La historia de un pleito de cuatro décadas que dejó en manos israelíes los documentos personales del escritor checo
Franz Kafka, autor de clásicos como La metamorfosis, El proceso, El castillo y América. Murió de tuberculosis en 1924, a los 40 años de edad.elespectador.com |
La historia de los manuscritos de Franz Kafka tiene el suspenso y la
acción de un thriller perfecto. Empieza con el llamado “testamento”, un
documento que nadie ha visto pero del que todo el mundo habla, en el que
Kafka le pide a Max Brod que recoja todos sus escritos y los queme,
“sean diarios, manuscritos, cartas, propias y ajenas, dibujos, etc.”,
“sin dejar nada y sin leerlo”. Pero Brod, que estaba convencido de que
Kafka era un santo con un mensaje salvador para la humanidad, recuperó
todo cuanto pudo del legado de su amigo para publicarlo.
A los dos
meses de la muerte de Kafka, firmó un contrato para publicar las tres
novelas inéditas de Kafka, de las cuales la primera en salir fue El
proceso en 1925, seguida de El castillo (1926) y América (1927). Mucha
gente se escandalizó al ver cómo Brod traicionaba la confianza de su
amigo, pero en la actualidad no existe duda de que Brod hizo lo correcto
al salvar del fuego la que muchos consideran hoy día la mejor obra en
lengua alemana, y quizá de la literatura universal, del siglo XX.
La
noche del 14 de marzo de 1939, víspera de la invasión nazi a
Checoslovaquia, Brod salió huyendo de Praga hacia Palestina, llevando de
equipaje una maleta con los manuscritos de Kafka, en el último de los
trenes que atravesaron la frontera 5 minutos antes de que los alemanes
la cerraran, para salvar milagrosamente así su vida y el legado de su
amigo. En 1956, la crisis del canal de Suez, que amenazó con desatar una
guerra en el Oriente Medio, hizo que Brod, conocedor por experiencia
propia de los peligros que corrían los manuscritos en tiempos de guerra,
los llevara a Suiza, donde los guardó en una caja fuerte.
Cuando
Malcolm Pasley, un joven germanista de Oxford, amigo de Marianne
Steiner, hija de Valli, la segunda hermana de Kafka, se enteró de que
Brod ya no tenía los manuscritos en su apartamento de Tel Aviv, pidió
autorización a las tres sobrinas de Kafka para trasladarlos a la
biblioteca Bodleian de Oxford. La autorización le fue concedida, y Brod
accedió a entregar la obra que tenía en fideicomiso, excepto los
manuscritos de El proceso, argumentando que Kafka se los había regalado,
quedándose otros manuscritos cuya existencia nadie conocía. Así y todo,
a Oxford se llegaron aproximadamente las dos terceras partes del legado
de Kafka.
Poco después de la llegada de Brod a Palestina, su
esposa falleció y el matrimonio no tuvo descendencia. Brod nombró como
heredera a su secretaria, Ilse Esther Hoffe, una mujer casada que se
convirtió en su amante luego de que Brod enviudara. Fue así como, tras
la muerte de Brod en 1968, esta señora entró en posesión de El proceso y
otros muchos documentos, como los manuscritos de Preparativos de boda
en el campo, los Diarios de viaje de Kafka, postales, cartas y objetos
personales del escritor, y otros escritos, que la señora guardó
celosamente en su domicilio de Tel Aviv, declinando de manera
sistemática todas las peticiones que le hicieron los eruditos para
examinar los originales, pero dejando, eso sí, entrever que entre las
pertenencias había documentos muy valiosos.
En 1974, Hoffe fue
detenida en el aeropuerto internacional Ben Gurión cuando pretendía
sacar en su equipaje varias cartas de Kafka y sus Diarios de viaje. Se
la acusó de infringir la Ley de Archivos, que prohíbe sacar de Israel
materiales valiosos antes de que la administración los haya registrado y
copiado. Quedó en libertad a condición de permitir que se catalogaran
sus posesiones, pero Hoffe no respetó su palabra y ocultó a los
estudiosos numerosos manuscritos. Se asegura incluso que se llevó parte
al extranjero ilegalmente, por lo que es probable que importantes
documentos hayan desaparecido en manos de coleccionistas anónimos.
En
1987 consignó los manuscritos de El proceso en Sotheby’s para
rematarlos en subasta pública. El anticuario Heribert Tenschert, en
representación del gobierno alemán, se quedó con los manuscritos por
US$1,98 millones, un precio muy bajo, menos de la mitad, como reconoció
el propio Tenschert. La señora Hoffe, que había permanecido en el
anonimato, se disgustó profundamente al sentirse estafada por recibir
una suma muchísimo menor de la que esperaba por El proceso y prometió no
entregar nada más del legado de Kafka a los editores. Los manuscritos
llegaron poco después de la subasta al Archivo de Literatura Alemana en
Marbach, donde reposan actualmente. Un final poco feliz para quienes
consideran una trágica ironía que los manuscritos de El proceso, una
novela en la que muchos ven una premonición del holocausto judío, hayan
quedado en manos del Estado alemán.
