Tres autores brasileños, cuyas obras empiezan a difundirse en castellano En Argentina, participaron en un encuentro sobre la literatura de su país
Altair Martins, Bernardo Carvalho, y Andrea del Fuego: Tres autores brasileños para el mundo./pagina12.com.ar |
Radar entrevistó a Andrea del
Fuego, Altair Martins y Bernardo Carvalho para obtener un panorama del
complejo universo cultural de un gigante que empieza a salir al exterior
mediante estimulantes políticas de Estado, pero que lucha contra la
falta de lectores y el peso de una lengua que permite los mejores
experimentos, aunque cuesta hacer interpretar por el resto de América Latina.
“Para
hablar sobre una generación literaria es preciso hablar de algún tipo
de unidad, y la unidad es tal vez uno de los mayores problemas de
Brasil, con el que se termina tropezando la ficción brasileña. Una
región grande y fragmentada donde se van creando islas literarias.
Brasil no es un país, es un archipiélago y uno vive en esa condición de
fragmentación”, decía Altair Martins que, junto con Andrea del Fuego y
Bernardo Carvalho, estuvo en Buenos Aires para el encuentro sobre
literatura brasileña que se realizó el lunes pasado en el auditorio del
Malba. Es precisamente por esa condición de archipiélago lingüístico que
representa Brasil dentro del continente latinoamericano, que su
literatura no ha tenido una trascendencia acorde con la magnitud de las
obras, tanto clásicas como contemporáneas, que se producen en el país
vecino. Contrarrestando esta situación, la actual política cultural del
gobierno brasileño ha ayudado mucho a la difusión de su literatura en
nuestro país, financiando traducciones y publicaciones que llevan
adelante las editoriales Corregidor, Adriana Hidalgo y Edhasa
–organizadoras del encuentro– con un criterio de selección focalizado
tanto en la difusión de autores importantes que no han sido traducidos
al español, como de los poetas y narradores contemporáneos que
representan un hallazgo en cuanto al nivel de riesgo y experimentación
dentro de su obra.
Rebelion contra el lector
Durante el encuentro, moderado por Florencia Garramuño y Damián
Tabarovsky, los autores hablaron del proceso de creación de sus novelas,
del estado actual de la literatura brasileña y de los riesgos de la
profesionalización de la literatura dentro del mercado. En este sentido,
Carvalho es muy crítico en cuanto a lo que se está escribiendo en este
momento en Brasil: “Hay una ruptura que tiene que ver con un cambio
dentro de Brasil. Es una literatura profesionalizante, direccionada al
mercado, que se preocupa mucho por la eficiencia narrativa del libro
como producto, del libro pensado para conquistar más lectores. Es un
cambio fundamental, que no se da solo en Brasil sino en el resto del
mundo y donde el gusto pasó a determinar qué es la literatura. El gusto
es absoluto e impera, el gusto del lector es lo que determina lo que va a
ser escrito, y vos publicás lo que los editores creen que va a tener un
efecto en el mercado. Eso pasa en el mundo entero, sobre todo está muy
claro en el mundo anglosajón. Cada vez hay menos editoriales pequeñas.
La idea de una literatura que cause problemas, una literatura que a la
gente no le guste, es un absurdo hoy. Sin embargo, hubo una época, tal
vez no hace tanto tiempo, en que eso no era un absurdo y hasta era algo
deseado”.
En relación con esta visión, el autor de Nueve noches –una de las
más celebradas novelas de Carvalho, ganadora del premio Portugal Telecom
2003– habló sobre los motivos que lo llevaron a escribir ese libro
reactivo, como él lo llama, escrito contra el desinterés por la ficción
que él notaba en el público lector de ese momento. Frente a su enojo por
el consumo cada vez mayor de la literatura de no ficción, donde los
lectores esperan encontrar a un personaje de carne y hueso, el autor
decide escribir una novela que partiera de un hecho real –como fue el
suicidio del antropólogo Buell Quain– donde el relato testimonial se
fundiese con la ficción más pura y, de esta manera, tenderle una
“trampa” al lector. El resultado, sonríe Carvalho, fue que la gente hizo
una lectura en primer grado de la novela y la leyó como si fuera un
libro de periodismo autobiográfico.
La literatura, como sucede también con el resto de las artes en
Brasil, estuvo siempre marcada por una búsqueda en lo formal y por un
agudo trabajo con el lenguaje, que no se circunscribió únicamente al
período de la vanguardia modernista sino que fue precedido y continuado
más allá de las corrientes que prevalecieran en uno u otro momento.
