15.11.12

Boyne: "Que el niño de mi libro flote es una metáfora de la homosexualidad"

El escritor irlandés vuelve con El increíble caso de Barnaby Brocket, cuyo protagonista nace sin obedecer a las  leyes de la gravedad 

John Boyne asegura que "escribir una novela hoy para el público joven es todo un desafío"./lavanguardia.com
Escribir una novela que se convirtió en un acontecimiento editorial hizo más sencilla la vida de John Boyne (Dublín, 1971) como escritor. El niño del pijama de rayas / El noi del pitjama de ratlles (Salamandra / Empúries), con más de cinco millones de ejemplares vendidos, no ha logrado convertirse en una carga para el autor irlandés, y ni siquiera lo ha llevado a alterar su cadencia: escribe un libro para adultos y uno para jóvenes. Ahora propone con El increíble caso de Barnaby Brocket (Nube de tinta), una parábola sobre lo extravagante, el rechazo, la orfandad y la valía. Barnaby Brocket es un niño que flota en el aire, algo que horroriza a sus padres, practicantes de la ortodoxia de la normalidad.
¿Es posible hacer literatura juvenil y por ello con enseñanza moral, sin pasar por Dickens?
Seguramente sea posible hacerlo, pero yo soy un fanático de Dickens y me encanta pasar por él. Me gusta mucho ir a colegios y siempre recalco ante los chicos la necesidad volver a los clásicos, sobre todo el asunto de la orfandad. Que lean Oliver Twist, David Copperfield y otros clásicos y que no se sientan intimidados por su tamaño, que superen este rechazo inicial. Yo no soy muy partidario de releer libros, pero David Copperfield me lo he leído cuatro veces. Y no se trata sólo del asunto del abandono, se trata sobre todo de que estos niños descubren un elemento heroico que tienen que poner en práctica rápidamente para sobrevivir. Eso les permite crecer, más rápido quizá de lo que deberían haberlo hecho, y convertirse en otras personas.
Tiene también relación con la estructura de El Principito, qué otras referencias juveniles manejaba.
Curiosamente es usted la segunda persona que me menciona hoy el libro de Saint Exupery, pero no lo he leído. Quizá debería.
Sí debería.
Otra referencia clara era La vuelta al mundo en 80 días, me encantaba la idea de soltar a un niño y que diera la vuelta entera al planeta antes de regresar a su casa. Muchos de mis lectores suelen percibir en mis libros la influencia de Roald Dahl, y me encanta que lo digan porque a mi me gusta mucho. Pero una vez que te pones a escribir se te olvidan esas influencias y te centras en la narración, en adónde te va a llevar esa historia. Porque a menudo no lo sabes. Yo no soy de esos escritores que antes de ponerse a escribir ya sabe por donde va a ir. Suelo tener un plan general. Pero al mismo tiempo, es cierto que soy un lector obsesivo, de modo que no es tan difícil imaginar que todas esas referencias se cuelen de forma inconsciente.
Usa ese esquema clásico, e incrusta en él una lección moral contemporánea: sobre la defensa de lo extravagante, lo raro, lo que se sale de la norma. ¿Tan versátiles son los mecanismos narrativos del siglo XIX?
Soy un escritor contemporáneo y por tanto todos mis temas lo son. Incluso en las novelas de corte histórico siempre intento reflejar el presente. Pero la estructura de la novela clásica ha perdurado tantos siglos porque funciona muy bien.
Eso invita a una conclusión optimista sobre la perdurabilidad de la novela.
Sí, sí, por supuesto. Sigo siendo muy optimista en lo que se refiere al futuro de la novela. Hace sesenta o setenta años ya se auguraba el final de la novela por el surgimiento del cine, por no hablar del libro de bolsillo o la televisión. La novela nunca acaba, es eterna porque como seres humanos nos encanta que nos cuenten historias. Y la mejor forma de contar una buena historia es una novela. Vayas a donde vayas, en tren, en autobús, en el aeropuerto… siempre hay gente leyendo y siempre la habrá. Lo malo con los libros electrónicos es que ya no sabes lo que va leyendo la gente. Y entonces les resulta muy fácil leer 50 sombras de Grey.
Bueno, aquí los lectores de suburbano a menudo forran con papel de periódico o de regalo los libros para que no se sepa qué leían.
¿En serio? Ja, ja, ja.
