La historia que llevó al peruano Santiago Roncagliolo a escribir El amante uruguayo está llena de ingredientes insólitos, tan atractivos como controvertidos
Santiago Roncagliolo, autor de El amante uruguayo./pagina12.com.ar |
Se trata básicamente de una investigación sobre la
relación amorosa que habrían mantenido Enrique Amorim y Federico García
Lorca y que gira alrededor de un dato tremebundo: el cuerpo de Lorca
yacería debajo de un monumento en la ciudad de Salto, donde Amorim lo
habría depositado en 1953 para rendirle tributo. La polémica en Uruguay
está a la orden del día y aunque el eje es Lorca, Amorim habría logrado
póstumamente su anhelado momento de fama.
Los
restos del mártir García Lorca, los restos de sus restos, están tan
desparramados que incluso llegaron a Uruguay, un destino improbable y
por eso mismo irresistible. Ochenta años de lucubraciones cargan hoy con
otra variante: el cadáver de Federico podría estar en la tierra donde
no nació Gardel. El cuerpo acribillado, buscado y manoseado descansaría
bajo un monumento en la ciudad de Salto, donde, en 1953, un escritor
millonario y moribundo le rindió tributo. Es más, ese escritor es
Enrique Amorim, el amigo uruguayo de Borges, quien le dedicó “Hombre de
la esquina rosada”. Y, como si esto ya no fuera bastante, Amorim habría
sido amante del poeta español más querido y popular del siglo XX. Este
combo de misterio, sexo y literatura (todo en condicional) está
seduciendo a muchos lectores de América Latina y España. Pero los
uruguayos están indignados.
“¿Es que usted no cree en la bisexualidad? Yo estoy en una de las
fotos. Yo de Amorim no fui amigo, pero lo vi levantar chiquilinas en su
auto. ¿Usted cree que en un pueblo tan chico como Salto no se sabría si
Amorim era homosexual?”, le preguntó un señor a Santiago Roncagliolo en
la presentación montevideana de El amante uruguayo. Una historial real.
El autor, que ya había leído algunas críticas locales a su libro y
ya es cinturón negro en escándalos, dio por terminada la velada y se
despidió. Una lástima. Porque daba para debatir.
Hace dos años, la editorial andaluza Alcalá (dueña de los derechos
de autor de Amorim) le encargó al escritor peruano un libro que ayudara a
vender las reediciones del ignoto uruguayo. El personaje era pintoresco
y daba para una biografía, pero además había un gancho descabellado que
ayudaría a darle más importancia al autor, algo que ni el propio Ian
Gibson –el gran biógrafo de García Lorca– había manejado en sus
trabajos. Y Roncagliolo dijo que sí. Probablemente la obra de Enrique
Amorim no se transforme en un éxito de ventas en España, pero su nombre
se está repitiendo sin cesar desde la publicación de esta investigación
novelada, que sí tiene los ingredientes para un bestseller.
El amante uruguayo. Santiago Roncagliolo. Alfaguara 396 páginas
Jorge Luis Borges es un Georgie inseguro y enamorado de Norah Lange.
Neruda es un mujeriego narcisista y celoso. Picasso es un esclavo del
trabajo y, también, otro mujeriego. Chaplin –porque también está
Chaplin– se confundió a Amorim con Sartre en una velada parisiense. El
poeta francés y militante comunista Louis Aragon era una bestia política
y un autoritario. Y el comunismo fue una farsa. “La envidia, la
inquina, la hipocresía y la traición determinaron la historia de la
literatura que ha llegado hasta nuestros días”, afirma Roncagliolo,
mostrando claramente desde qué lugar se va a posicionar para hablar de
sus personajes.
