En la transición de Los cuatro de Liverpool al fenómeno global de la beatlemanía, John Lennon se hizo espacio para cultivar un costado que luego se quedaría por el camino: escritor de poemas y textos breves muy experimentales a los que gustaba acompañar con sus propios dibujos
Por su propio cuento Un españolito en obras. John Lennon./pagina12.com.ar |
De
esa época y esa inspiración surgieron títulos como Por su propio cuento y
Un españolito en obras, que acaban de editarse juntos en una edición
bilingüe a cargo de Andy Ehrenhaus. James Joyce, Lewis Carroll, los
beatniks y los surrealistas son los referentes literarios ineludibles
para entender este Lennon tan enraizado en el corazón de los años 60,
no sólo por la música, sino también por la letra.
La letra de
una canción, mal que les pese a algunos, es una obra literaria. Entre
los debates acerca de los premios nunca otorgados (como el consabido
Nobel a Dylan) y los otorgados y mundialmente celebrados (como el
Príncipe de Asturias a Leonard Cohen), en más de una oportunidad hemos
escuchado a alguien dar su opinión en torno de la relevancia literaria o
no de una canción popular, como puede ser algún tema de rock,
participando así de un debate que parece no tener fin. Pero, ¿qué pasa
cuando ese mismo compositor, cuyos méritos literarios son constantemente
puestos en duda por esa cosa tan abstracta que es la Academia, publica
un libro? La edición bilingüe de Por su propio cuento y Un españolito en
obras de John Lennon (una colección de poemas, cuentos cortos y
dibujos), originalmente aparecida en España en 2009 y con traducción de
Andy Ehrenhaus, nos permite no sólo indagar en un costado un tanto más
bien desapercibido de una de las estrellas más emblemáticas del paraíso
rockero sino que, también, rescata y pone en perspectiva la impronta
literaria que habita en sus composiciones musicales... Algo así como
tener una canción despojada ya de la melodía de la guitarra eléctrica o
el tempo del bombo de la batería, redefiniendo así el sentido de la
expresión “leer música”.
¿Literatura musical? Más de una vez se ha establecido la afinidad de
la poesía con la música debido a ese desinterés radical por el sentido
que la primera tiene y que la acerca a esa búsqueda sonora que sólo la
segunda puede ofrecer, al menos, de la manera más evidente. Y es que
esta colección de poemas y cuentos breves de Lennon, definitivamente, se
despreocupa por el sentido o, mejor, lo atraviesa como cuentas en un
collar: cualquiera que lea estas páginas va a sentirse sumergido en un
mundo loco, disparatado, como ese “Pepperland” de la cinta Yellow
Submarine (1968); como el “Wonderland” de Lewis Carroll, un mundo que
juega con lo establecido, mostrando el revés de las costumbres más
rutinarias, estirando sus posibilidades como un chicle. Estrictamente no
es tanto lo que se cuenta sino cómo se lo cuenta lo que nos hace entrar
en este universo chiflado, haciendo del lenguaje la verdadera
plastilina con la que se da cuerpo a las criaturas descriptas en “Frank
sin moscas” o “En parte Dave”.
Jaime Rest, responsable de la primera traducción al castellano de In
his Own Write (al cual tituló En su tinta), aparecida muy poco tiempo
después del original, sintetiza el estilo de Lennon al recordar que una
de las primeras reseñas del libro hablaba del intento del músico de
“joycear” el lenguaje.
James Joyce, Lewis Carroll y, claro está, los beatniks: es imposible
aproximarse a estas páginas sin notar que la mezcla de sentidos, los
extraños seres que presenta, las anécdotas pueriles que dialogan con
fábulas infantiles o el discurso de los medios de comunicación están
también conectados con las estrategias de escritura de Allen Ginsberg o
el cut-up de William Burroughs. Los textos toman algunas veces la forma
de un poema o la sucesión de voces del género dramático en pequeñas
escenas absurdas, pero lo que evidencian es un juego de lenguaje
encadenado a una longeva tradición sin por eso dejar de mostrar atisbos
de novedad, sobre todo en lo que a hallazgos temáticos se refiere.
Nada prueba mejor esta distancia que el autor quiere presentar, con
esa Gran Bretaña real que lo rodea, que las parodias que lleva adelante
de ciertos programas de la BBC (“Deforme singlicol sobre presentencias
televiciosas”, por ejemplo) o la aparición de una fan letter
transformada en una viñeta paródica del conservadurismo británico en
“Una carta”. Casi lo mismo que encontramos en los capítulos de Los
Beatles de la comedia británica, los Monty Python: el humor corrosivo y
la parodia como estrategia de supervivencia.
LA BALADA DE JOHN
Imaginen esto: estamos en Inglaterra, específicamente, en el London
Palladium, el 13 de octubre de 1963, dispuestos a presenciar la
aparición de una banda que está llevándose la atención de miles y miles
de jóvenes, conforme pasan los días. Sí, nos referimos a Los Beatles,
qué duda cabe; si hasta la década parece ser una forma muy lateral de
hablar de ellos (¿quién imagina los primeros años de los ’60 sin gente
con sus flequillos y esos trajecitos ajustados?). Transmitida por
televisión en el marco de una varieté que llevaba el para nada
imaginativo nombre de Sunday Night in the London Palladium, los cuatro
de Liverpool suben al escenario y tocan algunos temas en el medio del
griterío de las chicas y el rictus de rechazo de algún que otro adulto
en la audiencia. En esa fecha, en esa presentación, se acuña el término
que trasciende hasta nuestros días: “Beatlemanía”. Nadie se quería
perder la posibilidad de participar de la movida (digamos, del negocio),
y no sorprende el hecho de que más de una editorial ya estuviese
interesada en sacar algún ejemplar con la palabra mágica en la tapa:
“beatle”.
