15.2.13

Palabra de ciudadano

El legado intelectual de Guillermo Hoyos Vásquez

Guillermo Hoyos Vásquez difundió la ética en la vida pública./eltiempo.com

La partida de nuestro mundo del gran Maestro Guillermo Hoyos Vásquez ha merecido una importante cantidad de homenajes por parte de discípulos y amigos entrañables. En estos se destaca, con toda justicia, la labor del Maestro como portavoz, en nuestro contexto, de la ética comunicativa, la teoría crítica y el liberalismo político, y como analista de las coyunturas políticas nacionales y latinoamericanas a la luz de tales teorías. Tales textos muestran a un intelectual infatigable, profundo y combatiente que abrió caminos para repensar la relación entre derechas e izquierdas, entre Estado de derecho y democracia, entre justicia y pluralismo, entre sociedad civil y sistema político. Estos caminos, afirman con razón estos artículos, no solo llevaron aire fresco a los intelectuales de izquierda sino que sirvieron para dar bríos a innumerables trabajadores sociales y animadores de la cultura pública en muy diversos escenarios.
Un pensamiento crítico que en su amor a la libertad se negó a cualquier forma de subordinación academicista o ideológica fue terreno fértil para el diálogo abierto con los problemas y expectativas de los ciudadanos de hoy. “No el filósofo sino el ciudadano ha de tener la última palabra”, insistía el Maestro a sus audiencias y discípulos, citando la expresión de Habermas. Coherente con esta bandera, tan sencilla como revolucionaria, el profesor Hoyos presta especial atención a los problemas que experimentan los ciudadanos frente a la violencia armada, las empresas, la ciencia y la técnica, la medicina clínica, la institucionalidad educativa o religiosa, entre otras. Con inspiradora apertura su pensamiento orbita, especialmente en la última década, la situación del ciudadano como trabajador, víctima, paciente, creyente (o no), científico, médico, profesor o estudiante. Se cuentan por ello entre sus conferencias y contribuciones no solo los textos duros del filósofo político, sino las reflexiones, más ‘aplicadas’ si se quiere, a las relaciones debidas que no solo el Estado sino la ciencia, la empresa, la medicina o la religión deben establecer, considerado el marco normativo propio de las sociedades auténticamente democráticas, con los ciudadanos.

