23.11.12

El caso Rushdie

El mundo  lo conoce por ser el autor condenado a muerte por el ayatolá Jomeini, lo que lo convirtió en algo parecido a un personaje de farándula. Pero Rushdie es sobre todo un gran escritor


La polémica 
En alguna ocasión su amigo, el también escritor Martin Amis, le preguntó cómo era un día normal en la vida de Salman Rushdie, a lo que contestó: “¿Un día normal? ¡No tengo días normales!”. El 14 de febrero de 1989, fiesta de los enamorados en todo el mundo, Rushdie recibió una tarjeta poco romántica: una condena a muerte decretada por el ayatolá Jomeini, el representante de Dios en la Tierra para los musulmanes. El motivo: humanizar a Mahoma en su novela Los versos satánicos. La recompensa por su cabeza: tres millones de dólares. La publicación de la novela encendió revueltas por todo el mundo, en las que murieron cerca de cincuenta personas. Fue prohibida o retirada de las librerías en países con fuerte presencia musulmana: Sudáfrica, Indonesia, Pakistán… En 1991 su traductor al japonés fue asesinado en Tokio; en Milán, el traductor al italiano recibió tres puñaladas; al editor noruego le dispararon a la entrada de su casa en Oslo. El premio Nobel de Literatura V. S. Naipaul lo puso en palabras terribles al tiempo que socarronas: se trató de un caso de “crítica literaria llevada al extremo”.
Antes de la polémica
Hijo de un rico comerciante indio, Ahmed Salman Rushdie nació en Bombay en 1947. Cuando cumplió 13 años lo enviaron a Inglaterra para que terminara su bachillerato en el prestigioso Rugby College, y después se matriculó en Cambridge para estudiar Historia. Su primera novela, Grimus, publicada en 1975, pasó desapercibida para la crítica y los lectores. La segunda, Hijos de la media noche, de 1981, fue aclamada por todos. Ganó el Booker, el más
 
notable reconocimiento en un país de escritores notables. Y pocos años después sería calificada como la mejor novela ganadora en los primeros 25 años del premio: lo mejor de lo mejor. Cuenta la historia de 1.001 niños que nacen a la media noche del 15 de agosto de 1947, el momento exacto de la separación de India y Pakistán, y que por esa condición tienen poderes especiales. Le siguió Vergüenza, poco apreciada en su momento, y La sonrisa del jaguar, una crónica-ensayo sobre Nicaragua, el país en el que se interesó cuando la mujer de Anastasio Somoza se mudó a Londres, cerca de la casa donde vivía el escritor. Su siguiente libro fue publicado a finales de 1988: Los versos satánicos. Y ya nada sería lo mismo.
Después de la polémica
 A partir de ahí vivió protegido por el gobierno británico, transportándose en limusinas blindadas, rodeado de guardaespaldas y cambiando de domicilio cada poco tiempo. Una situación inusual e incómoda para un escritor que necesita introspección y estabilidad para componer su arte. Aun así se las arregló para continuar escribiendo y publicando, y para convertirse en el rostro de la libertad de expresión en todo el mundo. Su siguiente libro fue un relato infantil, Harún o el mar de las historias. Después vendría una colección de cuentos cuyo título resume la propuesta temática y estética de Rushdie: Este, Oeste
Con el nuevo siglo inició su salida del búnker: dirigió la organización Pen Club, inauguró o clausuró eventos literarios por todo el mundo, siguió publicando. Estuvo en el Hay Festival de Cartagena en 2009, incluso. Hoy es una celebridad que va de fiesta en fiesta entre Nueva York, Londres y Bombay, tan solicitado como Paris Hilton o Donald Trump, aunque con un mejor peinado. No se limita ya a los eventos del mundo de las letras. Aparece en videos de U2 y en películas: sí, es él en la famosa escena de la galería en la película El diario de Bridget Jones. Dice que quiere recuperar el tiempo perdido, no vivir más como un prófugo sino como lo que es: un escritor. Por supuesto, no falta quién critique esa nueva imagen ubicua de estrella del pop.
Más allá de la polémica
No es un autor fácil. Sus novelas no son de las que se dejan leer en una tumbona, al lado de la piscina durante las vacaciones. Son exigentes, densas, complejas. Están llenas de personajes y de desvíos en la trama principal, reforzadas con historias dentro de la historia, un poco a la manera de uno de sus más admirados libros, Las mil y una noches.
 
Todas están atravesadas por el fino humor británico, buscan encontrar las razones de la distancia entre Oriente y Occidente, entre el cristianismo y el islam, entre la riqueza y la pobreza. Mezclan géneros, voces, culturas.
Sin embargo, la condena a muerte emitida por el ayatolá no ha permitido que su obra se valore en sus justas proporciones. Si en los noventa apareció en las páginas internacionales de los periódicos o en artículos sobre derechos humanos y libertad de expresión, en los años recientes ha aparecido más en la sección Gente que en la de Cultura. Es un escritor que se lee poco y del que se habla mucho. Siempre son más comentadas sus apariciones en la alfombra roja, sus matrimonios —cuatro— y aventuras con modelos y actrices —muchas—, que la arquitectura de sus relatos o el atinado perfil de sus protagonistas. Valga decir que en estos tiempos pasa exactamente lo mismo con todos los escritores que tienen cierta figuración.
¿Por qué está aquí?
Este mes aparece en librerías el más reciente libro de Salman Rushdie, Joseph Anton. Se trata de sus memorias como condenado a muerte, de sus días escondido y vilipendiado. Pero también es una historia de su familia, de su formación, de sus búsquedas y hallazgos en el campo literario. Las compuso en tercera persona porque así se permitía tomar distancia incluso frente a sí mismo. Las tituló con el seudónimo que usó en los tiempos oscuros, inspirado en los nombres de pila de dos de sus autores favoritos: Conrad y Chejov. Más de 500 páginas de honestidad y arte literario. Puede ser una buena puerta de entrada, al fin, a su obra.
Fuente:revistacredencial.com

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