Después de 29 novelas y todos los premios de literatura imaginables, salvo el Nobel, Roth ha asegurado que no escribirá más. Sus motivos: ya se le agotó el entusiasmo para una tarea que consiste fundamentalmente, según él, en la frustración
Roth decidió abandonar la escritura en 2010, pero recién lo confiesa públicamente. /Fred R. Conrad/The New York Times./ Revista Ñ. |
El 7 de octubre la revista francesa Les Inrocks publicó una entrevista con el novelista Philip Roth
en la cual dijo que se retiraba del oficio. No escribiría más. Toda una
declaración para el narrador estadounidense más prolífico y condecorado
de su generación. Roth nació en 1933 y ha escrito 29 novelas en total;
la primera, Goodbye, Colombus (1959) y la última Nemesis
(2010). Curiosamente, los medios estadounidenses se demoraron casi un
mes para mencionar la noticia. Y recién ayer, el domingo 18 de
Noviembre, el New York Times, publicó una entrevista con Roth acerca de su decisión (Nota: esta entrevista está unida al final de ésta).
Ese
artículo cuenta que Roth ahora tiene pegado un cartelito a la pantalla
de su computadora que dice: “La lucha con la escritura ha terminado”
(“The struggle with writing is over”) y enfatiza que ese recordatorio
diario le da “enorme fortaleza.”
En esa entrevista también aclara
que había tomado la decisión de dejar de escribir en el 2010, unos meses
después de escribir Nemesis, una breve novela sobre una epidemia de
polio en Newark, Nueva Jersey en 1944. “No dije nada sobre el tema,
porque quería estar seguro de que era cierto. Pensé: ‘espera un momento.
No anuncies tu retiro para después arrepentirte.’ No soy Frank Sinatra.
Entonces no le dije nada a nadie, simplemente para ver si era así.”
En
la nota de octubre con Les Inrocks había dicho: “Decidí que estaba
terminado con la ficción. Ya no la quiero leer, no la quiero escribir y
ni siquiera quiero hablar de ella. He dedicado mi vida a la novela: la
he estudiado, la he enseñado, la he escrito y la he leído. Basta. Es
suficiente. Ya no siento la dedicación a la escritura que he sentido en
toda mi vida. La idea de luchar con la escritura una vez más me resulta
intolerable.”
Roth tiene 79 años y se encuentra en muy buena salud.
Una
cosa que hizo para ayudarse tomar la decisión fue leer una serie de sus
novelas favoritas, entre ellas las de Conrad, Dostoievski, Turgenev,
Faulkner y Hemingway. Después leyó toda su propia obra novelística en
orden cronológico inverso. Salvo que al final se aburrió, por lo tanto
omitió los primeros cuatro libros: Goodbye, Colombus (1959), Letting Go (1962), When She Was Good (1967), y Portnoy’s Complaint (1969).
En
la entrevista con Les Inrocks dijo que tras este experimento de lectura
concluyó que había hecho lo mejor que pudo con lo que tenía a su
disposición. Y en la nota con The New York Times agregó que ya sabía que
no tendría más una buena idea para escribir una novela.
En ambas
entrevistas el tono de Roth es amargo acerca de la tarea de escribir.
Enfatiza que es algo ingrato y sufrido: “Escribir es frustración – es
una frustración diaria, sin mencionar que es una humillación”, dijo. Y
agregó: “No me puedo enfrentar más con los días en los cuales escribo
cinco páginas y las tengo que tirar. Ya no lo puedo hacer más.”
¿Qué hace, entonces, Roth, con su tiempo libre?
Visita a sus amigos y aprende a usar su nuevo iPhone con la asistencia del libro iPhone para Dummies.
Además trabaja con su biógrafo oficial, Blake Bailey. Bailey, cuya última biografía fue la de John Cheever,
hará la biografía oficial de Roth. “Blake me ha sacado el peso de mi
espalda,” dijo Roth. “Ya no soy responsable de mi vida y de minarla para
mi ficción. Sabes, yo necesitaba mi vida como un trampolín para mi
ficción. Necesito tener algo debajo de mis pies cuando escribo… Reboto
sobre el trampolín y bajo a las aguas de la ficción. Pero tengo que
comenzar desde la vida para que pueda llenar la ficción de vida.”
Curiosamente,
en estos mismos días hubo otros abandonos anunciados. El escritor
húngaro Imre Kertész , Premio Nobel de Literatura, y superviviente de
los campos de exterminio de Auschwitz y Buchenwald, dijo que abandonaba
la escritura. Tiene 83 años.
