El 7 de febrero de 2003 moría en México el escritor guatemalteco Augusto Monterroso, el autor del cuento breve más universal: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí
Augusto Monterroso, maestro de la ironía y la parodia más acidas. El mejor homenaje a su memoria:leerlo./lainformacion.com |
Siete palabras que siempre persiguieron a este autor premio Príncipe de
Asturias y maestro de la intensidad y la concisión.
Diez años ya
sin Augusto Monterroso, conocido como "Tito", un escritor clásico amante
de los clásicos, de culto, que nació en 1921 por "azar" en Tegucigalpa,
pero guatemalteco desde niño -"Soy, me siento y he sido siempre
guatemalteco"- decía el escritor, que se exilió por cuestiones políticas
en México en 1944, donde vivió hasta su muerte. Su primer trabajo en
ese país fue en la editorial Séneca, con José Bergamín.
Monterroso
es uno de los autores latinoamericanos más importantes del siglo XX y
al que más seguidores o copiadores le han salido, porque hoy el
microrrelato es un "boom".
Se podría decir que Monterroso es el
artista creador del "tweet" más poético y sugerente de la historia, pero
también es recordado por su inmensa calidad humana, su bondad, su
timidez y su pequeña estatura, algo con lo que siempre bromeó. Era corto
pero intenso como su obra.
Y es que el humor y la ironía son dos de las características en la obra del escritor guatemalteco, considerado heredero de Borges y Cortázar.
El
jurado del premio Príncipe de Asturias, cuando le concedió el galardón
en el año 2000, dijo de él que había transformado el relato breve y
destacó que Monterroso había dotado al cuento de una intensidad
literaria y de una apertura de argumentos inéditos hasta ese momento.
El
escritor, hijo de padre periodista y activista político de izquierdas
en su juventud, fue premiado con todos los galardones importantes, como
el Juan Rulfo, en 1996, el Nacional guatemalteco de Literatura, en 1997, los premios
Magda Donato, en 1970, Javier Villaurrutia, en 1975, o la orden del
Águila Azteca, en 1988, y la Medalla Quetzal de Jade, en 1996.
Monterroso,
autor de cuentos, novelas y ensayos, es el creador, entre otros
títulos, de "La palabra mágica", "El concierto y el eclipse", "La oveja
negra y otras fábulas", libro éste del que Gabriel García Márquez
dijo que había que leerlo "manos arriba: su peligrosidad se funda en la
sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad",
escribió el premio Nobel.
Pero también de "La vaca", "La letra E",
"Viaje al centro de la fábula" o "La antología del cuento triste",
realizada con su mujer, la escritora mexicana Bárbara Jacobs.
En
él, Monterroso y Jacobs reúnen los cuentos más tristes de la historia de
la literatura occidental del último siglo, porque el autor estaba
convencido de que un buen cuento siempre terminaba siendo triste.
"Pienso
que los cuentos son tristes, porque, si un buen cuento concentra toda
la vida y si la vida es triste, un buen cuento será siempre un cuento
triste", dijo.
Monterroso, amante de los clásicos griegos y
latinos, del Siglo de Oro, de Cervantes, sentía que un cuento siempre
debe ser denso e intenso, desde la primera línea hasta el final, y que
no importaba la historia. "Importa la historia por la forma en qué esté
contada", precisaba.
El escritor guatemalteco nunca quiso explicar
nada de su famoso cuento sobre el dinosaurio, premiado con el premio
Villaurrutia en 1975 y traducido a varios idiomas, entre ellos al
francés y al italiano. Prefería que la gente se imaginase lo que
quisiera.
Cuando Augusto Monterroso visitó en el año 2000 Oviedo
para recoger el premio Príncipe de Asturias, quedó "cautivado", según
Bárbara Jacobs, por la hospitalidad de la ciudad, que amaba ya por la
obra de Leopoldo Alas Clarín. De ahí que el autor decidiese donar parte de su legado a la Universidad de Oviedo.
Así,
desde 2011, la Biblioteca de Humanidades de la Universidad de Oviedo
alberga 9.066 volúmenes cedidos por Monterroso, entre los que se
encuentran verdaderas joyas bibliográficas, como la primera edición de
"ismos", de Gómez de la Serna, la segunda de "Trilce", de César Vallejo,
o la de 1851 de "Escenas de la vida bohemia", el libro de Henri Murger
que Puccini transformó en "La Bohemia".
Además,
este archivo consta de una extensa colección de revistas, escritos,
anotaciones personales, cartas originales, grabaciones y material
gráfico.
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