Grasciliano Ramos, Guimaraes Rosa, los poetas concretos y Luiz Ruffato
son sólo algunos ejemplos de ahora y de entonces. El realismo urbano,
sin embargo, también ha cobrado un espacio importante en la producción
literaria más reciente, y es sobre la proliferación de esta estética que
Bernardo Carvalho apunta: “Me parece que la búsqueda de esa eficiencia
de la que hablaba tiene que ver con construir una estética y un lenguaje
cada vez más realista en el sentido de que sea más fluido, donde haya
menos ruido, menos interrupción. Hubo una época en la que el error era
fundamental en la literatura, el defecto era interesante porque es el
defecto lo que marca la diferencia, y hoy hay cada vez menos
posibilidades de publicar el defecto. Cada vez es más profesional: vas a
un taller literario donde aprendés técnicas, donde aprendés por qué un
cuento es mejor que otro. Ahora, ¿por qué ese cuento muy malo no es
maravilloso? Es eso lo interesante de la literatura. ¿Por qué el error y
el defecto no es la cualidad? Hay un anhelo muy grande por parte de
Brasil de querer participar en esa especie de concierto universal
literario. El caso de Ruffato es un proyecto estético literario personal
de él, que habla de una clase trabajadora educada, una clase de
inmigrantes. Y es único, no se ve reproducido. Pero creo que Ruffato
forma parte de una generación o de un mismo momento que yo, que no es el
momento del ahora de la literatura brasileña sino un momento
inmediatamente anterior. Recuerdo que cuando estaba en Berlín, conocí a
una crítica alemana que me dijo: el problema de los brasileños es que
son muy experimentales, pero ya no saben cómo contar una historia. Creo
que con esas dos frases ella definió lo que Brasil tendría que ser hoy.
Tendría que producir una literatura no experimental, donde el lenguaje
fuera transparente. Si agarrás la literatura norteamericana, a Philip
Roth, por ejemplo, o si agarrás a Coetzee, que es sudafricano, un autor
diferente –los dos me encantan, son escritores geniales–, se nota que
son modelos absolutos del mercado. Los dos son realistas, con personajes
súper bien construidos desde un lenguaje transparente y que saben
contar bien la historia. Entonces pienso que el modelo de literatura que
se está creando es un modelo con varias diferencias entre autores, pero
es un modelo basado en la tradición anglosajona reciente, que es el
modelo del mercado”.
Archipielago Brasil
La novela de Altair Martins, La pared en la oscuridad (Premio San
Pablo de Literatura 2009) y Los Malaquias, de Andrea del Fuego (Premio
José Saramago 2011) son obras de una marcada diferencia en cuanto a
poéticas y materiales. Sin embargo, podrían funcionar como paradigma de
una narrativa que, si bien ya no puede leerse desde la pertenencia a un
movimiento ni enmarcarse dentro de lo que fue el regionalismo en Brasil
–generalmente asociado a lo nordestino–, en su prosa está contenido un
residuo de lo regional. Martins como autor riograndense emplaza la
historia en una pequeña ciudad cercana a Porto Alegre, mientras que
Andrea del Fuego escribe sobre la región de Minas Gerais. Si bien no
llega a transformarse en el eje de su estilo, ambas novelas recogen
elementos del folklore y de la idiosincrasia típica de cada región.
Estas regiones revelan a su vez, tanto en lo literario como en lo
geográfico, más distancias que cercanías. Andrea del Fuego recuerda las
controvertidas antologías del escritor paulista Nelson de Oliveira,
tituladas Generación 90 y Generación 00. “En la visión de Nelson de
Oliveira, yo formo parte de la generación ’00, que él define como la
generación del bizarro... Pero en fin, dentro de ese monstruo de figuras
que él compone, hay gente de los ’80, de los ’90, la generación ’00. Yo
tengo casi 40 años y esa generación que él reúne tiene hasta autores de
19. Las antologías están ordenadas por el año de publicación, no por la
edad o por la vivencia de cada uno. Sin contar que San Pablo –de donde
sale gran parte de ese recorte– tiene autores que vienen de varios
lugares. Yo por ejemplo fui criada en Sao Bernardo Do Campo, que es una
zona industrial, pero ahora vivo en la zona oeste, un barrio de
periodistas y escritores de San Pablo. Sin embargo, mi literatura va a
hablar de una región rural, del sur de Minas Gerais. O por ejemplo
Marcelino Freire, que habla en todos sus libros desde una voz de una
señorita de Sertaña, que es el interior de Pernambuco. El está en San
Pablo, pero tiene una voz que remite a otros lugares.”