Por otro lado el cineasta
estadounidense Quentin Tarantino, de 49 años, dice que tras filmar su
décima película (va por la séptima) abandonará su oficio: "Uno se
detiene cuando se detiene, pero en un mundo imaginario e ideal, 10
películas para una filmografía como la mía estaría bien. Si me ocurriera
algo, un cambio fuerte en el corazón a partir de la aparición de una
nueva idea, podría pensar en el regreso. Pero creo que diez es un número
suficiente para una declaración artística. Yo ya hice siete."
Y Philip Roth, por su lado, sigue militando silenciosamente contra la profesión de letras. El periódico inglés The Guardian reportó el 16 de noviembre
que un joven escritor llamado Julian Tepper se acercó a Roth en un deli
de Nueva York para pedirle sus sugerencias sobre cómo seguir su en
carrera. Roth le contestó, categóricamente, “Es un campo terrible.
Simplemente tortura. Escribes y escribes y tiras la mayoría de lo que
haces porque no sirve para nada. Yo te diría para ya de hacerlo. No te
quieres hacer esto a ti mismo. Ese es mi consejo para ti.”
Philip Roth: "Releí casi todos mis libros y supe que ya no iba a volver a tener una buena idea"
En la computadora del departamento de Philip Roth en el Upper
West Side hay en este momento una nota adhesiva que dice “Se acabó la
lucha con la escritura”. De esa manera Roth, que cumplirá 80 años en
marzo y que ha gozado de una de las carreras más largas y celebradas de
las letras estadounidenses, se recuerda a sí mismo que dejó de escribir
ficción: 31 libros desde que comenzó, en 1959. “¡Cada mañana miro esa
nota y me da tanta fuerza!”, dijo el otro día. Para sus amigos, la idea
de que Roth no escriba es como que Roth no respire. A veces daba la
sensación de que lo único que hacía era escribir. Trabajaba solo durante
semanas seguidas en su casa de Connecticut, regresando cada mañana a un
estudio cercano donde escribía parado y al que solía volver a la noche.
A una edad en la cual la mayoría de los novelistas bajan el ritmo, él
recobró sus fuerzas y escribió algunos de sus mejores libros: El teatro de Sabbath , Pastoral Americana , La mancha humana y La conjura contra América
. Ya tenía 70 años largos y los libros, aunque se volvieron más cortos,
se sucedían sin interrupción, a razón de prácticamente uno por año. Sin
embargo, en el transcurso de esta entrevista –que duró tres horas y es
la última, según dijo– Roth se mostró animado, relajado y en paz consigo
mismo y con su decisión, que fue anunciada el mes pasado en la revista
francesa Les InRocks. Bromeó y recordó, habló de otros escritores y de
la escritura y analizó su carrera con aparente satisfacción y pocos
arrepentimientos. La primavera pasada designó a Blake Bailey como
biógrafo y desde entonces trabaja con él. En realidad, tomó la decisión
de dejar de escribir en 2010, dijo Roth, pocos meses después de terminar
su novela Némesis , sobre una epidemia de polio en su ciudad natal, Newark, en 1944.
No dije nada porque quería estar seguro de que era cierto. Pensaba “Bueno, cuidado, no se anuncia el retiro para después volver”. No soy Frank Sinatra. Por eso no se lo dije nada a nadie hasta saber que era un hecho.
En la mesa de su living hay una pila de fotos que
acaba de mandarle un primo: en una está su madre, al pie de una escalera
en traje de novia, con el velo cayendo sobre una escalinata; en otra,
un Roth muy jovencito con sus padres y su hermano mayor, Sandy, frente a
su casa de Newark; otra: Roth, un adolescente apuesto, sentado en un
sofá con su primera novia en serio; el soldado P. Roth vestido de
uniforme y con casco. A su lado hay un I-Phone, que se acaba de comprar.
–¿Por qué lo compré?. Porque soy libre. Cada mañana estudio un capítulo de I-Phone for Dummies
(I-Phone para tontos) y ahora ya sé manejarlo. Hace dos meses que no
leo una sola palabra. Saco esa cosa y me pongo a jugar. Enseguida se
corrige: –No leo nada durante el día. De noche leo. Acabo de terminar un
libro de Louise Erdrich, The Round House (La casa redonda).
Pero lo que más leo es Historia y biografías del Siglo XX. Yo viví esa
época. O era un niño o estaba en la escuela o en el trabajo. Es hora de
ponerme al día.
Hasta donde sabe, dice Roth, el único escritor que
se retiró cuando todavía tenía alguna posibilidad, por así decirlo, fue
E.M. Forster (1878-1970), que dejó de escribir a los 40 años. Son
experiencias distintas. Forster dejó de escribir, en gran medida, porque
pensó que no podía publicar libros sobre el tema que más le interesaba:
el amor homosexual. Roth dejó porque siente que ya dijo lo que tenía
para decir.
