Informe especial, Día del Idioma
La novela, como hoy la conocemos, le debe al Quijote el humor como fórmula de crítica social o la transformación de sus personajes a lo largo de sus páginas
Caballero Bonald, recibe hoy el Premio Cervantes./aviondepapel.tv |
Cuando en el siglo XVII Miguel de Cervantes Saavedra escribió Don Quijote de la Mancha, el escritor español sentó las bases de lo que luego se consideraría la novela moderna.
Muchos siglos después, grandes escritores de todo el mundo emularon
la estructura de la obra cumbre de Cervantes, una vez que las aventuras
del hidalgo de La Mancha se universalizaron con sus traducciones al
inglés y al francés.
Cervantes fue entonces el modelo a seguir. Autores como Goethe, Thomas Mann, Stendhal, Gustave Flaubert, Herman Melville o Mark Twain, y casi todos los escritores modernos hispanoamericanos, se declararon admiradores suyos.
“Muchos le conceden al extraordinario experimento de Cervantes el honor de haber inventado la novela, en oposición a la narrativa picaresca”, explica Harold Bloom en su ensayo El canon occidental.
No en vano, los autores del siglo XVII y XVIII estaban buscando una nueva manera de narrar
hasta que se encontraron con las aventuras de estos dos protagonistas
tan contrapuestos, un hidalgo que enloquece tras leer tantos libros de
caballerías y su fiel escudero Sancho Panza.
Sin embargo, son dos las aportaciones cervantinas que determinan que
el Quijote fuera el precedente de la novela tal y como hoy la conocemos.
Está contado desde el humor y –quizás lo más importante- sus personajes evolucionan.
“Este último aspecto es algo fundamental que aprenden los autores
ingleses y franceses. Los personajes en el Quijote se transforman. No son estereotipos idénticos desde la primera a la última página,
si no que, según les van ocurriendo cosas, van actuando de manera
diferente”, explica José Manuel Lucía Megías, catedrático de Filología
Románica de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador académico
del Centro de Estudios Cervantinos.
Este experto asegura que la clave del Quijote, para las posteriores
generaciones de novelistas, es, precisamente, este cambio en los
protagonistas cervantinos, algo que muchos guionistas contemporáneos
saben que tienen que culminar dentro de lo que, en su trabajo, se
denomina arco de transformación de los personajes.
“Existe un concepto que se enuncia, desde principios del siglo XX, que es la sanchificación de Don Quijote y la quijotización
de Sancho Panza. Sancho aprende y dice frases que no le corresponderían
por su falta de cultura; y Don Quijote cambia hasta pronunciar
refranes, gracias a la compañía de Sancho”, apostilla el catedrático de
la Complutense.
Entonces, ese elemento de transformación condiciona totalmente la
novela. Al lector, las aventuras le crean expectativas. Nunca sabrá cómo
el héroe resolverá los obstáculos, hecho que, inevitablemente, afecta
al desenlace.
Sin embargo, la influencia del Quijote en la literatura
no solo estuvo marcada por su propia estructura, sino también por la
difusión del libro, uno de los más editados del mundo tras la Biblia.
La obra cervantina se propagó gracias a Gutenberg. La invención de la
imprenta propició la copia múltiple de los libros, factor que
universalizó al hidalgo de La Mancha.
“El Quijote es el primer bestseller moderno, la primera
novela que se reedita y traduce a otros idiomas, como al inglés o al
francés, la obra a la que le salen copias apócrifas, como El Quijote de
Avellaneda. Hasta Cervantes se vio obligado a escribir una segunda
parte. Es un libro que cumple con los requisitos del best seller en el imaginario del lector”, expone Sergio Vila-Sanjuán, Premio Nadal 2013 y autor del ensayo Código Best Seller.
Vila-Sanjuán recuerda que muchos autores tomaron de Cervantes ese género que hoy el cine denomina road movie –el viaje como estructura-, el hecho de “la novela dentro de la novela” o el héroe como personaje cómico.
“Además, el Quijote crea un protagonista más real que la propia
realidad, que se convierte en un arquetipo, como Ulises, como el Rey
Arturo, los tres mosqueteros o como luego sería Sherlock Holmes”, amplía
Vila-Sanjuán.
Y, como explica Harold Bloom, en su tratado El canon occidental,
El Quijote es una obra que no solo sentó las bases de la novela
moderna, sino que también perduró en el tiempo por un motivo
fundamental.
“No hay dos lectores que den la impresión de haber leído el mismo
Quijote, y los críticos más distinguidos todavía no han conseguido
ponerse de acuerdo en los aspectos fundamentales del libro”, sentencia
Bloom.
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