Una pasión que se ha convertido en uno de los rituales de la sociedad secular
El templo de la pasión: el estadio./eltiempo.com |
Eric Hobsbawn decía que
“el fútbol es la religión laica de la clase obrera”. Eduardo Galeano
definía el fútbol como “la única religión que no tiene ateos”. Vázquez
Montalbán esbozaría una definición ‘posmoderna’ diciendo que “el fútbol
es una religión laica de masas”. Muchos consideran el fútbol como un
nuevo ritual de alcances sociales que se ha transformado en la gran
religión de los tiempos modernos.
En este sentido los estadios se miran hoy día
como los grandes recintos sagrados suplantándose por los recintos
tradicionales que congregan a los fieles de una creencia religiosa. De
esta manera puede decirse que muchas manifestaciones que se generan en
los rituales religiosos pueden extrapolarse, mutatis mutandis, a la
excitación y emoción generadas alrededor de la pasión futbolística.
A diferencia del texto bíblico el fútbol fue
primero acto y después fue verbo. El fútbol, si nos remontamos a sus
orígenes, no es un deporte que deriva del rugby. El fútbol proviene de
las prácticas de juego de pelota realizadas en la Inglaterra medieval y
que se conocían con el nombre de hurling. De tal forma que la relación
del fútbol con el rugby la podemos establecer de forma horizontal o
simultánea y no vertical o evolutiva, como pretenden afirmar algunos,
cayendo en la charlatanería barata.
En un comienzo el fútbol fue praxis, lúdica
feliz, libre de ataduras. Después, cuando en la célebre reunión de la
Freemason’s Tavern, en 1863, se estipularon las 13 reglas que dieron
origen al primer reglamento de fútbol, empezó a ser Iglesia. Una Iglesia
que hasta la fecha no tiene disidencia, como otras iglesias.
De ahí que la estructura y organización del
fútbol en el mundo actual sea de naturaleza eclesial y esa gran Iglesia
está expresada en ese gran ente que se llama Federación Internacional
del Fútbol Asociado FIFA.
El poder de la FIFA, hoy día, es
inconmensurable. La FIFA está por encima de los Estados. Tiene más
miembros que la ONU. Y tiene la fortuna de que todos sus miembros se
someten a su voluntad sin ningún reproche. Estar por fuera de la FIFA
significa no existir para la comunidad del fútbol.
Por eso podemos decir que el fútbol es una
Iglesia que no tiene disidencia. El mundo se reúne cada 4 años en una
especie de ecumenismo futbolístico. La unidad del fútbol se plasma en un
solo lenguaje, el lenguaje del fútbol. El fútbol expresa en las copas
del mundo al mundo como unidad, más allá de las diferencias de raza,
naciones y credos políticos y religiosos.
La organización del fútbol goza de una gran
ventaja respecto a otras religiones. Es una religión que no tiene cismas
frente a sus principios fundamentales. Sus normas son acatadas por
todos sus miembros y ese hecho la legitima como la máxima autoridad Ex
cathedra ante la cual no hay poder humano que remueva sus dictámenes.
Casi que puede decirse que su poder trasciende lo mundano para
transformarse en una autoridad de “características divinas”.
Pero la Iglesia de la FIFA apenas tiene 100
años. Es una Iglesia joven si la comparamos con otras Iglesias que han
sido protagonistas de crisis que han hecho temblar sus cimientos. Por
ahora la Iglesia del fútbol goza de buena salud en sus principios de fe,
y eso parece augurar que, al menos en un futuro próximo, la comunidad
del fútbol asociación garantizará la unidad de los principios aprobados
en aquella reunión de la Freemason’s Tavern en octubre de 1863.
Rafael Jaramillo Racines.Investigador. Miembro de Asciende, Asociación de Investigación y Estudio del Deporte.
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