Felipe VI tiene como reto recordar al Gobierno la necesidad de apoyar la creación y la educación
El Príncipe felicita al cineasta Pedro Almodóvar en 2000, cuando fue galardonado con el Goya al mejor director por Todo sobre mi madre./ elpais.com |
Hijo de la década del arte pop, de la reinvención del mundo reclamada
en mayo del 68, del embrión de Internet y de una España marchita en sus
libertades; Felipe VI
reinará en una España libre y en crisis dentro del imperio global de la
cultura popular y búsquedas estéticas, del pragmatismo y revisión de
las ideas y de una acelerada época analógica y digital, donde el
ciberespacio ha revolucionado la vida y los hábitos de adquirir, crear y
divulgar conocimiento, ocio y cultura.
“La misión del arte trasciende el horizonte de lo estético para
proyectarse con fuerza a otros campos como la formación humanística, la
promoción social y el compromiso ético. El bien y la belleza, como nos
dejó escrito Octavio Paz,
son inseparables”. Estas palabras sobre el arte y la cultura y la fe en
su poder transformador, pronunciadas por el entonces príncipe de
Asturias, en la entrega de los premios homónimos, cuando acababa de
cumplir 40 años en 2008, podrían ser el mejor asomo del autorretrato del
nuevo reinado de España.
Educado en la sensibilidad por la cultura y fiel a valores
consustanciales a ella, Felipe VI tiene “el sentido de universalidad de
la misma, su necesaria carga de humanismo y el respeto hacia valores
esenciales de la persona”, según el poeta Antonio Colinas. Son tres
factores, añade, “que constituyen la piedra angular de la mejor de las
obras del Príncipe (y quizá la mejor de las obras culturales de la
democracia): los premios que llevan su nombre y que fueron creados en 1981”.
Y es ahí, en esos 33 años vinculado a estos galardones, donde estaría
su doctorado en el campo de la cultura, en su sentido más amplio. Con
ellos ha podido conocer, hablar, intercambiar ideas, escuchar, aprender,
debatir y apreciar la obra y el pensamiento de importantes creadores
hispanohablantes y del resto del mundo; muchos de los cuales hoy
influyen y perfilan los derroteros de las artes, y, por ende, modelan la
sensibilidad del individuo futuro y exploran las rutas creativas del porvenir. Un lujo al que se ha sumado, desde 2004, doña Letizia.
Solo que parte de esas rutas están ahora un poco deterioradas en
España. No por la creación y los creadores, sino por las vías de apoyo,
fomento, enseñanza, divulgación y promoción que corresponde facilitar a
las instituciones oficiales, coinciden expertos y gestores culturales y
algunas personas conocidas por los Reyes. Basta con mirar los
presupuestos de los últimos años y cómo en momentos de crisis el
Gobierno ha considerado la cultura “casi como un florero”, sin tener en
cuenta la trascendencia de esta en la formación del ciudadano y del
modelo del país, aseguran. “El Gobierno olvidó que la cultura y la
educación son semillas que nunca deben dejar de sembrarse ni regarse y
que requieren de tiempo para ser recogidos sus frutos”, reflexiona el
responsable de una importante institución cultural.
He ahí un primer desafío de Felipe VI: recordar y transmitir al
Gobierno la sensibilidad y la importancia de la Cultura. Un área de
valor incalculable sobre la que no se puede pensar solo en términos
cuantitativos, de lo que aporta en números y dinero,
sino, y sobre todo, en términos cualitativos, por su incalculable
aportación a inmediato y eterno plazo. Desafíos no porque lo que diga el
Rey sea vinculante, ya que su margen de maniobra es limitado, sino
porque puede mediar o sugerir.
