El legado intelectual de Guillermo Hoyos Vásquez
Guillermo Hoyos Vásquez difundió la ética en la vida pública./eltiempo.com
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La partida de nuestro mundo del gran Maestro Guillermo Hoyos Vásquez
ha merecido una importante cantidad de homenajes por parte de discípulos
y amigos entrañables. En estos se destaca, con toda justicia, la labor
del Maestro como portavoz, en nuestro contexto, de la ética
comunicativa, la teoría crítica y el liberalismo político, y como
analista de las coyunturas políticas nacionales y latinoamericanas a la
luz de tales teorías. Tales textos muestran a un intelectual
infatigable, profundo y combatiente que abrió caminos para repensar la
relación entre derechas e izquierdas, entre Estado de derecho y
democracia, entre justicia y pluralismo, entre sociedad civil y sistema
político. Estos caminos, afirman con razón estos artículos, no solo
llevaron aire fresco a los intelectuales de izquierda sino que sirvieron
para dar bríos a innumerables trabajadores sociales y animadores de la
cultura pública en muy diversos escenarios.
Un pensamiento crítico que en su amor a la libertad se negó a
cualquier forma de subordinación academicista o ideológica fue terreno
fértil para el diálogo abierto con los problemas y expectativas de los
ciudadanos de hoy. “No el filósofo sino el ciudadano ha de tener la
última palabra”, insistía el Maestro a sus audiencias y discípulos,
citando la expresión de Habermas. Coherente con esta bandera, tan
sencilla como revolucionaria, el profesor Hoyos presta especial atención
a los problemas que experimentan los ciudadanos frente a la violencia
armada, las empresas, la ciencia y la técnica, la medicina clínica, la
institucionalidad educativa o religiosa, entre otras. Con inspiradora
apertura su pensamiento orbita, especialmente en la última década, la
situación del ciudadano como trabajador, víctima, paciente, creyente (o
no), científico, médico, profesor o estudiante. Se cuentan por ello
entre sus conferencias y contribuciones no solo los textos duros del
filósofo político, sino las reflexiones, más ‘aplicadas’ si se quiere, a
las relaciones debidas que no solo el Estado sino la ciencia, la
empresa, la medicina o la religión deben establecer, considerado el
marco normativo propio de las sociedades auténticamente democráticas,
con los ciudadanos.
En el Congreso de la Sociedad Colombiana de Filosofía realizado en
Manizales en Septiembre del 2012, me encontré nuevamente con el filósofo
Guillermo Hoyos Vásquez, acompañado de su esposa Patricia Santamaría,
su brazo derecho e izquierdo; sin ella el mundo no existía. Es el mismo
papel que juega Mercedes Barcha con el Nobel García Márquez; para donde
quiera que gire el mundo ella está presente. Hasta sus últimas horas.
Aquí adelantamos parte del último dialogo que tuve con el filósofo:
“Desde 1993 del siglo pasado, quizás desde antes, estaba leyendo a
Rawls. Ya había leído Teoría de la Justicia en el año 72 y realizado un
seminario sobre ese texto. Pero en el año 93 sale Liberalismo Político
en inglés; Oscar Mejía, mi amigo, lo trae y me regala una fotocopia. Lo
empiezo a leer hasta que en algún momento lo pude encargar a alguien que
me lo trajera de Estados Unidos. Es un libro en ingles fácil de leer,
es fascinante. Recuerdo que en el año 91 había aparecido la filosofía
del derecho de Habermas: Facticidad y Validez. Todavía no estaba la
traducción del alemán al castellano y esta es del año 98 tal vez, algo
así; pero yo ya lo estaba leyendo. Inclusive había hecho una
presentación pública en la Universidad Nacional, en el auditorio Camilo
Torres de la Facultad de Ciencias Humanas, del contenido de la filosofía
del derecho de Habermas.
“Desde el punto de vista político casi que uno podría decir que me
estaba posesionando de lo que después salió como un libro sobre el
debate del Liberalismo político de Rawls y de Habermas y efectivamente
en el Journal Philosophy seguía la discusión de ellos, donde Rawls
opinaba sobre el libro de Habermas, con base en el anticipo, porque
Rawls no leía alemán y leyó la traducción que se estaba haciendo en
inglés de Facticidad y Validez. Lo va leyendo Rawls y le va discutiendo a
Habermas desde sus posiciones de liberalismo político. Ya en ese
momento conoce a Habermas.
“Fue una discusión sumamente rica que tiene su culmen en el
Postscríptum en el epílogo que le pone Habermas a la edición inglesa de
su Facticidad y Validez que ya es el resultado. Solo quiero girar ese
dialogo en el ámbito de la filosofía moral, política y del derecho, y lo
quiero casi llevar a un esquema como el que utilizo mucho en mis
conferencias el de las Morales de Máximos y la Ética de Mínimos, y por
otro lado, sí un desarrollo muy consecuente de la filosofía moral,
política y el derecho, una vuelta a Kant, la dialéctica trascendental de
Kant, el paso de la analítica a la dialéctica, una vuelta a los
escritos políticos de Kant, La paz perpetua, la Respuesta a la pregunta
qué es la Ilustración, La filosofía de la historia. Por otro lado la
parte fundamental del derecho, de la Metafísica de las costumbres etc.
Es la época en que más me relaciono yo con la situación del país, antes
de mi viaje a Alemania en el año 82. Hacía política universitaria en el
Consejo Superior de la Nacional; participé en los diálogos de paz en
Casa Verde en la comisión de verificación; pero ya en esta segunda etapa
es en donde logro relacionar posiciones políticas con la filosofía
moral política y del derecho. En este momento voy en contra de la
concepción que había que “combinar todas las diversas formas de lucha”,
porque me parece que fue un planteamiento erróneo de la Unión
Patriótica.
