En 2014 también se celebra el centenario de El proceso, una de sus obras clásicas, cuyo enigma, en clave con Crimen y castigo de Dostoievski, explica para un investigador colombiano
Kafka se ennovió con Felice Bauer para recrear el compromiso matrimonial que describe Dostoievski en Crimen y castigo./elespectador.com |
Franz Kafka es un escritor de origen judío de lengua alemana que
nació en la ciudad de Praga el martes 3 de julio de 1883 y murió el
martes 3 de junio de 1924 en un sanatorio cerca a Viena. La palabra
“kafkiano”, derivada de su nombre, es sinónimo de absurdo e inhumano
prácticamente en todos los idiomas del mundo, porque su obra refleja
como ninguna otra lo absurdo e inhumano de nuestro tiempo, especialmente
su novela El proceso, una de las obras más oscuras de cuantas se hayan
escrito, de la que nadie logró nunca encontrar una interpretación
coherente o lógica, pues la novela parece autorizar interpretaciones
divergentes y hasta contradictorias por igual.
El proceso es la
historia de Josef K., un empleado bancario que una mañana fue detenido
en su habitación sin haber hecho nada malo. Probablemente alguien lo
había calumniado, sugiere el narrador, pero los guardianes no sabían la
causa de su detención, ni quién era la persona que lo acusaba. Tampoco
tenían idea de si existía o no un proceso contra él. Una vez que le
notificaron que estaba detenido en nombre de una justicia cuyas
autoridades tampoco conocían, le pidieron que fuera a trabajar y
continuara su vida cotidiana como siempre. Al final de un proceso que
dura exactamente un año, del que nadie entiende nada y sin que se sepa
por qué, dos verdugos lo conducen a una cantera en las afueras de la
ciudad donde lo apuñalan hasta matarlo. “¡Como un perro!”, dijo K., y
“era como si la vergüenza debiera sobrevivirle”. Fin.
A pesar del
prestigio de que goza y de los estudios que miles de académicos
competentes le han dedicado, El proceso fue un misterio durante décadas,
lo que hizo sospechar que la obra encerraba un enigma oculto que podía y
debía ser descifrado con ayuda de un código especial, provocando “una
especie de delirio de interpretación”, que condujo a décadas de disputas
entre los especialistas, quienes convirtieron la obra de Kafka “en
campo de pruebas de procedimientos cada vez más novedosos y rígidos:
psicoanalíticos, religiosos, sociológicos, lingüísticos, inmanentes...”.
Pero el código secreto nunca se encontró y la hipótesis de la clave
secreta fue abandonada, un caso sorprendente de lo que Poe llamó en La
carta robada “exceso de evidencia”, pues la clave no sólo existía, sino
que era una de las novelas más leídas y estudiadas de la literatura:
Crimen y castigo.
Dicho técnicamente, El proceso es un palimpsesto
de Crimen y castigo. En otras palabras, El proceso es una imagen de
Crimen y castigo y por tanto la novela de Kafka no puede existir sin la
de Dostoievski. Eso quiere decir que El proceso es dos novelas, hechas
de tal forma que si uno “raspa” El proceso, lo que queda en la
superficie es Crimen y castigo. Eso es un palimpsesto, dos escritos
sobre una misma superficie de los que sólo uno es visible. De ahí que el
palimpsesto permite esconder historias en el texto oculto. Esa es su
utilidad, guardar secretos.
Para simplificar un poco esta
retorcida historia, digamos que Kafka en algún momento decidió
representar en el teatro de la vida, de su vida, la historia del
compromiso matrimonial de Dunia, la hermana de Raskolnikov, con el
abogado Pedro Lujine, un hombre que hacía honor a su apellido, que
significa “fango”, “lodazal”, y quien pronto se dio a conocer,
rompiéndose el compromiso matrimonial en una pensión de mala muerte en
presencia de familiares y amigos. Kafka, al representar esta historia en
la vida real, tenía en mente un plan tan sencillo como perverso para
resolver de una vez y para siempre el tormentoso problema del
matrimonio, pues bastaba seguir al pie de la letra el guión original
para que el compromiso se rompiera, como efectivamente se rompieron
todos los compromisos matrimoniales de Kafka, ya que así estaba escrito,
y “cuando se escribe auténticamente lo escrito sucederá
verdaderamente”. En el caso de Kafka, la literatura nunca fue rival del
matrimonio, sino su aliada, su liberación. Pero ¿por qué Crimen y
castigo y no El Quijote, Fausto o la Divina comedia? Es probable que
esta elección tenga que ver con Nietzsche y Dostoievski, maestros de
juventud y amigos de toda la vida de Kafka. Existe un meme (que no es de
internet) que nos habla del primer encuentro de Nietzsche y
Dostoievski, según el cual el filósofo alemán paseaba por París y
encontró en una librería de libros de segunda lectura un ejemplar de
Memorias del subsuelo traducido al francés como El espíritu subterráneo,
título que –¡cómo no!— atrajo la atención del psicólogo. Lo tomó entre
sus manos, leyó unas líneas y exclamó: “¡Por fin un contemporáneo!”.
