4.6.14

Un puñetazo al boom

Un libro revive la historia del fenómeno literario en Barcelona
Gabo y Vargas Llosa, en el premio Biblioteca Breve de 1970. / J.M. Castellet./elpais.com

“Como era un señor de América del Sur en aquella época era alguien sospechoso para mi padre, por lo que pedimos garantías y acabó avalándole Carmen Balcells en persona”, recuerda hoy Javier Canals, propietario del piso tercero segunda de la calle Osi, 50 de Barcelona e hijo de Miguel, que fue quien alquiló, por intermediación de la futura superagente literaria, el piso a Mario Vargas Llosa, donde el también futuro premio Nobel vivió con su familia entre 1972 y 1974. No escribió allí Pantaleón y las visitadoras sino, porque decía que no podía concentrarse por el ruido, en uno de los tres estudios blancos que había en el sobreático, gracias a las irregularidades urbanísticas de la época y que es bien visible aún desde la calle. “Igual una de las piezas literarias mayores hay que agradecérsela al alcalde Porcioles”, bromea uno de los periodistas que rodean al colega Xavi Ayén, de paseo por escenarios míticos de la Barcelona de los años 60 y 70 cuando convergieron lo mejor de las letras sudamericanas y que él ha reflejado en Aquellos años del boom (RBA).
Osi, 50 hace casi esquina con la también bastante silenciosa calle Caponata, 6 donde en los bajos escribía entonces Gabriel García Márquez El otoño del patriarca; había llegado pocos años antes, en 1967, con su familia. Esa confluencia de calles fue la capital del boom. Por ahí pasaron todos. “Mario golpeaba con los nudillos en el tabique y al cabo de un rato aparecía Gabo, con su mítico mono azul de mecánico que se ponía para escribir”, recuerda Ayén la broma con la que aquellos impresionaban a Juanjo Armas Marcelo en 1972. No eran pisos contiguos, pero ellos estaban muy unidos. “Comías en casa de uno y tomabas el café en la del otro”, cuenta el escritor Alfredo Bryce Echenique en el libro. La cercanía la había propiciado Balcells: “Los instalaba en Sarrià porque eso daba buena imagen; ella les hacía de cajero automático y les solucionaba desde problemas de liquidez a lo más doméstico, como las vacaciones familiares o la compra”, explica el periodista, que constata: “Siendo ambos de origen humilde los puso en la zona alta de la ciudad, y Sergio Pitol, que era de clase pudiente vivía en el Raval, en la calle Escudellers”.
Vargas Llosa golpeó a Gabo por desvelar un asunto de faldas a su mujer, mantiene el periodista Xavi Ayén
Ayén sabe centenares de detalles como ese que trufan su libro, nacido de quedarse con ganas de saber más sobre los escritores que se afincaron en la ciudad, coincidencia astral que hasta la fecha sólo tenía una biblia: las memorias de otro ilustre afincado, José Donoso. “Quería hacer una biografía colectiva centrándome sobre todo en Barcelona, pero no se podía explicar solo desde ahí y la cosa fue creciendo”. Tanto que al final le ha llevado 10 años de trabajo y, tras recortarlo, 876 páginas, con las que obtuvo el premio Gaziel de Biografías y Memorias. Ahora es ya un libro de referencia obligada.
“No, cualesquiera, no: los pedía de 120 gramos de grosor”, recita con voz cansina Jorge, el dueño de la papelería-quiosco de maderas verdes de una calle más abajo y a la que, dos veces por semana como mínimo, acudía Gabo a comprar paquetes de folios, que tenía que pedirle exprofeso por su grosor. Acabaron trabando cierta amistad: los hijos del escritor le ayudaron a montar estanterías en el local y él terminó escuchando música en el potente tocadiscos del escritor, que tenía insonorizado el piso.
Carlos Barral, Carlos Fuentes, Josep Maria Castellet, los hermanos Goytisolo, Guillermo Cabrera Infante, Julio Cortázar, Rosa Regàs… son algunos míticos nombres más que aparecen en el estudio de Ayén, que ha consultado más de 300 libros y archivos (“en el de Vargas Llosa no permiten el acceso a las carpetas de Julia Urquidi, la Tía Júlia”) y se ha entrevista con familiares, amigos y viudas. Muchos coincidían, en esa geografía barcelonesa (en el volumen hay tres planos detallando, residencias, lugares de ocio, editoriales y librerías), en la gauchedivinista Bocaccio: “Gabo fue algunas veces, pero no muchas y Vargas Llosa, solo una, eran muy disciplinados trabajando”, sostiene Ayén sobre los pilares de un grupo que “creó por vez primera un mercado global literario español y que no tenían una estética común pero sí actuaban colectivamente… y eso los editores se lo encontraron hecho”.
La cosa, para el estudioso, acabó por diversos motivos: “Dejaron de vivir juntos en 1974-1975, les dividió sus posturas ante la revolución cubana y el caso Padilla y unos empezaron a tener mucho éxito y otros siguieron siendo solo autores de culto”. Pero la razón más espectacular tiene fecha y escenario: el 12 de febrero de 1976, en el Palacio de Bellas Artes de México, en el preestreno del filme Supervivientes de los Andes: Gabo se dirige a Vargas Llosa y este le propina el famoso derechazo que lo tumba al grito de “Esto, por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”. Son sólo 30 páginas del libro pero serán las más consultadas y las que han puesto en cierto aprieto la edición. Según la versión de Ayén, el origen está en una crisis matrimonial de Mario y Patricia Vargas Llosa, a causa de una aventura extramatrimonial de él. Patricia visitará Barcelona entre mayo y junio de 1975 para recoger cosas y ultimar gestiones. Una noche sale a cenar con Balcells, Edward y Gabo. Tomaron unas copas y Patricia tenía que coger el avión de regreso a Lima muy temprano. Gabo se ofreció a llevarla y, según Edwards, Patricia perdió el avión, porque Gabo se extravió. Según el chileno, Mario siempre pensó que fue porque quería llevársela a un hotel. Ayén se inclina, tácitamente, por el hecho de que, en el clima de gran amistad entre Gabo y Patricia, el coche se convirtió en una especie de confesionario y el autor de Cien años de soledad “cometió una indiscreción mayúscula, al revelarle a Patricia Llosa alguna correría de su marido, cometida en los años de Barcelona”. Vargas Llosa sintió que “Gabo había corrompido la amistad al irse de la lengua”. Puede pasarle a un gran narrador.

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