Tom Maschler, director literario de la editorial Jonathan Cape, es
el gran responsable de que estos trabajos sueltos y un tanto anárquicos
de Lennon salieran en un solo libro, tuvieran un título y tengan, al
menos, cierto tipo de organización. Tal brillante idea tomó forma tras
la lectura de las letras de algunas canciones y luego de presenciar uno
de los recitales de Los Beatles por sugerencia de un periodista
norteamericano, Michael Braun, responsable de uno de los primeros libros
encargados de capturar el fenómeno, Love Me Do: The Beatles’ Progress
(1964). “Empecé a frecuentar a John en su piso de Emperor’s Gate”,
recuerda Maschler. “No había escrito nada con intención de publicarlo
sino que se había limitado a divertirse, llenando papeles en
habitaciones de hotel (...). John era rápido, ocurrente y cáustico. Era
de una agudeza y sensibilidad extremas: si todo marchaba bien, resultaba
una delicia. En cambio, si no lo captabas, te hacía sentir peor. Yo lo
encontraba fascinante.”
In his Own Write aparece el 23 de marzo de 1964 con prólogo de la
otra cabeza compositora (hasta el momento) en el conjunto, Paul
McCartney, junto con el diseño y una muy emblemática foto de tapa a
cargo de Robert Freeman (lo que son las cosas: Andrés Cascioli haría
también una imagen de tapa legendaria para la temprana edición local).
Las ventas se disparan de inmediato, y lo que muchos suponían un
fenómeno pasajero toma otro cariz cuando las reseñas son favorables.
Apenas las ventas empiezan a decaer al año siguiente, sale el segundo
batacazo, A Spaniard in Works, copando el mercado editorial con la
producción poética de “The Writing Beatle!”, frase que aparecía en un
muy simpático sticker rojo en la primera edición de In his Own Write, un
pequeño cartelito que, sin lugar a dudas, colaboraba con la
transformación del libro en un best-seller bastante particular.
LENNON & DYLAN
Sorprende pensar que estos dos libros hayan aparecido en pleno
apogeo beatle, cuando los muchachos de Liverpool todavía estaban
sumergidos en el imaginario de chicas difíciles de conquistar o
directamente perdidas y muy lentamente comenzaban los escarceos con
composiciones menos genéricas y más arriesgadas, psicodélicas,
surrealistas, algo evidente en el paso de Help! a Rubber Soul, ambos
aparecidos en 1965 con una distancia de meses. La lectura de estos dos
libros, en alguna medida, sirven para comprender ese traspaso: Lennon
vuelca esas búsquedas literarias previas a la explosión de la banda en
sus composiciones, alejándose de las clásicas temáticas del rock and
roll, siguiendo así los consejos de Bob Dylan quien, parece, además de
haberle pasado algún que otro cigarrillo sin nicotina ni alquitrán,
también dejó deslizar consejitos artísticos.
Y es que el otro libro flotando en el horizonte cuando revisamos las
obras publicadas de Lennon es, sin lugar a dudas, el mítico Tarantula,
de Bob Dylan, una novela en la que había trabajado durante largo tiempo y
que sería publicada, supuestamente, en el otoño de 1966. Claro que el
editor no contaba con cierto accidente en moto y el esperado retraso de
algunos años: la novela vería oficialmente la luz en 1971. Allí podemos
encontrar al Dylan de “Bringing it all Back Home” (1965) o “Blonde on
Blonde” (1966), esto es, a un compositor que hace lo mismo que Lennon,
abandona el género en el que trepó hasta la popularidad (el folk
norteamericano, en este caso, y su variante “de protesta”) y se vuelca a
un surrealismo tardío, a la ya citada experimentación con el lenguaje y
a un trabajo poético que estaba a la par de las producciones de
Ginsberg, Kerouac y compañía. Gracias a Dylan y Lennon, uno en cada
extremo del mismo océano, el mundo poético anglosajón estaba atravesando
un período de revulsivo cambio con un público dispuesto a escucharlos
y, para completa felicidad, leerlos.
APENAS ALGUNOS DE LOS MUCHOS Y LINDiSIMOS DIBUJOS DE LENNON QUE SON PARTE DEL LIBRO Y DE SU DISEÑO.
Andy Ehrenhaus, responsable de la traducción de los dos textos de
Lennon reunidos en el presente libro, reconoce en su prólogo las
dificultades de pasar al castellano una obra tan amarrada a los
caprichos lingüísticos de un rabioso inglés. Con la salvedad de “A
churly moon”, la cual ha declarado en alguna medida “intraducible”, el
límite lógico de sus esfuerzos, el resto de los cuentos y poemas están
volcados a un español que recupera como puede esos saltos y giros que
encantaban al “joyceano” Lennon. Aquí, una breve muestra de lo que
podemos encontrar en Por su propio cuento y Un españolito en obras.
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