El nuevo monarca debe pensar en los trazos clave que deberían marcar su reinado, opinan especialistas de la gestión cultural
El tiempo de Felipe VI es otro comparado con el de su padre. En el
ámbito de la Cultura, España ha pasado de la “siesta (Guerra Civil y
dictadura), a la fiesta (puesta al día en gran parte del reinado de Juan Carlos I)
y ahora a la resaca”, es la descripción de varias fuentes consultadas.
El mundo que afrontará tiene poco que ver con aquel de 1975, cuando Juan
Carlos I llegó al trono con una España ansiosa por recuperar el tiempo
robado y reencontrarse y mostrar su riqueza creativa y cultural en un
país encantado de divulgarla. Una sociedad que quería borrar ese
paréntesis creado durante casi 40 años que interrumpió un momento de
esplendor cultural a mediados de los años treinta. En el periodo de la
monarquía parlamentaria, la cultura del país afianzó su identidad y
recuperó su sitio en el mundo hispanohablante y mundial.
Más que asumir los retos de un rey, el nuevo monarca debe pensar en
las líneas o trazos clave que deberían marcar su reinado, opinan
especialistas en diferentes campos de las artes y la gestión cultural.
“Proyectarse a 30 o 40 años sentando los pilares en un mundo cambiante”.
Una de esas líneas lanzadas hacia delante, coinciden todos, y donde está la raíz de un mejor futuro,
es la Educación como pareja indisociable de la cultura. La ven como una
materia pendiente a mejorar, porque, insisten, no solo hay que preparar
buenos estudiantes y trabajadores sino, especialmente, formar mejores
personas y ciudadanos cultos, en su sentido más amplio. Reaparecen las
palabras pronunciadas por el entonces príncipe Felipe hace dos años, en
la entrega de los premios en Oviedo, cuando, al dirigirse a la filósofa Martha Nussbaum,
se preguntaba: “Recordemos, no sin cierto estremecimiento, aquella
pregunta que se hacía Thomas Eliot: ‘¿Dónde está la sabiduría que hemos
perdido en el conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en
la información?”.
No hay cultura sin buena educación, no hay educación sin cultura, es
casi la letanía. Es el momento, dice otro importante gestor cultural,
“de crear una sociedad más culta, de mejorar sus índices de lectura, de
que se pueda establecer una relación más intensa y responsable con los
museos, los espacios de música, de dar los elementos para que la gente
aprecie y valore mejor la cultura”.
Y en ese ámbito de la educación que trasciende al pupitre y el nuevo
tiempo en el cual está inmersa la sociedad de un mundo analógico y
digital, es importante indicar, guiar o enseñar cómo valorar o
jerarquizar todo ese universo de conocimiento que ofrece Internet. “La
educación tiene que cambiar y adaptarse a las transformaciones rápidas
que afronta el mundo. Y no tiene que ver con los instrumentos técnicos
del manejo de herramientas, sino con el uso que se debe dar para la
formación de un modelo humano, de analizar, de interpretar, de pensar,
de ofrecer elementos que faciliten las habilidades para discernir todo
lo que se divulga en la Red”, opina el filósofo Daniel Innerarity.
En el nuevo reinado, añade el pensador, deben reforzarse los elementos
que indiquen cómo vivir en el exceso informativo y de conocimiento.
La historia, afirmó el entonces Príncipe en otra ocasión, también
enseña que “una de las claves del progreso de la humanidad es la
capacidad de las personas y de las sociedades para adaptarse a los
avances tecnológicos. Por eso, tenemos que ser conscientes de que la
educación de nuestros jóvenes y la formación de nuestros ciudadanos
forman uno de los ejes principales de nuestro futuro bienestar”.
