El investigador Carlos Granés habla de lo que dejó la alharaca del arte del siglo XX y su relación con el Nobel peruano
Carlos Granés entrevista hoy a Mario Vargas Llosa, en el Hay Festival./semana.com |
El puño invisible podría ser el título de una buena biografía de Mohamed
Ali o una marca de camisetas de golfistas. Pero en este caso se trata
de una de las más francas y refrescantes miradas a las vanguardias
El puño invisible podría ser el título de una buena biografía de Mohamed
Ali o una marca de camisetas de golfistas. Pero en este caso se trata
de una de las más francas y refrescantes miradas a las vanguardias del
arte en el siglo XX. Por este extensa reflexión que repasa desde el futurismo de Marinetti, o el surrealismo de Tzara hasta la era de Mickey Mouse, el investigador Carlos Granés recibió el premio de ensayo Isabel Polanco en 2011.
"A veces los círculos artísticos se cierran y
resulta refrescante que entren personas con otras miradas a dar su
opinión," dice Granés, quien se formó como investigador social y no como
crítico de arte. "Supongo que mi interés por la aproximación biográfica
a los artistas viene de la psicología, y que la sensibilidad para
detectar los cambios de valores en una sociedad me lo da la
antropología".
¿Y cuáles son esas actitudes de las primeras
vanguardias del siglo XX que, según él, estiran la mano hasta nuestros
días?
Para Granés una de ellas es el infantilismo que utilizó el
movimiento Dada como antídoto al heroismo bélico que condujo a la
Primera Guerra Mundial. "Si los generales que se mataban en las
trincheras, valoraban el heroísmo y la belicosidad, ellos iban a valorar
el juego y la espontaneidad", explica que la misma actitud contagió a
los surrealistas y después a los hippies.
Otra es la
telerrealidad, ese intento por representar la vida real en directo.
Granés se remonta a los artistas del grupo Fluxus que intentaron hacer
de sus rutinas cotidianas una muestra para galería. "Yoko Ono se encamó
con John Lennon en 1969 en un hotel de Ámsterdam. Decenas de cámaras los
filmaron. Ellos no hacían nada; estaban ahí, en pijama. Pretendían
hacer un happening e hicieron un reality", dice Granés quien cree que el
intento resultó en otra cosa;"en realidad no lograron convertir la vida
en arte sino en espectáculo", remata.
Antes de lanzarse a
escribir su exitoso trabajo, Granés pasó varios años inmerso en la obra
de otro gran ensayista, con quien conversará en este Hay Festival: Mario
Vargas Llosa. Después de elogiar sin tapujos el libro de Granés en su
columna de El País de Madrid, el Nobel lo escogió para que compilara sus
mejores reflexiones "Yo escribí un libro sobre Vargas Llosa, La
revancha de la imaginación, que le debió parecer bueno, o al menos no
tan malo, porque después de leerlo consideró que yo podía hacer ese
trabajo."
Desde entonces entre ambos se ha tejido una cierta
amistad, aunada por una convicción compartida. Ninguna teoría, ningún
discurso y ninguna escándalo podrá reemplazar lo único que importa de un
artista: su obra. De este y otros temas conversarán el viejo sabio de
76 (parte de esa otra vanguardia llamada el Boom) con un bogotano de 37
que se atrevió a revisar lo que parecía intocable.
Entrevistar al
Nobel puede parecer una tarea difícil, pero Granés ya conoce a su
contendor. "Entrevistar a Vargas Llosa es facilísimo. No importa la
idiotez que le preguntes. Él siempre va a decir algo interesante," dice
Granés con cierto consuelo. "Hace quedar muy bien a entrevistadores
inexpertos como yo".
Mario Vargas Llosa conversa con Carlos Granés.HOY:Viernes 25, 15:30 a 16:30. Centro de Convenciones Cartagena de Indias
¿Qué
le aporta la sicología y la antropología a la hora de escribir sobre
arte? ¿Le falta a la crítica de arte mirar desde otros puntos de vista a
los de la misma crítica¿Podría explicarnos al menos tres
rasgos de las vanguardias artísticas del siglo pasado que usted
considera siguen vivas en expresiones contemporaneas?
El
infantilismo es la primera. Los dadaístas del 1916 defendieron las
conductas infantiles como antídoto al heroísmo bélico que condujo a la I
Guerra Mundial. Si los generales que se mataban en las trincheras
valoraban el heroísmo y la belicosidad, ellos iban a valorar el juego y
la espontaneidad. Eso resultó muy seductor. La misma actitud sedujo a
los surrealistas y después al movimiento hippie. De ahí, la sociedad en
general también le cogió el gusto. Savater, en su última novela, se
burla de este rasgo contemporáneo. Ahora los decanos de las
universidades se mandan por la red fotomontajes jocosos del papa.
Otra
es la telerrealidad. El sueño de muchas vanguardias, entre ellas, por
ejemplo, Fluxus, fue cerrar la distancia entre arte y vida. Quisieron
estetizar la existencia llevando las rutinas cotidianas a la galería. En
realidad no lograron convertir la vida en arte sino en espectáculo.
Yoko Ono, una miembro de Fluxus, participó en el primer reality antes de
que existieran los realities: se encamó con John Lennon en 1969 en un
hotel de Ámsterdam. Decenas de cámaras los filmaron. Ellos no hacían
nada; estaban ahí, en piyama. Pretendían hacer un happening e hicieron
un reality. La vida real en directo.
El tercero es el fervor por
lo revolucionario. Los vanguardistas promovieron mejor que nadie la
revolución. Fueron más efectivos incluso que los bolcheviques. La
convirtieron en algo tan sexy que se convirtió en un elemento
fundamental de las campañas publicitarias desde los sesenta. Para
vender, todo producto debe ser revolucionario. Después de Mickey Mouse, la imagen más rentable es la del Che. Eso dice bastante.
¿Vargas
Llosa lo escogió para reunir algunos de sus mejores ensayos. ¿Cómo se
dio esa relación y qué fue lo más difícil de escoger entre una obra tan
prolífica?
Yo escribí un libro sobre Vargas Llosa, La revancha de
la imaginación, que le debió parecer bueno, o al menos no tan malo,
porque después de leerlo consideró que yo podía hacer ese trabajo.
Lo difícil fue encontrar los ejes que le dieran orden a los cientos de artículos escritos a lo largo de 50 años. Eran
miles de páginas sobre muchísimos temas. Tan pronto definí los temas
–revoluciones, dictadura, obstáculos al desarrollo en América Latina,
democracia y liberalismo, arte y literatura- pude rastrear a los largo
de la historia las opiniones y contribuciones de Vargas Llosa sobre
estos temas. Entonces fue fácil. Hasta no tener los referentes que
introducían orden en el caos, parecía una tarea imposible.
¿Cómo entrevistar a un escritor tan famoso (y entrevistado) sin caer en lo mismo? ¿Cuál fue su estrategia?
Entrevistar
a Vargas Llosa es facilísimo. No importa la idiotez que le preguntes.
Él siempre va a decir algo interesante. El efecto retrospectivo es que
fue tu pregunta la que lo hizo decir cosas interesantes. No suele ser
así. Hace quedar muy bien a entrevistadores inexpertos como yo.
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