27.4.13

John Dickson Carr, o el asesinato como juego de salón

Carr, nacido en Pennsylvania en 1906, fue uno de los que más hizo por convertir al asesinato en un juego de salón. Su especialidad era el cuarto cerrado, el crimen cometido de tal manera que no parece haber forma racional de explicar cómo ocurrió. ¿Por dónde ingresó o escapó el asesino si todas las puertas están cerradas con llave por dentro?


John Dickon Carter, un escritor policiaco hoy olvidado./elpais.com

La historia de la novela policial dice que antes de que llegaran los norteamericanos con sus novelas noir de detectives corruptos y violencia en las calles, estaba el modelo inglés, en el que la sangre era escasa y el crimen resuelto como si se tratara de un problema intelectual. Hay que matizar: John Dickson Carr y Ellery Queen –el seudónimo de dos primos—, autores clave del modelo inglés, eran también norteamericanos.
Carr, nacido en Pennsylvania en 1906, fue uno de los que más hizo por convertir al asesinato en un juego de salón. Su especialidad era el “cuarto cerrado”, el crimen cometido de tal manera que no parece haber forma racional de explicar cómo ocurrió. ¿Por dónde ingresó o escapó el asesino si todas las puertas están cerradas con llave por dentro? Al crear el misterio policial, Edgar Allan Poe también creó el crimen del cuarto cerrado, pero fue Carr quién perfeccionó este estilo y lo llevó a su más barroca conclusión. Carr era un gran creador de atmósferas sobrenaturales –había aprendido de Chesterton--, pero su debilidad y perdición era la explicación razonada (así se arruinó más de una muy buena novela). A veces la resolución era ingeniosa: si sólo había huellas en la nieve de pisadas que se dirigían a la casa donde se había cometido el asesinato, ¿cómo pudo salir el asesino de la casa? Fácil: caminando al revés sobre sus propias huellas (en El resplandor, Danny confunde a su padre de la misma manera para escapar de él en el laberinto). Otras veces, esas salidas no resistían un buen análisis, y podían involucrar a cosas tan extravagantes como autómatas (The Crooked Hinge) o flechas lanzadas a través de ventanas que estaban ahí sin que nadie se hubiera dado cuenta de su presencia (The Judas Window).
Carr, que también escribía bajo el seudónimo de Carter Dickson, falleció en 1977 dejando más de setenta novelas. Está prácticamente olvidado en español; sólo queda un par de títulos, de los cuales el más recomendable es Los crímenes de la viuda roja (Punto de lectura). Sus mejores novelas son The Hollow Man, Hag’s Nook and The Black Spectacles.

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