El archivo personal de Enrique Amorim, un poco de material
biográfico de los diferentes artistas, una pizca de historia cultural
del siglo XX y otra pizca —mayor— de tejido narrativo e hipótesis del
autor dan forma a este libro que pide ser leído como una historia real y
que tiene como centro a un Amorim construido a partir de sus cartas,
diarios personales, y archivos de prensa de la época. El amante uruguayo
de García Lorca, como lo sugiere Roncagliolo, fue un hombre casado
homosexual que tenía mucho dinero y talento para adoptar los estilos y
formas de época. Dandy encantador y falsario, el escritor uruguayo logró
insertarse en todos los círculos artísticos a los que aspiraba
pertenecer. Se codeó con la crema de la crema gracias a su dinero y
mantuvo amores y odios literarios y personales que aparecen explicitados
en este libro, que elige contar la historia cultural de medio siglo en
clave de star-system.
Roncagliolo, que suele utilizar en su investigación categorías del
presente para hablar del pasado, asegura que el escritor uruguayo se
valió de las herramientas del marketing para hacer conocer su obra.
Imitaba los estilos de época, se cambió de bando las veces necesarias.
Camaleónico, impostor, el Amorim de El amante uruguayo muestra facetas
incómodas de un escritor que, aunque nunca pudo alcanzar la fama ni el
éxito literario mundial que añoraba, es una figura respetada de la
cultura uruguaya. Su obra, despareja, fue constante hasta su muerte y
aparece poco mencionada –-poco leída en realidad— en esta suerte de
biografía. Publicó cuarenta libros, bastante olvidados, y recorrió todos
los géneros. Despuntó con la novela La carreta en 1932, que fue
reeditando con variantes a lo largo de toda su vida. Logró enderezar su
suerte literaria y obtuvo cierto reconocimiento de críticos que hasta el
momento vapuleaban la obra del escritor empedernido. Había encontrado
una fórmula y, por primera vez, era original. Narró la historia de un
grupo de prostitutas que viajaban en una carreta por el noroeste de
Uruguay y logró lo que se necesita, a veces, para vender un libro:
polémicas. Esas mujeres no habrían existido sino que serían un invento
más del fabulador. El defendió el verismo de sus fuentes con uñas y
dientes aunque luego, cuando un escritor francés retomó ese tema, lo
acusó de plagiario. Las prostitutas habían salido de su imaginación y le
estaban robando su idea. Otra polémica que logró que su libro fuera
traducido y publicado en París. Historias como ésta se suceden en el
libro de Roncagliolo y todas las fuentes aparecen debidamente
documentadas al final. El escritor peruano no se inventó nada. Lo único
que se inventó fue la forma de contar una historia, forzando muchas
veces indicios, frivolizando otras veces, llevando al lector a sacar
conclusiones apresuradas, llenándolo de preguntas; seduciéndolo. De
alguna manera se mimetiza con el método que describe. Roncagliolo se
“amorimiza” al contar la historia de quien había dejado todo preparado
para pasar a la posteridad.
El autor de La carreta se murió a los sesenta años y hacía tiempo
que estaba enfermo. Sabía que se le acababa el tiempo y se tomó el
trabajo de dejar un archivo de su vida ordenado de forma casi guiada
para que una mano del futuro lograra lo que más ansiaba: no ser
olvidado. Hoy Amorim resucitó. Aunque el gancho es García Lorca,
finalmente está en boca de todos. Pero no todos están contentos. Hasta
la salida de este libro, la homosexualidad de Amorim fue un tabú. Casado
con Esther Haedo, prima de Borges, se construyó una fachada de
mujeriego para despistar y es lo que siguen repitiendo las personas que
lo conocieron. Pero están las cartas. Esas que intercambiaba con
varones. En particular con el poeta granadino. Cartas encendidas y en
clave y que demuestran que, al menos para Amorim, algo tuvieron durante
su pasaje por Montevideo. Y el uruguayo se quedó enganchado y le siguió
la pista hasta su muerte. Pero para saber el resto, “habrá que excavar”,
como le dijo el intendente de Salto a Roncagliolo durante la
presentación de su libro. Pero es más que improbable que vayan a
excavar. Y es muy probable que siga el misterio.
ENRIQUE AMORIM JUNTO A FEDERICO GARCIA LORCA
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