Para Altair Martins, el problema de la región está dado por la
fragmentación a la que hacía referencia al comienzo de la charla, y que
de hecho se refleja en su prosa de manera contundente. En La pared en la
oscuridad, Martins construye más de catorce narradores diferentes, cada
uno con una voz definida por edades, ideologías y creencias singulares.
Estas voces irán relatando una historia cifrada alrededor de varios
silencios, de las palabras no dichas, de los diálogos truncos. Según
Martins, en Brasil existe todavía el rótulo de literatura gaúcha, que
hace referencia a toda la narrativa escrita en la región de Rio Grande
do Sul. Y aclara que allí, las reglas del juego son otras: para ser un
escritor gaúcho y ganar algún premio sureño es necesario no sólo haber
nacido, sino haberse quedado a vivir dentro de la región. Martins se
apresura a aclarar que este orgullo de los gaúchos tiene tanto ventajas
como desventajas. El producto local termina teniendo mucha difusión y
llega a ser muy conocido dentro de Río Grande, pero es muy difícil salir
hacia el resto del Brasil. “Cuando fui publicado en Río de Janeiro,
muchas reseñas hablaron de regionalismo. Si se referían a la lengua, yo
no puedo huir de mi verdad, de aquello que para mí tiene poesía y mi
poesía va a estar agarrada a mis cosas. No puedo comenzar como autor
traducido, tengo que escribir con los elementos poéticos que me cercan,
entonces hablar de regionalismo cuando los temas son universales, no me
parece. Hay cosas en Río Grande do Sul que espantan a todos, palabras
que son azorianas, españolas. Somos diferentes en el lenguaje, como los
nordestinos, que a mí me encantan porque tienen una oralidad, una
creatividad, y sufren el prejuicio del centro del Brasil. Me gustan
mucho los escritores nordestinos, como Ronaldo de Brito. El con Galilea y
yo con La pared en la oscuridad fuimos candidatos a una traducción en
Francia que finalmente se la dieron a él porque según palabras de la
editora, el libro de él era más solar, más representativo de Brasil, en
cambio el mío era sombrío. ¿Lo podés creer?”
Perros de la calle
En los últimos años Brasil ha vivido una expansión económica que
trajo aparejado un lento, pero notable crecimiento de la clase media
baja. Esta clase se insertó con fuerza dentro del mercado de consumo de
bienes tanto materiales como culturales. Según estudios realizados por
el Instituto Pró Livro, el brasileño de hoy lee 4,7 libros por año. Un
número bajo, pero que muestra un crecimiento importante, aunque la
sensación térmica de los escritores sea otra. Todos señalan la poca
importancia que la lectura tiene dentro de Brasil en comparación con
otros países de la región. Y esta visión no sólo se expresa en
entrevistas y artículos periodísticos sino que también toma la forma de
crítica dentro del propio texto literario. En la novela de Martins, por
ejemplo, hay un pasaje donde dos colegas profesores de una escuela
secundaria hablan de la diferencia entre un alumno argentino con el
resto del alumnado brasileño.
“Brasil tiene una tradición menor que Argentina en cuanto a lectura,
de eso tengo certeza –señala Martins–. Leer no es algo brasileño. Hoy
hay un orgullo económico brasileño muy grande, pero es una porquería
porque viene de las personas que no tienen mucha instrucción, los
turistas que vienen aquí a Argentina, por ejemplo. Porque hay un nuevo
Brasil y se han generado cambios en nuestra propia percepción del país.
Nosotros pasamos por cuatro gobiernos buenos, dos de derecha de Fernando
Enrique, dos de Lula, y ahora el de Dilma, que también, para mí, tiene
más aciertos que errores, pero ningún gobierno le ha dado una verdadera
importancia a la educación. Brasil tiene una educación pésima, un
sistema educativo equivocado. La universidad está bien, pero la base es
terrible y el acceso a la educación universitaria es terrible. Sin
embargo, éste es nuestro momento, porque la Biblioteca Nacional ha
incentivado que la literatura brasileña saliera al exterior, hay un
incentivo financiero muy grande para literatura, música, cine, danza,
hay intercambio de estudiantes, hay inversión gubernamental. Nosotros en
Rio Grande do Sul tenemos literatura riograndense, una literatura
gaúcha, que nació con el Martín Fierro y hoy hablamos sobre los mismos
temas que les interesan a los argentinos. Pienso que la narrativa de Río
Grande es una literatura más interna, más psicológica, más milonguera. Y
en cuanto a los clásicos, a mí me duele leer a autores brasileños tan
grandiosos que nadie conoce, es triste. Machado de Assis fue tan grande
como Borges y casi contemporáneo. Recién ahora empiezan a leerlo en
Estados Unidos. Para mí, Carlos Drummond de Andrade es el mayor escritor
brasileño de todos los tiempos. Brasil jamás ha ganado un Premio Nobel
en ninguna área, y eso que ahora el mercado editorial está fuerte, es
grande. Pero pienso también en la lengua portuguesa, que es una lengua
periférica, no es como el español. A los brasileños, ahí donde vamos,
nos hablan español como si todo brasileño supiera hablar español. Estuve
en Nicaragua hace poco tiempo, donde me decían que el portugués les
sonaba como un español mal hablado. La condición del portugués es la de
una lengua marginal. Se habla de un síndrome de viralata: viralata es el
perro de la calle, el perro sin dueño, y el brasileño es viralata en
general. En literatura pienso que hay una desvalorización. Oswald de
Andrade se adelantó a James Joyce, Machado de Assis hizo cosas geniales y
modernas mucho antes que el modernismo europeo, pero nada.”