Hay una convivencia chocante en la novela entre esos elementos argumentales muy contemporáneos, como la pareja de lesbianas mayores, y a la vez, otros de corte decimonónico o casi dieciochesco, como el de los padres que están dispuestos a abandonar un hijo a su suerte. ¿Temió ir demasiado lejos con alguno de los dos?
A mí me interesa y me divierte mucho leer las listas de libros juveniles que, sobre todo en Estados Unidos, han sido prohibidos o censurados, lo cual quiere decir que los escritores están haciendo algo bien. Es deber de la literatura ser subversiva, mucho más si va dirigida a un público juvenil. Los chicos ya no leen Los cinco o Los siete secretos Enid Blyton. Escribir una novela hoy para el público joven es todo un desafío, creo que mucho más que antaño. La novela juvenil ha evolucionado muchísimo desde la época en la que yo la leía hasta ahora.
En todo caso, resulta mucho más inquietante la familia que decide abandonar al pequeño que la aparición de esa pareja gay.
No sé muy bien qué ocurre en España, pero sólo tienes que ir al juzgado de familia en Dublín para descubrir que hay muchos padres dispuestos a abandonar a sus hijos, y hacerles cosas aún peores. Se habla mucho de la familia como una entidad inamovible y esencial para la sociedad, una entidad que lo abarca todo. De hecho, el sábado se celebró en Irlanda un referéndum sobre los derechos de los niños, el derecho de los homosexuales a adoptar y demás. Sin embargo, la integridad de la familia se desmorona. Nada más que tienes que leer los periódicos: los casos de abandono, de abuso o de maltrato son tan numerosos como lo han sido siempre. Esto ha ocurrido siempre y seguirá ocurriendo, por mucho que se empeñen algunos en hablar de la santidad de la familia.
Tanto por la ampliación de la esperanza de vida como por el hecho de que los padres trabajan, hoy los abuelos están más implicados en la crianza de los nietos. ¿Esas jubiladas gay encarnan esa relación de la tercera edad con la infancia?
Con las dos señoras del globo no estaba pensando en ese vínculo entre abuelos y nietos, pero sí quería introducir una pareja homosexual en la novela. El libro partía de ese empeño por hablar sobre una persona que es diferente y, en cierto sentido, el que Barnaby flote puede considerarse una metáfora de la homosexualidad. Cuando quieres hablar en estos términos y con estas metáforas necesitas introducir algo así: una pareja que se quiere, que se comunica muy bien y que resulta que son gays.
El episodio del circo de los monstruos es pues una metáfora sobre la censura moral hacia la diferencia.
Sí, ciertamente. Quizás ahí encontramos las diferencias más exageradas, porque el resto de personajes pueden tener diferencias que cualquiera de nosotros puede tener, como tener la cara quemada y cosas parecidas. En cambio estos monstruos, como les llaman, tienen las diferencias más extravagantes, tan absurdas como la del propio Barnaby, un niño que flota. Hablamos de niños protagonistas que no han sido contaminados por la crueldad de sus padres. Y estos monstruos son personas extraordinarias, son amables, se cuidan unos a otros, son leales, buenos amigos…, lo contrario de los padres de Barnaby que son terribles. Leyendo lo que escribo podría pensar que mi infancia fue horrible…
¿…?
No es el caso, tuve una infancia muy feliz. Me dan pena mis padres. Dirán, "¡qué va a pensar la gente con esos padres que saca en los libros!".
La secuencia más estremecedora de Steven Spielberg no está en ninguna de sus películas sobre guerra o esclavitud, es aquella en que Frances O’Connor abandona a Haley Joel Osment en Inteligencia artificial. La escena más cruel de su libro es en la que la madre de Barnaby rasga la mochila de arena de su hijo para que este se vaya volando. Se puede oír es siseo de ese reloj de arena del abandono.
Sí, lo es, sin duda. No se me ocurre un crimen mayor que abandonar a tu hijo, así que sí, es con mucho la escena más violenta del libro. Sobre todo por el motivo, lo abandonan porque les avergüenza tener un hijo que no es normal.
Estamos hablando de asuntos morales tremendos y me preguntaba si como escritor adopta una postura diferente cuando escribe un libro para jóvenes o adultos.