Pero dicen los expertos, que suelen dañar buenas historias, que
Nietzsche nunca estuvo en París...
No se sabe exactamente cuándo
leyó Nietzsche Crimen y castigo, pero el 3 de enero de 1889, al pasar
por la plaza Carlos Alberto en Turín, vio cómo un cochero azotaba
cruelmente un caballo y, llorando y con grandes gritos de dolor, se
abrazó al cuello del animal y se desmayó, imitando así de manera
asombrosamente literal la escena del sueño de Crimen y castigo en la que
el niño Raskolnikov, al ver caer muerta a la desgraciada yegua
torturada, sin pensar en sí mismo, con un chillido se abrió camino entre
la multitud hasta llegar junto al animal, al que abrazó, besando su
ensangrentada cabeza. Es probable que esta escena —una de las anécdotas
más famosas en la historia de la filosofía—, con la que Nietzsche inicia
“su vida en la locura”, sea el punto de partida del universo estético
de Kafka, lo que explicaría el interés de Kafka por Crimen y castigo y
la obsesión con que imitó algunas de sus historias. Si a la anécdota de
Nietzsche, que le dio a Kafka la idea de imitar escenas de Crimen y
castigo, se le suma el hecho de que la acción de Crimen y castigo
empieza “En una calurosa tarde de principios de julio” que Kafka
“calculó” como 3 de julio, para sincronizar los relojes de su vida y de
su obra teniendo como patrón de referencia la novela de Dostoievski,
podemos entender por qué El proceso empieza un martes en la mañana, día
del cumpleaños de Josef K. Eso significa que Josef K. es Kafka, que El
proceso es el alma gemela de Crimen y castigo, y que todos, personajes y
novelas, tienen el mismo aniversario. De ahí, pues, que en torno a esa
fecha girarán algunos de los hechos y acontecimientos más importantes de
su vida y obra, que a veces se confunden llegando a ser una y la misma.
Tenemos ya los elementos necesarios para entender el modus operandi de
Kafka, que podemos resumir en los ciclos Ficción (Crimen y castigo),
Realidad (representación) y Literatura (obra escrita entre ficción y
realidad). Veamos entonces esta máquina literaria en acción,
“produciendo” El proceso, para lo cual debemos trasladarnos a casa de
Max Brod, el 13 de agosto de 1912. Allí fue Kafka para revisar, con la
ayuda de su amigo Max (que se negó a quemar sus obras una vez el
escritor murió), los manuscritos de Contemplación, su primer libro, y
encontró sentada en el comedor a la señorita Felice Bauer, una judía de
Berlín, pariente lejana de los Brod, que iba camino a Budapest para
asistir a una boda. Fueron varios los detalles y las asociaciones que
llevaron a Kafka a concluir que estaba en presencia de la mujer ideal
(la víctima perfecta) para hacer su representación y vivir la aventura
del compromiso matrimonial de Dunia y Lujine.
Ahorrémonos esa
historia, magistralmente narrada por Elías Canetti en El otro proceso de
Kafka, que terminó en preparativos de boda anunciados oficialmente el
21 de abril de 1914 en el Berliner Tageblatt. El caso es que Kafka
sedujo a la amiga que Felice había enviado a Praga meses atrás para que
mediara en sus relaciones, con el fin de utilizarla como testigo contra
él mismo en un juicio que se llevó a cabo en el hotel Askanischer Hof,
en el que se rompió el compromiso en presencia de familiares y amigos,
como en el guión original, de una manera tan fiel que uno no puede menos
que asombrarse de la capacidad de manipulación de Kafka. Pero lo más
asombroso es que el rompimiento del compromiso matrimonial de Dunia y
Lujine ocurre en el noveno día de la novela, el cual, según los cálculos
de Kafka era un 12 de julio, que es el día del aniversario de la
reunión en el Askanischer Hof.
Y para cerrar el ciclo, el 13 de
agosto de 1914, día del segundo aniversario de su primer encuentro con
Felice en casa de Brod, Kafka empieza a escribir la novela El proceso,
en la que narra y oculta al mismo tiempo su aventura con Felice. No
sería extraño que Kafka escribiera la primera palabra de la novela a las
9, que fue la hora en que conoció a Felice esa tarde de perros, que no
había parado de llover.
Guillermo Sánchez Trujillo, es autor de El
enigma de los manuscritos. Desciframiento de El proceso de Franz Kafka
(2009), Crimen y castigo de Franz Kafka. Anatomía de El proceso (2002),
El proceso, edición crítica (2005) y El crimen de Kafka, caso cerrado
(2006).
No hay comentarios:
Publicar un comentario