“Creo que solo hay dos formas de lucha. Una forma de lucha
revolucionaria, violenta por las armas y la otra forma que es la
política. Es muy dura, pero esa no es con armas y no se pueden mezclar
por la situación colombiana. Me di cuenta que la izquierda no tenía
espacio para la argumentación, y por qué esa argumentación de la
izquierda está siempre en un límite muy desdibujado, en un límite no
claro. Tenemos que saber lo que critica la izquierda y por qué está en
las armas, y también por qué aquella idea de “combinar todas las formas
de la lucha”; eso es un gran problema que nos tiene a nosotros
entrabados en esta terrible situación concreta.
“La filosofía moral política y del derecho ha tomado una recuperación
en Kant, del Kant de la solución por las buenas de los conflictos; hay
una recuperación de Kant de la Insociable Sociabilidad y de la
conflictividad del ser humano, pero por otro lado un Kant que tiene como
utopía, que sueña hacia la Paz perpetuamente, pero también tiene la
expresión de la filosofía del derecho de que la moral pone un recurso
irrevocable: No debe haber guerra. Un imperativo moral kantiano. No debe
haber guerra y por tanto que pase lo que pase habiendo guerras como las
hay el planteamiento moral debe ser: No debe haber guerra, en ese
sentido un planteamiento utópico que hay que ir trabajando día a día
para ir disminuyendo las posibilidades de guerra de nuevo con la
expresión kantiana influenciada por un pensador griego que la formuló
diciendo: Lo malo de la guerra es que crea más personas malas, hace más
personas malas que las que el hombre ha hecho. Entonces viene una
concepción de necesidad de la política, de la necesidad de la
democracia, la democracia tratando de buscar el auténtico sentido de la
democracia y por otro lado o ahí mismo la posibilidad de ir cambiando
balas por palabras. Eso tiene que ver mucho con lo público.
“Viene mi terminación en la Universidad Nacional ya desde una
perspectiva de mucha enseñanza de filosofía práctica, el Kant práctico,
la filosofía práctica de Habermas, inclusive con un altercado sumamente
desagradable de un profesor del Departamento de Filosofía, quien
confunde la ética discursiva, la ética Habermasiana, la crítica a la
colonización del mundo de la vida por el Neoliberalismo, por el
Neopositivismo, con ideales nobles del alma humana, con una especie de
subjetividad rancia, de eso quedó constancia afortunadamente en Ideas y
Valores no contra mí, contra la persona que se atrevió a formularla,
aunque con cierto disgusto terminan mis 25 años en la Universidad
Nacional; pero afortunadamente en el momento en que me jubilo viene la
posibilidad de una nueva vinculación a la Universidad Javeriana, en un
sitio sumamente interesante, como director del Instituto de estudio
social Pensar, inclusive es el lugar donde mi hermano también filósofo,
fundó la casa de la filosofía. La casa del Pensar. Allí inicio yo una
labor muy orientada por la idea de pensamiento muy habermasiano, de
historia y critica de la opinión pública, su trabajo de orientación
filosófica y todo lo que tiene que ver con lo público la ética pública
famosa, y bueno la actividad fundamental es pensar en público, y yo lo
defino como tanque de pensamiento, más bien lo pongo como una especie de
plataforma, el espacio adonde la Universidad, la academia, la Schule
Philosophy de Kant, la filosofía académica de Kant con la Fault
Philosophy de Kant, la filosofía popular de Kant, en eso que yo llamo
pensar en público.
- Pero cuando usted sale de la Universidad Nacional son sus propios
discípulos los que le dan el puntapié y no sus contradictores?
Sí, pero no todos, conservo discípulos muy buenos, de muchas partes
de Colombia, de muchos ámbitos de Bogotá, de hecho en el momento en que
yo llego a Pensar lo primero que ofrezco es un seminario muy de corte
alemán, gratis, que no está consignado en ninguna parte, no se paga con
nada, es un seminario de filosofía política, que rueda cada 15 días en
las mañanas, normalmente los jueves en las mañanas y ahí van amigos
míos, discípulos míos que trabajan en Los Andes, en el Externado etc. Y
bueno yo creo que hay alumnos míos de otra época que probablemente no
les guste la manera como trabajo la filosofía y no hay necesidad de que
le guste a todo el mundo, yo tengo mi manera de hacer filosofía, en este
momento muy identificado con una filosofía pública, una filosofía muy
de ciudad, inclusive no me da miedo cuando leo el último libro de
Ernesto Laclau de pensar que de pronto la filosofía que yo hago tiene
que ver con su Razón populista y los que en la Nacional me dan el
puntapié a la salida; eso es un poco lo villano de esa publicación en
Ideas y Valores, es en el momento en el que me estoy jubilando y que
efectivamente son personas que fueron mis alumnos, porque yo en ese
departamento, yo creo que gradué mucha gente, inclusive algunos con
tesis meritorias, porque yo nunca le he negado la tesis meritoria a
alguien que la merezca. Bueno yo creo que eso pertenece al pasado, pero
si debe quedar un poco marcado, porque el disgusto no creo que sea con
la persona, sino un poco con esa orientación filosófica del Departamento
de Filosofía de la Universidad Nacional, es decir, no hubo una
tolerancia de mis ideas de mis propios alumnos.
Numas Armando Gil Olivera. Profesor de Filosofía. Universidad del Atlántico. Director: Grupo
de investigación Cronotopias. mochueloscantores@yahoo.com
www.nago-filocultura.com
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