25.2.13

La intriga Cortés


Dudas sobre el autor de una obra clásica que ha fascinado a los lectores durante generaciones

Hernán Cortés, según Soledad Calés./elpais.com
¿Fue Hernán Cortés el autor de la Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España, la gran crónica de Indias, una de las obras clásicas de la literatura española, y no Bernal Díaz del Castillo, a quien se le ha atribuido durante siglos? ¿Fue el Conquistador un genial escritor, el fundador del periodismo y de la novela latinoamericana?
Así lo asegura el historiador y antropólogo francés Christian Duverger en su amenísimo libro Crónica de la eternidad, publicado en México, donde a modo de investigación policiaca va sumando argumentos históricos y filológicos para socavar la autoría del cronista-soldado y atribuírsela al futuro marqués del valle de Oaxaca. Duverger, un historiador a contracorriente, es conocido, como demuestra en su libro anterior Cortés, la biografía más reveladora, por tener una imagen muy positiva de Cortés, a quien considera un visionario, pionero del criollismo y del mestizaje, en permanente conflicto con los designios de la Corona española.
Es posible que su tesis no sea concluyente, incluso que haya pasado por alto datos esenciales, como argumentaba en estas páginas el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona Guillermo Serés, autor de la espléndida edición de la Historia verdadera de la RAE. En el haber del historiador francés hay que anotar sus revelaciones sobre los primeros años del conquistador y su etapa final en Valladolid, donde fundó una academia de intelectuales; y quizá más importante aún, su contribución a revisar la percepción de un personaje que yace enterrado por la aculturación, el papanatismo y los complejos españoles y satanizado por la historiografía oficial mexicana.
Su libro abre una intriga sobre el autor de una obra clásica que ha fascinado a los lectores durante generaciones. Sería una lástima que el debate que propone Duverger quedase a medio camino entre el “averiguan lo que inventan”, con el que Quevedo descalificó a los descifradores de etimologías, y el castizo “otro extranjero a quien nadie ha dado vela en nuestro entierro”, de Cela. La historia y la literatura de la América española no lo merecen.

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