Ante este panorama, coinciden los expertos, se deben actualizar las
formas de promoción y fomento de la lectura con el fin de crear nuevos y
verdaderos lectores, buscar una divulgación mejor y más responsable del
cine y la música. Educar a la sociedad española en el respeto a la
propiedad intelectual y en que una obra de arte tiene unos derechos de
autoría sin los cuales el creador tiende a desaparecer. Personas que
conocen a los nuevos monarcas dice que les inquieta la “cultura” de la
piratería cultural en España. Precisamente amenazada en tres de las
manifestaciones artísticas que más les gustan: cine, literatura y
música. Aunque los expertos saben de su limitada capacidad de acción,
confían, por ejemplo, en que logren limar las asperezas y enrutar los
desencuentros entre el Gobierno y la industria del cine, en que la
inversión y apoyos al sector del libro mejoren. En que se busquen
mecanismos y estrategias para financiar la cultura, como la Ley de
Mecenazgo.
Sobre estos aspectos, Felipe VI adelantó, en 2010, otro pasaje de su autorretrato como rey. Fue al referirse a Amin Maalouf,
al recordar que para este autor libanés en lengua francesa “la
diferencia debe enriquecer, sumar, y nunca aislar o excluir. Y proclama
la primacía de los valores de la cultura y de la enseñanza como objetivo
crucial para este siglo al que −asegura− hemos entrado sin brújula con
la que orientarnos. La cultura, para proporcionarnos las herramientas
intelectuales y morales que nos permitan saber más y desarrollar una
vida interior más sugestiva y floreciente. Y la enseñanza, para
comprender y valorar positivamente la riqueza de la diversidad humana de
modo que se traduzca en una convivencia armoniosa y no en tensiones que
generen violencia. Porque, como él dice, en este siglo no hay ya
forasteros sino compañeros de viaje”.
La diversidad es riqueza, lo ha dicho muchas veces el nuevo monarca.
No hay que temer a la pluralidad de ideas y culturas, lo ha recordado en
otras ocasiones. “La diversidad es un valor y la cultura es la libertad
y su motor, Felipe VI siempre la apoyará. Está convencido de que el
mestizaje cultural es lo que nos mejora a todos. Sabe que la inspiración
de un pensamiento único mata todo”, asegura Graciano Chano García, creador de los premios Príncipe de Asturias.
En esa diversidad como compañeros de viaje deben seguir América
Latina, el mundo hispanohablante en Estados Unidos, Brasil y la lengua
española. Aspectos siempre muy apreciados en la Casa Real. Más allá de
las relaciones políticas, internacionales y económicas con el continente
americano, Felipe VI, dicen las fuentes consultadas, deberá mantener
esas buenas relaciones y estrechar esos vínculos y promover aún más el
intercambio y apoyos mutuos para el fomento y promoción de la creación
artística y la cultura en general.
La presencia y posicionamiento de las artes latinoamericanas en el
mundo y los principales espacios culturales y mercados son cada día más
potentes y apreciadas. Es un continente que ya tiene sus propias
plataformas culturales consolidadas y prestigiosas como bienales de
arte, ferias de libros o festivales de cine y música que no solo
concitan el interés del público, sino también de la prensa y la crítica
internacional. Se trata de sumar y no de restar. No de ver esos eventos
como rivales o enemigos de los de España, sino de integrarlos y
aprovecharlos en una programación de un mundo unido por la misma lengua y
con otro idioma amigo como es el portugués.
El idioma español o castellano común a casi 500 millones de personas es otro de los valores que la Casa Real siempre ha apoyado
El idioma español o castellano común a casi 500 millones de personas
es otro de los valores por el que la Casa Real siempre se ha interesado y
apoyado. Una muestra es su presencia en los seis congresos
internacionales de la lengua organizados por el Instituto Cervantes, la
Real Academia y la Asociación de las 22 Academias de la Lengua.
En la visión de los nuevos monarcas sobre la cultura, dice Antonio Colinas, “hay un fondo profundamente educativo, amante de la libertad y de los valores humanos que debe marcar su camino futuro.
Y no deben alterarlo ni las circunstancias políticas, ni el sectarismo
de grupos, ni cualquier tipo de presiones ajenas a una Monarquía al
servicio de todos, a esa provechosa idea de la unidad en la diversidad”.
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