Último diálogo con Guillermo Hoyos
En el Congreso de la Sociedad Colombiana de Filosofía realizado en Manizales en Septiembre del 2012, me encontré nuevamente con el filósofo Guillermo Hoyos Vásquez, acompañado de su esposa Patricia Santamaría, su brazo derecho e izquierdo; sin ella el mundo no existía. Es el mismo papel que juega Mercedes Barcha con el Nobel García Márquez; para donde quiera que gire el mundo ella está presente. Hasta sus últimas horas. Aquí adelantamos parte del último dialogo que tuve con el filósofo:
“Desde 1993 del siglo pasado, quizás desde antes, estaba leyendo a Rawls. Ya había leído Teoría de la Justicia en el año 72 y realizado un seminario sobre ese texto. Pero en el año 93 sale Liberalismo Político en inglés; Oscar Mejía, mi amigo, lo trae y me regala una fotocopia. Lo empiezo a leer hasta que en algún momento lo pude encargar a alguien que me lo trajera de Estados Unidos. Es un libro en ingles fácil de leer, es fascinante. Recuerdo que en el año 91 había aparecido la filosofía del derecho de Habermas: Facticidad y Validez. Todavía no estaba la traducción del alemán al castellano y esta es del año 98 tal vez, algo así; pero yo ya lo estaba leyendo. Inclusive había hecho una presentación pública en la Universidad Nacional, en el auditorio Camilo Torres de la Facultad de Ciencias Humanas, del contenido de la filosofía del derecho de Habermas.
“Desde el punto de vista político casi que uno podría decir que me estaba posesionando de lo que después salió como un libro sobre el debate del Liberalismo político de Rawls y de Habermas y efectivamente en el Journal Philosophy seguía la discusión de ellos, donde Rawls opinaba sobre el libro de Habermas, con base en el anticipo, porque Rawls no leía alemán y leyó la traducción que se estaba haciendo en inglés de Facticidad y Validez. Lo va leyendo Rawls y le va discutiendo a Habermas desde sus posiciones de liberalismo político. Ya en ese momento conoce a Habermas.
“Fue una discusión sumamente rica que tiene su culmen en el Postscríptum en el epílogo que le pone Habermas a la edición inglesa de su Facticidad y Validez que ya es el resultado. Solo quiero girar ese dialogo en el ámbito de la filosofía moral, política y del derecho, y lo quiero casi llevar a un esquema como el que utilizo mucho en mis conferencias el de las Morales de Máximos y la Ética de Mínimos, y por otro lado, sí un desarrollo muy consecuente de la filosofía moral, política y el derecho, una vuelta a Kant, la dialéctica trascendental de Kant, el paso de la analítica a la dialéctica, una vuelta a los escritos políticos de Kant, La paz perpetua, la Respuesta a la pregunta qué es la Ilustración, La filosofía de la historia. Por otro lado la parte fundamental del derecho, de la Metafísica de las costumbres etc. Es la época en que más me relaciono yo con la situación del país, antes de mi viaje a Alemania en el año 82. Hacía política universitaria en el Consejo Superior de la Nacional; participé en los diálogos de paz en Casa Verde en la comisión de verificación; pero ya en esta segunda etapa es en donde logro relacionar posiciones políticas con la filosofía moral política y del derecho. En este momento voy en contra de la concepción que había que “combinar todas las diversas formas de lucha”, porque me parece que fue un planteamiento erróneo de la Unión Patriótica.
“Creo que solo hay dos formas de lucha. Una forma de lucha revolucionaria, violenta por las armas y la otra forma que es la política. Es muy dura, pero esa no es con armas y no se pueden mezclar por la situación colombiana. Me di cuenta que la izquierda no tenía espacio para la argumentación, y por qué esa argumentación de la izquierda está siempre en un límite muy desdibujado, en un límite no claro. Tenemos que saber lo que critica la izquierda y por qué está en las armas, y también por qué aquella idea de “combinar todas las formas de la lucha”; eso es un gran problema que nos tiene a nosotros entrabados en esta terrible situación concreta.
“La filosofía moral política y del derecho ha tomado una recuperación en Kant, del Kant de la solución por las buenas de los conflictos; hay una recuperación de Kant de la Insociable Sociabilidad y de la conflictividad del ser humano, pero por otro lado un Kant que tiene como utopía, que sueña hacia la Paz perpetuamente, pero también tiene la expresión de la filosofía del derecho de que la moral pone un recurso irrevocable: No debe haber guerra. Un imperativo moral kantiano. No debe haber guerra y por tanto que pase lo que pase habiendo guerras como las hay el planteamiento moral debe ser: No debe haber guerra, en ese sentido un planteamiento utópico que hay que ir trabajando día a día para ir disminuyendo las posibilidades de guerra de nuevo con la expresión kantiana influenciada por un pensador griego que la formuló diciendo: Lo malo de la guerra es que crea más personas malas, hace más personas malas que las que el hombre ha hecho. Entonces viene una concepción de necesidad de la política, de la necesidad de la democracia, la democracia tratando de buscar el auténtico sentido de la democracia y por otro lado o ahí mismo la posibilidad de ir cambiando balas por palabras. Eso tiene que ver mucho con lo público.
“Viene mi terminación en la Universidad Nacional ya desde una perspectiva de mucha enseñanza de filosofía práctica, el Kant práctico, la filosofía práctica de Habermas, inclusive con un altercado sumamente desagradable de un profesor del Departamento de Filosofía, quien confunde la ética discursiva, la ética Habermasiana, la crítica a la colonización del mundo de la vida por el Neoliberalismo, por el Neopositivismo, con ideales nobles del alma humana, con una especie de subjetividad rancia, de eso quedó constancia afortunadamente en Ideas y Valores no contra mí, contra la persona que se atrevió a formularla, aunque con cierto disgusto terminan mis 25 años en la Universidad Nacional; pero afortunadamente en el momento en que me jubilo viene la posibilidad de una nueva vinculación a la Universidad Javeriana, en un sitio sumamente interesante, como director del Instituto de estudio social Pensar, inclusive es el lugar donde mi hermano también filósofo, fundó la casa de la filosofía. La casa del Pensar. Allí inicio yo una labor muy orientada por la idea de pensamiento muy habermasiano, de historia y critica de la opinión pública, su trabajo de orientación filosófica y todo lo que tiene que ver con lo público la ética pública famosa, y bueno la actividad fundamental es pensar en público, y yo lo defino como tanque de pensamiento, más bien lo pongo como una especie de plataforma, el espacio adonde la Universidad, la academia, la Schule Philosophy de Kant, la filosofía académica de Kant con la Fault Philosophy de Kant, la filosofía popular de Kant, en eso que yo llamo pensar en público.
- Pero cuando usted sale de la Universidad Nacional son sus propios discípulos los que le dan el puntapié y no sus contradictores?
Sí, pero no todos, conservo discípulos muy buenos, de muchas partes de Colombia, de muchos ámbitos de Bogotá, de hecho en el momento en que yo llego a Pensar lo primero que ofrezco es un seminario muy de corte alemán, gratis, que no está consignado en ninguna parte, no se paga con nada, es un seminario de filosofía política, que rueda cada 15 días en las mañanas, normalmente los jueves en las mañanas y ahí van amigos míos, discípulos míos que trabajan en Los Andes, en el Externado etc. Y bueno yo creo que hay alumnos míos de otra época que probablemente no les guste la manera como trabajo la filosofía y no hay necesidad de que le guste a todo el mundo, yo tengo mi manera de hacer filosofía, en este momento muy identificado con una filosofía pública, una filosofía muy de ciudad, inclusive no me da miedo cuando leo el último libro de Ernesto Laclau de pensar que de pronto la filosofía que yo hago tiene que ver con su Razón populista y los que en la Nacional me dan el puntapié a la salida; eso es un poco lo villano de esa publicación en Ideas y Valores, es en el momento en el que me estoy jubilando y que efectivamente son personas que fueron mis alumnos, porque yo en ese departamento, yo creo que gradué mucha gente, inclusive algunos con tesis meritorias, porque yo nunca le he negado la tesis meritoria a alguien que la merezca. Bueno yo creo que eso pertenece al pasado, pero si debe quedar un poco marcado, porque el disgusto no creo que sea con la persona, sino un poco con esa orientación filosófica del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional, es decir, no hubo una tolerancia de mis ideas de mis propios alumnos.
Numas Armando Gil Olivera. Profesor de Filosofía. Universidad del Atlántico. Director: Grupo de investigación Cronotopias. mochueloscantores@yahoo.com www.nago-filocultura.com

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