Reyes sodomitas recorre de forma amena y rigurosa siglos de intimidades en las cortes europeas El título no hace justicia al libro de Cabañas Agrela
Detalle de la portada de Reyes sodomitas./elpais.com |
Es verdad que las peripecias de estos reyes y reinas (y algún que
otro Papa) de la Edad Moderna dan para varios filmes sin tener que
agregar nada de cosecha de los guionistas: sobra anecdotario, aventuras y
desventuras. Los casos más llamativos quizás para el lector
contemporáneo sean los de Jacobo I de Valois (llamado en su época El príncipe de Sodoma)
y el de Jacobo I de Inglaterra, cuyas perlas aún hacen sonrojar a los
historiadores británicos. No se quedan atrás Cristina de Suecia y Federico II de Prusia,
al que se suele asociar en la iconografía tocando siempre una flauta,
aunque la verdad es que manejaba otros instrumentos musicales.
Al final hay un capítulo, el décimo, que parte de Felipe II,
a quien el autor califica de “rey antisodomita”, para adentrarse en
varios casos descritos con prolijo detalle histórico y ambiental.
Cabañas ha contestado a EL PAÍS sobre el proceso de investigación y
otros de detalles jugosos.
¿Cuánto tiempo invirtió en la investigación y qué le motivó la escritura del libro?
Tardé más o menos tres años en escribir
el libro; aunque no trabajé ininterrumpidamente todo ese tiempo. La
investigación la iba haciendo progresiva y particularmente con cada uno
de los reyes a medida que iba avanzando; hasta que no terminaba de
escribir y cerrar un capítulo no pasaba a investigar el siguiente. La
motivación de escribir este libro fue totalmente fortuita: yo nunca
pensé en escribirlo; andaba investigando y trabajando en la biografía de
Isabel I de Inglaterra y las relaciones hispano-inglesas en el siglo XVI (mi tema de especialización) cuando la editorial Egales me lo encargó. Yo había escrito un artículo sobre el rey Enrique III de Valois para la revista La aventura de la historia,
cuyo director me encargó que le redactara una separata con los otros
reyes gais que había habido en la Edad Moderna; cuando fui a la librería
Berkana a buscar bibliografía, Mili Hernández, su directora, me dijo:
“¿Por qué no nos escribes un libro sobre reyes gais? ¿Te atreves?” –me
retó-. Y yo no lo dudé ni un instante. “Eso sí” -le dije- “el libro
habrá de versar solo sobre los reyes homosexuales que hubo en Europa y
en la Edad Moderna, que es la época que yo más conozco; y será un libro
de historia documentado, no una frivolidad, e irá con notas a pie de
página, como es de rigor en un trabajo serio”. Nunca me pusieron
objeción a ello.
En el apartado español, ¿se ha dejado en el tintero algunos casos jugosos?
No sé si jugosos, pero desde luego me he centrado
en los casos más famosos, que más dieron que hablar desde el mismo
momento en que se vivieron, y claro está, de los que más bibliografía
hay, ya que mi investigación se ha basado solo en fuentes secundarias,
no primarias. Seguramente habrá habido más príncipes, electores, dux,
obispos, etcétera, en tres siglos de historia, pero si no hay nada
escrito sobre ellos, sus jugosas historias se habrán ido a la tumba con
ellos para siempre. Un caso llamativo que sí que no fui capaz de tratar
por estar toda su bibliografía en sueco y que me dio mucha rabia fue el
de Gustavo III de Suecia (1746-1792), de quien se dice que fue asesinado
por su amante despechado en un baile de máscaras en su palacio de
Estocolmo, suceso que más tarde inspiraría la ópera de Giuseppe Verdi Un ballo in maschera.
El caso más notorio es el de Jacobo I de Inglaterra, y lo
cierto es que la historiografía no lo ha ocultado del todo. ¿Faltan
cosas por contar de éste y de los otros reyes?
El caso de Jacobo I de Inglaterra es más que
notorio gracias al trabajo que encontré del profesor de la Universidad
de Iowa, David M. Bergeron, King James & Letters of Homoerotic Desire,
en el que transcribe la correspondencia inequívocamente homoerótica
entre este monarca y su último y más apasionado favorito: el duque de
Buckingham. Pero a mi parecer, son bastante esclarecedoras también las
biografías de Enrique III de Valois o de Federico II de Prusia, aunque
no haya tantas pruebas escritas. Tanto sus excéntricas vidas como sus
gustos personales representan señales de humo que nos indican que hay
fuego detrás de ellas, aunque no lo veamos. Siempre faltarán cosas que
contar en la Historia, si no, se dejaría de escribir.
Hábleme de la doctora Leonie Frieda como modelo de biógrafa y de Federico II, el rey músico.
En honor a la verdad, de Frieda solamente conozco
la biografía de Catalina de Médicis editada en español por Siglo XXI en
2006. Pero lo tengo como libro de referencia para mis próximos trabajos
por lo que lo disfruté y me apasionó. Yo tengo un lema que es que no
hay novela histórica más apasionante que la Historia misma, sin más
aditivos. No es necesario aderezar nada de lo que pasó, pues la
realidad, supera a la ficción en la mayoría de los casos. Solamente se
requiere de una buena predisposición para contarlo y eso le pasa a
Frieda y a muchos otros investigadores e historiadores. Dos ejemplos, de
los libros que me estoy leyendo en estos momentos: Stephen Greenblatt y
su trabajo recién publicado por Crítica, El giro, o Giles Tremlett y su recientemente publicada Catalina de Aragón.
Todos ellos tienen el denominador común de ser trabajos serios de
investigación pero combinados con una manera amena y rica de narrar los
hechos. Esto para mí es siempre mucho más enriquecedor e interesante que
una novela histórica. Es un método de trabajo muy anglosajón que creo
que en España, desgraciadamente, aún no se ha entendido.
De Federico II qué voy a decir que no haya dicho ya en mi libro: que
fue un rey desde mi punto de vista ejemplar, porque supo combinar el
sentido de la estética y el amor por la cultura con el buen gobierno y
el poder. Hoy no se entiende cómo un rey que se tiene por tan ilustrado
pudiera ser un híbrido entre el mejor de los filósofos y el mejor de los
guerreros. Pero si echamos la mirada atrás, a la historia, todos los
grandes personajes fueron así: Alejandro Magno, Julio César, Carlomagno,
Abderraman III, los Reyes Católicos, Carlos V, Luis XIV, Catalina la
Grande de Rusia, Napoleón, etcétera... Ser mecenas y guerrero no es
ninguna contradicción.
¿El título no resulta agresivo?
Sí, es verdad, a mí me resulta un poco fuerte, y a
mucha gente también. Ha sido una de las críticas más recurrentes que he
oído sobre mi libro, pero en mi descargo diré que me fue impuesto por
la editorial que lo consideraba mucho más comercial. Probablemente,
tenían razón.
* Reyes sodomitas. Monarcas y favoritos en las cortes del Renacimiento y el Barroco. Miguel Cabañas Agrela. Egales. Barcelona, 2012. 280 páginas.
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