En la segunda edición del festival interdisciplinario Puerto de ideas, en Chile, el búlgaro recordó su juventud en un régimen totalitario. El argentino evocó a Borges
Alberto Manguel. Fue el encargado de inaugurar el festival y habló sobre los errores literarios./Jimena Castro Valdés. |
Tzvetan Todorov. "Todo estaba controlado por el Partido". Jorge Villa Moreno./Revista Ñ |
Uno de los grandes desafíos de los festivales culturales es el
de integrar lo que sucede en el evento a la ciudad. Es difícil: los
congresos, coloquios y ferias del libro tienden a separarse de la ciudad
que los rodea más que a penetrarla. A esa especie de toma de la ciudad
pareció apuntar la segunda edición del Festival Puerto de Ideas, que
terminó ayer en la ciudad chilena de Valparaíso. La abigarrada oferta de
tres días de festival ocupó cinco sedes estratégicas de la ciudad,
patrimonio de la humanidad, como el atrio de la Iglesia La Matriz o el
Museo Lord Cochrane, con sus terrazas semicirculares, que funcionan como
mirador de la bahía, y desde donde un grupo de afortunados suele
recibir el año nuevo. Pero ¿qué pasó en el festival?
La apertura,
luego de las palabras oficiales, estuvo a cargo del escritor
argentino-canadiense Alberto Manguel. Durante cerca de una hora, disertó
acerca de las imperfecciones, los errores, las omisiones y lo
inconcluso en el proceso literario. Con la figura de Borges como eterno
fetiche de sus textos ponencias, Manguel ponderó la idea del fracaso por
sobre el éxito, que parece un objetivo más emparentado con el mercado y
el capitalismo que con la literatura o el pensamiento. Una cita de
Beckett condensó su charla: “Fracasar, probar de nuevo, fracasar mejor”.
El sábado la cosa empezó temprano con una charla de la narradora
española Almudena Grandes (ver recuadro). A pura improvisación, contó
con humor e intensidad política el modo en que escribió sus libros más
importantes, con el foco puesto en su “ work in progress ”: un
fresco de seis novelas sobre los años de la posguerra española. El
proyecto se puede insertar en una tradición de grandes narradores
realistas y sociales de España, cuyo referente es Benito Pérez Galdós y
sus Episodios nacionales .
El evento más esperado, en el
que el auditorio explotó de gente, fue la entrevista pública al pensador
búlgaro Tzvetan Todorov, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias
Sociales en 2008. En una ex cárcel devenida en parque cultural, donde el
año pasado se presentó Julia Kristeva —otra búlgara exiliada en
Francia—, Todorov se dio el lujo de rememorar su formación en una
autobiografía en miniatura: “En la Bulgaria de mis años de formación,
todo, lo que se debía pensar, lo que se podía decir, estaba controlado
por el Partido. Esa realidad no era muy alentadora. En ese contexto,
empecé a interesarme por la materialidad de la obra literaria: cómo se
hace un poema, una novela. A los 24 años tuve la oportunidad de ir a
formarme al exterior. Elegí París. Al principio estaba desorientado; el
sistema educativo francés es muy complicado. Nadie parecía orientarme en
lo que a mí me interesaba. Después de unos seis meses, alguien me dijo
‘hay un profesor que se interesa por las mismas cosas que vos. Se llama
Roland Barthes’. Cuando lo conocí, me pareció un hombre muy generoso y
muy amable”. Luego habló sobre los totalitarismos y las democracias, su
tema clave de las últimas décadas.
Lo interesante del Puerto de
Ideas es que no es un festival únicamente de literatura. En una
tendencia que viene creciendo en los festivales europeos en los últimos
años, la apuesta está en el cruce: biólogos, arquitectos, teóricos,
escritores, músicos, artistas plásticos... los géneros y las disciplinas
confluyen, y la idea es que de ese cóctel surja la epifanía. Así, un
director de orquesta como Eduardo Browne desmenuzó las invasiones
inglesas de música pop; un abogado como Agustín Squella habló del
concepto de igualdad y un biólogo marino como Ricardo Letelier trazó la
historia de una gota de agua. “En una gota —dijo— hay 50 millones de
células vivas, y todas están haciendo algo”. Agregó, además: “La tierra
tiene 4 mil millones de años. De solo 100 mil años tenemos constancia
del homo sapiens. Eso equivale a tres segundos de un día”.
A
diferencia del año anterior, la convocatoria fue más acotada. Pero a
medida que las conferencias y los encuentros iban discurriendo,
empezaron a aparecer los jóvenes, que son los que pueden capitalizar un
festival con mayor fervor, y las salas se fueron conectando con esa
electricidad tan asociada a la cultura portuaria de Valparaíso.
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