–Estuve sentado uno o dos meses tratando de pensar en
otra cosa y me dije: “Tal vez se acabó, tal vez se acabó”. Me tomé una
buena dosis de jugo de ficción releyendo a autores que no había leído en
50 años y que habían significado mucho para mí en su momento. Leí a
Dostoievsky, leí a Joseph Conrad –dos o tres libros de cada uno–, leí a
Ivan Turgueniev, que es el autor de dos de los mejores cuentos que se
han escrito, Primer amor y Aguas de primavera .
También releyó a Faulkner y a Hemingway.
–Y
después decidí releer mis propios libros, y empecé de atrás para
adelante, analizándolos fríamente. Y pensé: ‘Hiciste las cosas bien’.
Pero cuando llegué a Portnoy – El lamento de Portnoy , publicado
en 1969– había perdido el interés, y no leí los primeros cuatro libros.
De modo que había leído todo ese material excelente y después había
leído el mío y supe que no tendría otra buena idea, o que si la tenía,
iba a tener que trabajar como un burro.
Roth goza de excelente
salud ahora, tras una operación de espalda en abril, y hace ejercicio
regularmente. Pero dice: –Sé que no voy a escribir tan bien como antes.
Ya no tengo energía suficiente para soportar la frustración. La
escritura es frustración, es una frustración cotidiana, ni hablar de
humillación. Es como el béisbol: se falla un 75% de las veces. Ya no
puedo afrontar más esos días en que escribo cinco páginas y las tiro. Es
algo que ya no puedo hacer.
Cuando el sol comienza a ponerse, con
su intenso resplandor otoñal, el escritor Philip Roth abre la cortina
de uno de los ventanales del living. Si bien esta casa es su base en
Nueva York, sigue pasando mucho tiempo en Connecticut, donde escribir
menos le ha permitido recibir más gente.
“Este verano, mi casa
estuvo llena de gente”, dice. “Tuve invitados prácticamente todos los
fines de semana y a veces algunos que se quedaron la semana entera.
Ahora tengo alguien que me cocina. Antes, no podía tener gente en la
casa todo el tiempo. Cuando venían el fin de semana, yo no podía irme a
escribir”.
Sin embargo, hay que decir queRoth no ha dejado de
escribir del todo. Está colaborando en una novela breve, por correo
electrónico, con la hija de una ex novia, que tiene ocho años. Y ha
estado escribiendo largas notas y memos para su biógrafo. “Ahora trabajo
para Blake Bailey, pero no es un trabajo bien pago. Y desliza que nunca
antes le había sido tan fiel a nadie. Tiene sus motivos.
–Blake
me sacó un peso de encima. No soy responsable de mi vida ni de
analizarla. Antes necesitaba mi vida como trampolín para mi ficción.
Necesito tener algo sólido bajo los pies cuando escribo. No soy
fantasioso. Subo y bajo en el trampolín y salto al agua de la ficción.
Pero tengo que partir de la vida para poder inyectarle vida.
Las
notas que Roth viene preparando llenan cajones, dijo Bailey. “Son
elocuentes y completas”, agregó “pero son tantas que no llegaré a
leerlas en años”. Hay una cosa que Roth quería poner en claro: siempre
se le atribuyó erróneamente haber dicho que la novela está muriendo.
–No
creo que la novela esté muriendo. Dije que el público lector está
muriendo. Eso es un hecho, y hace 15 años que vengo diciéndolo. Dije que
la pantalla mataría al lector, y ya lo hizo. La pantalla de cine es el
comienzo, la pantalla de TV y ahora el tiro de gracia, la pantalla de la
computadora.
Pero cree que aunque el público lector disminuya,
seguirán escribiéndose grandes novelas. Y da ejemplos. “Ed Doctorow”,
dice, empezando a enumerar a algunos escritores que admira. “Don
DeLillo. Y ahora ese tipo Denis Johnson, que es dinamita. O Jonathan
Franzen, que es dinamita. Y Erdrich, una voz poderosa. Y hay otros 20
escritores jóvenes que son muy, muy buenos. Es importante lo que pasa”.
Entonces, se formula otra pregunta: –¿Para qué necesitamos más lectores?
Las cifras no significan nada. Los libros significan algo.
A la
hora de decir esto ya estaba oscureciendo. Philip Roth, se levanta,
cruza la habitación descalzo, sólo con medias y enciende algunas luces.
Traducción: Cristina Sardoy
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