Un truco para conseguir una diferencia de tono que yo siempre utilizo es que en mis novelas para adultos el narrador escribe en primera persona, mientras que en los libros para jóvenes, escribo en tercera persona, lo cual me permite mantener mayor distancia entre el narrador y el niño protagonista y también que el narrador, y con él el lector, sepan más que el niño protagonista. Por ejemplo, en el caso de las señoras del globo, un lector de una cierta edad se da cuenta de qué relación mantienen entre ellas; Barnaby, no necesariamente. Sin embargo puedes continuar leyendo la historia sin perderte nada por eso. Recuerdo que cuando era niño las novelas que más me interesaban eran aquellas en las que, al acabar, tenía la sensación de que me había perdido algo, que no había extraído todo su significado. Eso me impulsaba a querer saber más, hacerme adulto más rápido, ese ansia de saber, esa curiosidad, es un motor para crecer.
¿Por qué decidió que esa ciudad que los padres consideran "el mejor sitio del mundo" para vivir fuera Sidney?
Conocí Australia durante la promoción internacional de El niño con pijama de rayas, en 2006, y me enamoré inmediatamente como no me había ocurrido con ningún otro lugar. Caí rendido. Desde entonces he vuelto todos los años. Y la idea de escribir una novela cuya acción se desarrollara en Australia viene de ahí. Elegí Sydney como punto de partida de este viaje de Barnaby Brocket, entre otras cosas y quizá la más importante, porque eso me permitiría vivir allí durante varios meses. De hecho, la casa que se describe en la novela, desde la que se ve el puente y la ópera, es la que ocupé esos meses.
¿Qué ventajas y qué inconvenientes tiene para usted como escritor colocar en el centro de la acción a un niño?
Un niño no ha desarrollado todas las puñetas que desarrolla un adulto. No tiene una historia de corazones rotos, decepciones, muertes…, un niño es un personaje feliz, optimista y positivo. Es muy fácil lanzar un personaje así para ponerlo en el centro de la historia. Como desventaja, no se me ocurre ninguna, porque aunque el personaje central sea un niño, si nos adentramos en temas demasiado fuertes para lectores jóvenes siempre tengo la opción de escribir la misma historia para adultos. No veo ninguna desventaja, la verdad.
¿Nunca se ha encontrado poniendo palabras suyas en boca de un niño?
Me pasó con El niño con pijama de rayas. Tuve que aprender a contar la historia a través de los ojos de un niño. A través de los distintos borradores de esa novela, seguía identificando frases o diálogos que parecían más mías que de un niño de esa edad. Al final es mi instinto el que me ha permitido conseguirlo, he aprendido a estructurar la voz narrativa para que no ocurra eso, que tengamos un niño que habla como un treintañero. Recuerdo cuando tenía 20 años que asistí a una clase de escritura creativa en el Reino Unido. Uno de los alumnos escribió una historia muy interesante que estaba narrada desde el punto de vista de un carrito de supermercado. Sin embargo, no sonaba como si fuera un carrito de supermercado. Fue entonces cuando me di cuenta de que los niños de ahora son muy diferentes del niño que yo fui, y en segundo lugar, de que yo ya no soy un niño. Ser consciente de eso es importante para crear la voz narrativa de un niño. Siempre he querido escribir sobre niños y que hablen como tales. Este libro, por ejemplo, cuyo protagonista tiene ocho años, tienen que poder leerlo personas mayores, pero también niños de ocho o nueve años sin que la voz de Barnaby parezca una voz impostada, sino una narración realista.
Pregunta obligada: ¿cómo se sobrevive a un éxito como El niño con pijama de rayas?
Pues estupendamente. Es mucho mejor tener que sobrevivir a un éxito arrollador que tener que hacerlo a un fracaso aplastante.
¿Pero hay que tener una disciplina mental en particular para encajarlo, para que no se convierta en una presión extra al seguir escribiendo?
En primer lugar, era mi quinta novela. Si hubiera sido la primera quizá habría sido más difícil de encajar, pero ya había escrito otras cuatro novelas, conocía la naturaleza del negocio, sabía que el hecho de que vendas muchos ejemplares de un libro no quiere decir que del siguiente logres vender ni siquiera la mitad. Lo que hice fue seguir escribiendo como siempre había hecho. Sí es verdad que en un momento dado me cansé de hablar del libro, me sentí un tanto hastiado de hablar una y otra vez de lo mismo. Pero nunca me sentí abrumado ni por las ventas ni por la película. También me ayudó el hecho de que desde que acabé el manuscrito hasta que se editó pasaron nueve meses y durante ese tiempo hubo mucho interés por parte de editores extranjeros lo que nos sirvió para darnos cuenta, incluso antes de ponerlo en venta, de que el libro era muy probable que tuviera mucho éxito. Estaba listo. No sólo para el éxito de ese libro sino que estaba listo como escritor para tener por fin un éxito.

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