Tras la muerte de Esther
Hoffe, a la edad de 101 años, la Biblioteca Nacional de Israel impugnó
su testamento, que dejaba el legado de Kafka y el de Brod a sus dos
hijas, Ruth y Eva, con el argumento de que Esther Hoffe no era
beneficiaria sino ejecutora del testamento de Brod, significando que,
después de la muerte de Hoffe, el archivo con el legado de Kafka debía
ser entregado “a la Biblioteca Nacional de Jerusalén, a la Biblioteca
Municipal de Tel Aviv o a otro archivo público en Israel o en el
extranjero”, según dejó establecido Brod en su testamento fechado en
1961. La Biblioteca Municipal de Tel Aviv renunció a cualquier
reclamación a favor de la Biblioteca Nacional de Jerusalén, que quedó
como única beneficiaria expresamente designada por Brod.
La
maquinaria legal se puso en marcha y de inmediato una tropa de doce
abogados, en representación de los distintos actores del proceso, entró
en acción. Cuatro abogados eran de las dos hermanas, tres de Eva y uno
de Ruth, lo que muestra el mayor interés de Eva, quien dice tener con
los manuscritos una “relación biológica” tras cuarenta años de vivir con
y para ellos en el apartamento de la calle Spinoza Nº 23.
Los
abogados de las hermanas reclamaron el derecho a la herencia con base en
un documento llamado “la carta regalo de Brod” de 1952, que
aparentemente le daba la totalidad de los materiales de Kafka a Esther
en vida de Brod. Pero la carta estaba incompleta, le faltaban las dos
páginas centrales, que eran cruciales para aclarar las limitaciones del
regalo de Brod, y fue rechazada como prueba.
Hábilmente, los
abogados de la Biblioteca, siguiendo la línea argumental de los abogados
de las hermanas, sugirieron que la real voluntad de Brod probablemente
se encontraba en algún documento del archivo guardado en las cajas de
seguridad en Tel Aviv y Zúrich, y solicitaron que se hiciera un
inventario del contenido del archivo. Las hermanas alegaron que no se
podía intervenir una propiedad privada para buscar un documento cuya
existencia se desconocía, pero la corte aceptó la petición de la
Biblioteca y, además, dictaminó que mientras no se decidiera nada con
respecto al testamento de Esther Hoffe, Eva y Ruth no podían tocar la
herencia, que incluye más de un millón de dólares en efectivo.
La
Biblioteca Nacional argumentó que la suma podía fácilmente provenir de
la venta de El proceso, lo que la Biblioteca Nacional consideraba una
violación al testamento de Brod. Eva, quien dijo vivir en la pobreza más
extrema, solicitó sin éxito una sucesión parcial, para tener la
posesión del dinero antes de que se conociera la suerte de los
documentos.
En julio de 2010 se hizo el inventario de una de las
cajas de seguridad en Tel Aviv y de las cuatro bóvedas en Zúrich. Las
cinco cajas restantes en Tel Aviv en un principio no se pudieron
inspeccionar porque las llaves que entregó Ruth, después de unas
tortuosas negociaciones, no sirvieron. Pero finalmente las abrieron, y
los abogados dijeron haber encontrado una “cantidad enorme” de
manuscritos, cuyo contenido específico, incluyendo documentos que puedan
iluminar la pregunta sobre la propiedad, será hecho público una vez
todo el material sea catalogado.
En abril del presente año, el
asesor legal del Estado, Iehuda Weinstein, dio su opinión a favor de que
los manuscritos estén en una institución pública y no en manos
privadas. Por eso no sorprendió el fallo del pasado 14 de octubre de la
juez Talia Pardo Kupelman, quien estimó que la colección de Brod debía
ser legada a la Biblioteca Nacional de Jerusalén. El director de la
Biblioteca celebró la decisión y dijo que la colección se volcará en
internet, “cumpliendo así con el deseo de Brod de permitir el acceso a
los escritos de Kafka desde todos los rincones del mundo”.
Además,
el tribunal ha ordenado a Eva Hoffe y a los herederos de su hermana,
Ruth Wiesler, quien falleció en mayo pasado, pagar las costas del juicio
y de la ejecución de la herencia de Brod, calculadas en 20.000 euros.
Los abogados de Eva han anunciado que recurrirán el veredicto.
El colombiano más kafkiano
En
Purgatorio, su última novela antes de morir en 2010, el escritor
argentino Tomás Eloy Martínez reveló la existencia en Medellín del
colombiano Guillermo Sánchez Trujillo, estudioso que dedicó media vida a
armar y desarmar las obras de Franz Kafka hasta juntar las piezas del
rompecabezas del escritor checo y publicarlas en cuatro libros. En la
página 90 de la novela de Martínez, la mujer protagonista, una lectora
ávida, le cuenta al autor “los hallazgos de un profesor colombiano,
*Guillermo Sánchez Trujillo, que durante años había estudiado la
influencia de Crimen y castigo sobre El proceso, hasta determinar que El
proceso es una fina urdimbre que le permitió a Kafka contar la ruptura
de su compromiso con Felice Bauer usando personajes y situaciones que
pasan tal cual de un libro a otro”.*
Autor de El enigma de los manuscritos. Desciframiento de El proceso de
Franz Kafka (2009), Crimen y castigo de Franz Kafka. Anatomía de El
proceso (2002), El proceso, edición crítica (2005) y El crimen de Kafka,
caso cerrado (2006). Historia publicada por El
Espectador.
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