filbo 2013
Se dice que la Feria del Libro de Bogotá tiene apenas veintiseis años de existencia. Pero no fue la primera feria de libros que existió en el país. Sí, este pudo haber sido un país de lectores: en aquel momento las cifras eran sorprendentes
Es difícil comprender por qué la Feria Internacional del Libro de
Bogotá es tan visitada si el bogotano promedio lee menos de tres libros
al año. Pero resulta más fácil comprenderlo si pensamos que estos tres
libros son comprados en este evento. La feria que se realiza
sagradamente cada año y en la que participan grandes editoriales,
escritores, distribuidores e intelectuales, sucede desde hace venticinco
años, cuando el 29 de abril de 1988 un grupo de profesionales, todos
relacionados con el quehacer del libro, se reunieron en la capital
colombiana para llevar a cabo esta iniciativa.
En la primera Feria Internacional del Libro, que abrió sus puertas
tímidamente durante diez días, participaron quince países y once
universidades. Durante esta larga semana se realizaron homenajes a los
escritores Elisa Mujica, Matilde Espinosa de Pérez, Héctor Rojas Erazo y
Guillermo Payán; se llevaron a cabo conferencias, musicales y
exposiciones, todos dedicados a los cuatrocientos cincuenta años de la
fundación de Bogotá; se instaló un pabellón de arte en el que se
expusieron obras de artistas como Negret, Grau, Manzur y Caballero; los
editores hicieron rebajas del 10 por ciento en los libros, y asistieron
más de trescientos escritores colombianos (!) y veinticuatro
extranjeros. Uno de los mayores acontecimientos fue la aparición en la
feria de María Kodama, viuda de Jorge Luis Borges, quien dio una charla
sobre la universalidad en la obra del escritor argentino y dio prestigio
al evento, que recibió más de trescientos mil visitantes.
Pero el verdadero origen de una feria de libros en Bogotá se remonta a
la Feria Popular del Libro que realizó en octubre de 1936 el entonces
alcalde de la ciudad, Jorge Eliécer Gaitán. La inauguración se celebró
con un discurso muy aplaudido en el patio del Palacio de la Gobernación
de Cundinamarca y la feria se llevó a cabo entre el 3 y 7 de octubre, en
los patios de varios edificios emblemáticos de la época: el Claustro de
Santo Domingo (que desafortunadamente fue reemplazado en 1941 por el
adefesio del Edificio Murillo Toro); el Palacio Municipal –o Edificio
Liévano–, el Capitolio, el Palacio de Justicia (donde hoy queda el café
Juan Valdés de la Calle 11 con carrera 6ª), el Palacio de la Gobernación
de Cundinamarca (Palacio San Francisco), el Pasaje Rufino Cuervo (un
edificio que quedaba en la carrera Séptima con Avenida Jiménez costado
suroccidental), el Terraza Pasteur, el edificio del Banco de la
República (el mismo Edificio Pedro A. López en el que funciona
actualmente el Ministerio de Agricultura), y en las estaciones de los
ferrocarriles.
La Feria Popular del Libro promovió la venta y compra de textos, y se
enfocó en la divulgación de medidas sobre higiene habitacional y aseo
personal, llevando hasta los barrios obreros bibliotecas ambulantes con
libros, revistas y periódicos, así como conferencias y charlas
educativas en las que jóvenes estudiantes de letras, medicina y otras
carreras enseñaron a la audiencia la importancia de la lectura y de las
medidas sanitarias.
Con la colaboración de la Dirección Nacional de Bellas Artes, la
Alcaldía presentó varios conciertos y creó en las bibliotecas de las
escuelas un depósito con libros donados. Jorge Gaitán Ayala permitió la
venta de libros en la calle, donde se hicieron descuentos del 20, 30 y
40 por ciento para que los compradores –principalmente estudiantes,
quienes más visitaron la feria– pudieran adquirir los libros. Las
publicaciones más solicitadas y consultadas fueron las relacionadas con
la política, el derecho, la historia y la literatura, pero las más
vendidas fueron las novelas románticas, las revistas extranjeras y los
libros de marxismo. Se vendieron aproximadamente treinta y cinco mil
volúmenes, lo que resulta aún sorprendente, pues al parecer ha sido la
feria en la que más títulos se han vendido con respecto al número de
habitantes de la ciudad, que por entonces apenas sobrepasaba los
trescientos mil. Finalmente, la Feria Popular del Libro cerró sus
puertas el 7 de octubre a las diez de la noche con una conferencia del
entonces director de la Biblioteca Nacional, Daniel Samper Ortega, y un
discurso del secretario de gobierno del municipio, Roberto Salazar
Ferro.
Debido a su éxito, la feria se continuó llevando a cabo de manera más o
menos regular, así como las conferencias y demás actividades de orden
académico o intelectual. Inspiró las Ferias Nacionales del Libro que,
como dice el historiador Renán Silva, se empezaron a organizar desde
1940, casualmente el mismo año que Gaitán ocupó el Ministerio de
Educación, y que sorprendieron por su alto número de ventas y gran
afluencia. Prueba de ello es una fotografía de 1947 publicada en el
periódico El Siglo en la que es posible observar el espectáculo de una
bailarina de danza hindú “ante la nutridísima concurrencia” que se
instaló en una tarima especialmente construida cerca de la iglesia de
San Agustín, con motivo de la feria.
Desde entonces los libros han sido protagonistas en la escena cultural
de Bogotá, a pesar de que en las veinticinco ferias internacionales el
número de visitantes no ha aumentado considerablemente: en 1988
asistieron poco más de trescientas mil personas cuando la ciudad contaba
con algo menos de cinco millones de habitantes, y en el 2012 cuando la
ciudad contaba con cerca de ocho millones de personas, cuatrocientos mil
personas la visitaron. Y no olvidemos que la cifra récord fue
registrada el viernes 27 de abril del último año, cuando más de sesenta y
cuatro mil personas ingresaron a la feria, justo el día en que la
entrada fue gratuita a partir de las seis de la tarde. La Feria
Internacional del Libro de Bogotá, una de las más significativas de
América Latina, sigue siendo uno de los eventos más importantes que se
presenta en la capital de un país que no lee pero al menos una vez al
año hace el esfuerzo.
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