El escritor colombiano recopila sus experiencias en Medio Oriente en el libro Océanos de arena
Santiago Gamboa escribe para la revista Nexos, de México, y el diario El Mercurio, de Chile./eltiempo.com
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Un día Santiago Gamboa paseaba con Álvaro Mutis por las calles de
París. Mientras caminaban y charlaban, Mutis le señaló la isla de San
Luis, una de las dos penínsulas que se encuentran dentro del río Sena y
que fue bautizada así por Luis IX de Francia en el siglo XIII.
“¿Ves esa pequeña isla? Es el lugar más bello que he visto en mi vida”,
le dijo Mutis. Gamboa la observó, reflexionó, se quedó callado y
asintió con la cabeza a lo que el autor de ‘La mansión de la Araucana’
le decía. Pero en realidad discrepaba con el escritor bogotano y no era
capaz de refutarle algo. “¡¿Cómo le voy a decir que ‘no’ al maestro
Mutis?!”, recuerda haber pensado en ese momento.
Las palabras de Mutis retumbaron en su cabeza. De inmediato pensó: “Tal vez cada persona tenga en el planeta un lugar que reconozca como el más hermoso del mundo”. El lugar de Mutis es esa minúscula isla en medio de una gran ciudad; el suyo aún no había sido descubierto.
Tuvo que pasar muchos check in en aeropuertos, comprar varios
tiquetes de autobuses y negociar de vez en cuando el precio de un
trayecto con choferes de camionetas para descubrir su ‘isla de San
Luis’. Es Jerusalén, una de las ciudades que visitó en los viajes que
hizo a Medio Oriente durante 2004 y 2005, viajes que componen ‘Océanos
de arena’ (Mondadori), su más reciente novela.
“El libro es la recopilación del recorrido que hice por Siria, Israel
y Jordania para escribir mi novela ‘Necrópolis’. Allí coloco los
apuntes que tomé en el viaje”, explica Gamboa, quien además de ser
escritor es periodista y diplomático. Fue corresponsal de EL TIEMPO,
diplomático ante la Unesco y agregado cultural en la embajada de
Colombia en la India. Actualmente escribe para la revista Nexos, de
México, y el diario El Mercurio, de Chile.
En ‘Océanos de arena’ se mezcla la crónica periodística, la historia y
la literatura. Hay descripciones minuciosas de las calles árabes, los
mercados, los templos religiosos, las comidas y las personas. “Yo
creo que los escritores de viajes somos todos distintos. Algunos son
indiferentes con los detalles que ven; otros, como yo, nos entretenemos
con ellos”, dice Gamboa cuando se le pregunta por el proceso de escritura del libro.
Las libretas fueron testigos de su paso por los hoteles, cafés y
restaurantes que visitó en Medio Oriente. En ellas anotó desde el nombre
de los lugares donde se hospedó hasta el precio y los nombres de las
comidas, porque para él “cada cosa tiene un nombre. En eso consiste
describir”. Pero más allá de la descripción al estilo guía turística,
Gamboa buscó detrás de cada ciudad su historia. Hace una mirada
introspectiva de Alepo, Damasco, Jerusalén –a la que le dedica gran
parte del libro– y Ammán. Pero ese recuento histórico lo hace ligado a
la literatura. “La literatura de viajes es una forma de literatura. No
está desligada”, dice.
¿Pero cómo llegó Gamboa a enamorarse de Jerusalén? “Fue en un hotel
de la ciudad. Estaba descansando en su terraza cuando el sol tocó la
Cúpula de la Roca (una mezquita importante para los musulmanes). Fue un
momento inolvidable. En ese momento encontré mi ‘isla de San Luis’”,
explica.
También lo enamoró la interculturalidad de la ciudad, porque ahí
están los grandes símbolos de las tres religiones monoteístas más
importantes del mundo: el Santo Sepulcro para el cristianismo; el Templo
de Jerusalén junto al Muro de las Lamentaciones para el judaísmo, y la
Explanada de las Mezquitas para el islam, lugar donde están ubicadas la
Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa.
¿Y cómo logró ver la belleza de una ciudad donde propios y extraños
sienten la tensión entre tres disímiles formas de ver el mundo? Encontró
grandes conexiones entre el mundo árabe y América Latina, eso le
permitió añorar a Colombia; a su ciudad natal, Bogotá, y establecer un
contacto con ese lugar rodeado de dunas rojas y amarilla, muy lejano al
frío y la lluvia. “El mundo árabe es muy parecido al nuestro”, comenta
Gamboa. “Tenemos muchas cosas en común. Por ejemplo, la forma de
comerciar. Las ciudades con un crecimiento caótico, como Bogotá, tienden
a presentar los mismos inconvenientes de las ciudades árabes”.
Pero el viaje donde encontró su lugar más hermoso en el mundo estuvo
marcado por choques sociales y políticos. Durante su estadía vio cómo
judíos imponían sus ‘leyes divinas’ en territorios palestinos, vio cómo
se segregaban a las comunidades árabes asentadas en lo que hoy es
Israel, y escuchó a quienes alguna vez fueron ciudadanos palestinos y el
único recuerdo que guardan de sus tierras son viejos documentos de
identificación.
Es el caso de Jamil Abú Eisheh, un palestino de 82 años que conduce
camiones y buses por todo el Medio Oriente. Gamboa lo conoció en el
recorrido que hizo de Jerusalén a Ammán, en Jordania. Con Eisheh diálogo
sobre las distancias que separan a judíos de palestinos, límites
físicos y políticos. En la plática, el viejo conductor le dijo algo
transcendental al turista, algo que lo marcaría: “Si esta región
estuviera en paz, se podría desayunar en Jerusalén, almorzar en Damasco y
comer en Beirut”. Esa frase siempre la tendrá Gamboa en su mente,
porque entendió lo que es vivir tan lejos y al mismo tiempo tan cerca de
los suyos.
Después de este viaje por lugares milenarios, donde nacieron, se
fortalecieron y yacieron imperios y civilizaciones, fijará su brújula
hacía nuevos sitios, pues seguramente no parará de contar cómo es el
mundo. “Me gustaría relatar a la India que conocí cuando hice parte del
cuerpo diplomático colombiano en ese país y quiero conocer más a fondo
África”, responde cuando se le pregunta sobre los lugares que quiere
relatar y desea conocer. Y agrega, a manera de consejo: “Todos
los lugares tienen el mismo valor. Lo lejano o lo cercano del sitio no
influye en la historia, sino lo que se observa y se siente en él. El
encuentro personal con el lugar”.
*Santiago Gamboa estará en la Feria Internacional del
Libro de Bogotá presentando su obra Océanos de arena y hablando de la
literatura de viajes el domingo 28 de abril en la sala Porfirio Barba Jacob, de
Corferias, a las 3:00 p.m.
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