El Instituto anunciará en breve un acuerdo con la prestigiosa universidad estadounidense. El pacto incluye proyectos de investigación comunes
Graduación de estudiantes en la Universidad de Harvard, en un acto académico celebrado en 2009. /elpais.com |
De la necesidad solo cabe hacer virtud pero, en el caso del Instituto
Cervantes, en vez de llorar la sangría de un presupuesto que de golpe
se ha llevado el 37,5% de transferencias públicas con respecto a 2012,
ha decidido salir a la conquista de instituciones con enorme prestigio
universal. Y a partir de ahí, crecer. Pero a lo grande. Como será el
caso del acuerdo que su director, Víctor García de la Concha, ha logrado
con la Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
La alianza con el afamado centro, para proyectos de investigación
comunes, ha sido el secreto mejor guardado de su gestión. Desde que
fuera nombrado en febrero de 2012 responsable del instituto dedicado a
promover la lengua y la cultura en español por el mundo, García de la
Concha, calladamente y en estrecha colaboración con la Secretaría de
Estado de Cultura, ha perfilado una nueva estrategia para el Cervantes.
Con la crisis a cuestas y un presupuesto reducido a 86,7 millones,
muy mermados para abrir nuevos centros —el último de los 86 que dispone
la institución, se inauguró en Cracovia (Polonia) en junio de 2012—, el
vuelco estructural es importante. Pero en este nuevo rumbo convergen dos
necesidades. Por parte del Cervantes, la urgencia de buscar aliados
para dar vuelo a la investigación en las élites universitarias y crecer
en ese ámbito. Por parte de Harvard, el hecho del desarrollo imparable
de la cultura hispana en su país, que requiere entender de manera muy
minuciosa sus características. Pero no solo a niveles de calle, también a
niveles de alta cultura, ciencia o tecnología y considerando el idioma
como instrumento de excelencia más allá de la comunicación básica.
Así se fueron acercando posiciones. No hubo que convencer a nadie por
encima de lo necesario para que se les abrieran las puertas en la
universidad más prestigiosa de Estados Unidos. Harvard cuenta con un
activo comité de hispanos y la presencia también de españoles de la
talla de Ferran Adrià o Rafael Moneo, que han hecho aumentar el interés
por las figuras primordiales representativas a nivel exterior. Carne de
la ahora multicacareada marca España para explotar a fondo mucho más
allá de otros referentes en caída libre.
El acuerdo, que será financiado inicialmente por el mecenazgo del
grupo Santander —con interés personal de Emilio Botín en el mismo—, lo
ha llevado el Cervantes con la facultad de Artes y Humanidades en
Harvard. Es su decana, Diana Sorensen, quien extiende la invitación al
acto de presentación que tendrá lugar el día 19 en la misma universidad.
La colaboración comenzará en julio y se estudian ya varios proyectos de
investigación a poner en marcha, sobre todo en el ámbito sociológico,
pero también en el literario y lingüístico.
El capítulo norteamericano había quedado relegado en los 21 años de
historia del Cervantes. La expansión comenzó inicialmente por Europa,
siguió por el norte de África y quedó corta en Estados Unidos. García de
la Concha, desde el principio, en foros públicos donde ha participado,
ha incidido repetidamente en la necesidad de conquistar ese espacio para
el español sin más dilación.
La presencia del Cervantes en EE UU —con solo tres centros en Nueva
York, Chicago y Alburquerque sin contar algunas aulas esparcidas en
otras ciudades— no responde a la realidad de un país que, según algunos
estudios, podría ver al español como lengua más hablada en 2050.
Por lo tanto, hay que moverse. Rápido. Lo primero que hizo García de
la Concha fue una alianza con México. Acordó con su Gobierno compartir
centros y firmó un acuerdo de colaboración recíproca. La estrategia para la conquista del norte con sus aliados de habla hispana debía moverse desde Madrid a América
para caminar de la mano. En eso se ha valido de las excelentes
relaciones con los círculos académicos y lingüísticos que fortaleció en
su etapa de responsable de la Real Academia Española (RAE) durante años.
La nueva orientación no quedará solo en Harvard. Pero sin duda es un
gran comienzo. La intención de los responsables del Cervantes —y del
Gobierno— es acercarse a las élites y de paso sostener la enseñanza del
español en los centros como se ha desarrollado hasta ahora. Crear
observatorios del idioma y la cultura hispanas en las universidades,
colaborar en estrategias de expansión y estudios académicos.
La apertura de nuevos centros como se llegó a hacer en otras épocas
—casi compulsivamente, como ocurrió en la etapa de César Antonio
Molina—, va a detenerse. Se impone la colaboración incluso para la
enseñanza del español en países de América Latina para extranjeros,
utilizando los centros que dependen de la diplomacia cultural. Exprimir
los recursos ya contantes y sonantes para, digamos, sobrevivir sin dejar
de expandirse a la vez a otro nivel.
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