¿Cómo sucede entonces que se escribe tanto si se lee tan poco?
Bernardo Carvalho: –Cuando fui por esta beca a Alemania, conocí a un
escritor islandés que era poeta, letrista de Björk. Un día,
conversando, él me contó algo curioso. Cuando él hace encuentros y da
conferencias, la pregunta del público actual no se basa en un interés de
lector, sino en el interés del futuro escritor. Lo que ese público
quiere saber es cómo ese escritor escribe, cómo tiene que hacer él mismo
para escribir también. El público entonces ya no es más un público
lector sino un público escritor potencial. Este es un mundo de
escritores sin lectores. Inclusive en Brasil, no sé cómo se publican
tantos libros, porque no hay lectores. Esta es una población gigantesca,
donde las clases más pobres no leen, el libro es carísimo en Brasil,
además de la cuestión del analfabetismo. La población que lee es la de
clase media, acorralada entre los más pobres y las élites, y las élites
brasileñas son las más groseras e ignorantes de la faz de la Tierra. Es
increíble, porque la alta burguesía brasileña no tiene ninguna clase de
interés, no sólo por lo que es literatura, sino que tampoco lo tiene
respecto de ninguna cultura, nada. Están interesados en shopping, autos,
helicópteros, playa, viajes, es sólo eso. Por ejemplo, que la alta
burguesía en Brasil mande a los hijos a hacer trabajo social en lugares
terribles, no existe. No le pasa por la cabeza a ningún padre brasileño
que eso pueda educar a un hijo. Es una clase muy ignorante la élite
brasileña. Creo que la que lee es la clase media, relativamente culta,
pero en relación con la población de Brasil, es nada. No sé cómo es que
se publica tanto, no sé para dónde va eso. Yo no sé para quién estoy
escribiendo.
¿Y cómo perciben entonces la llegada de sus libros a los lectores brasileños?
Andrea del Fuego: –Yo comencé a publicar hace diez años y siempre
estuve por debajo del radar de los lectores, del radar de la crítica, de
las editoriales, de cualquier radar. Siempre escribí para una secta de
quince personas, era publicada por editoriales pequeñas. Tengo un libro
que se llama Niego todo, que son ciento siete ejemplares, yo digo que
fue una edición confidencial. Yo sé quiénes son mis lectores, sé la
dirección postal de esas ciento siete personas. El libro fue hecho a
mano y como el diseño de la tapa era el rostro de un hombre, pasé la
madrugada rasgando la boca y el ojo, cosiendo como si fuese una macumba,
un trabajo de umbanda. Entonces de repente escribí un libro que salió
en una editorial carioca, Língua Geral, que tiene un trabajo interesante
de escritores en lengua portuguesa, de Africa, de Portugal, algunos
conocidos y otros no tanto. Y ahí llegué, y de repente el libro ganó un
espacio, tuve una lectura crítica, cosa que no había tenido antes con
los libros de cuentos. Luego ganó el Premio José Saramago y entonces leí
las primeras miradas críticas, sin la condescendencia de mis amigos, de
esos confidentes; salí de mi vecindad. Y esa primera experiencia sucede
en ese momento del que Bernardo habla, cuando el Estado llega pesado,
queriendo hacer una marca, queriendo vender Brasil. Y yo creo que ése es
un trabajo muy complicado, porque ¿cómo va a homogeneizar eso? No son
Havaianas, que van del 35 al 40, que tenemos en azul, verde y amarillo.
Es algo mucho más complejo. Cada uno tiene una voz muy propia.
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