sé cuánto tiempo me queda para escribir. Probablemente, mi
próxima novela será el último Méndez y será más sentimental que nunca”,
explicó Francisco González Ledesma durante la celebración, en octubre de 2009, del 25º aniversario de Crónica sentimental en rojo (1984), novela en la que el inspector Ricardo Méndez entró en el olimpo de los detectives de ficción.
González Ledesma (Barcelona, 1927) no se equivocó. Peores maneras de morir
(Planeta) es la más sentimental de sus 10 novelas policíacas, con un
Méndez viejo que sigue pateando las calles y una Barcelona que ya no
reconoce. Es un puro Ledesma, de alta intensidad, con diversas historias
y personajes que se entrecruzan hasta ligarse en una misma trama. El
tema, que el autor había abordado ya en otras ocasiones, es la
prostitución, no la de los pequeños locales que tan bien conoce el
inspector, sino una trama internacional de trata de blancas con
epicentro en Barcelona, algo tan gordo que casi desborda a Méndez. Lo
bueno es que las víctimas se convierten en verdugos.
Está ambientada en el otoño de 2010 cuando el Papa viajó a Barcelona
para consagrar el templo de la Sagrada Familia, aunque de eso no se
enteran en los barrios del inspector literario, donde sí notan de manera
aguda la crisis económica. Peores maneras de morir tiene dos historias, la que cuenta y la suya propia. González Ledesma publicó en 2009 No hay que morir dos veces. Al año siguiente, sacó La dama y el recuerdo, de Silver Kane, mientras estaba escribiendo Peores maneras de morir.
“Estaba cada vez más ansioso por escribir y lo hacía cada vez con más
intensidad. Tenía más cosas para escribir que tiempo para hacerlo”,
cuenta su hija, la periodista Vicky González.
Concluyó la novela en la Navidad de 2010 y decidió dejarla reposar
hasta pasadas las fiestas para pulirla luego. A primeros de enero de
2011 sufrió un ictus, que le obligó a pasar cuatro meses en el hospital.
Nadie volvió a pensar en la novela, hasta que él se acordó. “Había
recibido un anticipo de Planeta y quería cumplir con la editorial.
Siempre ha sido muy responsable”. Y honesto. “Cuando inició el proceso
de recuperación, la rescatamos. Hice un resumen para ubicarme. Le
costaba concentrarse y hacíamos sesiones cortas. De repente, me decía
‘esto no cuadra’ y lo resolvía. Lo que él habría acabado en dos semanas
antes del ictus nos ha costado meses y meses”. González Ledesma sigue
hoy en proceso de recuperación. Sabe que sale su novela, pero no se
divertirá tanto como en ocasiones anteriores.
El libro arranca con una joven extranjera mientras huye aterrorizada
por las calles del Raval. La persigue un matón. Cree darle esquinazo y
se refugia en un edificio semitapiado a punto de ser derribado. Otra
muchacha, que espera a su padre, le abre la puerta. El asesino las mata a
las dos. El inspector Méndez, relegado al turno de guardia, acude al
lugar. Pero su jefe le releva del caso, sabe que el inspector no perdona
la muerte violenta de niños ni de muchachas, que no tolera la
pederastia ni la violación y que cree más en la justicia de la calle que
en la de los tribunales.
Méndez se salta a la torera las órdenes del comisario. Investiga,
recorre las calles como un viejo lobo solitario. Las casi niñas
ucranianas prostituidas, que llegaron a Barcelona pensando en triunfar
como bailarinas, son cruelmente castigadas. Hay mucha violencia en esta
novela, más de 10 muertos, mucha acción, angustiosas persecuciones y una
bonita historia de amor.
Dos mujeres comparten protagonismo con Méndez. Eva Ostrova, una
ucraniana de 15 años de trágica vida, que logra escapar de la mafia y
solo piensa en vengarse, se convierte en una máquina de matar. Y Mónica
Arrabal, una dama muy religiosa y caritativa que ayuda a prostitutas,
pero que adopta las ideas de Méndez. El inspector y Mónica descubren
paralelamente la terrible aventura de Ostrova y deciden protegerla. Han
de pagar los capos de la organización, no las víctimas.
Hay un punto en común entre Ledesma y Méndez, ambos son algo
anarquistas y ambos han trabajado toda su vida. Ledesma ya sabía a los
14 años que quería ser escritor. Apenas cumplidos los 20 escribió Sombras viejas,
que ganó, en 1948, el Premio Internacional de Novela José Janés. La
censura impidió su publicación. A los 23, se graduó en Derecho. Entró
como asesor jurídico en Bruguera, donde empezó a escribir guiones de El inspector Dan y de El doctor Niebla.
Y luego novelas del Oeste con el seudónimo de Silver Kane, de tres a
cinco a la semana. Publicó 400. Trabajó en la editorial hasta 1966,
cuando entró como periodista eventual en El Correo Catalán, y de ahí a La Vanguardia.
Méndez nació en la página 134 de Expediente Barcelona (1983) como personaje secundario. Al año siguiente Ledesma ganó el Planeta con Crónica sentimental en rojo, a las que hay que añadir ocho novelas más y un libro de relatos.
El escritor solía decir que el protagonista de estos libros no era Méndez, sino las calles de su Barcelona, con la frontera norte en la plaza de Catalunya y al sur, el Poble Sec, el Paral.lel, el mar, el barrio chino, La Rambla.
En Peores maneras de morir trabaja un Méndez más melancólico
que nunca, desesperadamente nostálgico de esa Barcelona que conoció. En
la novela, cuenta su historia. De cuando era policía franquista y
perseguía rojos, a los que luego servía de enlace en la cárcel. Nunca
será ascendido. Es compasivo con los débiles e implacable con los malos
de verdad.
Vive en un pisito frente a les Dressanes, atiborrado de libros, y
comparte recuerdos amargos con el Poeta, que tiene como hogar el
taburete de un bar.
Un funcionario del depósito de cadáveres dice a Méndez: “Dentro de un
mes habrá pasado una de estas tres cosas: le habrán jubilado o le
habrán echado de la brigada o le habrán envenenado en su bar de
confianza”. Si leen la novela, verán qué sucede en realidad y
compartirán su Barcelona. Como dice Méndez: “El corazón tiene recuerdos
que el cerebro olvida”.
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