En su último libro, Antonio Skármeta novela los días previos al plebiscito que derrocó a Pinochet.foto: Maite Cruz.fuente:lavanguardia.comEl escritor chileno Antonio Skármeta presenta su nueva novela Los días del arcoíris
Es inevitable entonar unos "no nono no nooo" sobre el relamido El Danubio azul de Strauss mientras se lee Los días del arcoíris (Planeta) del chileno Antonio Skármeta (Antofagasta, 1940), premio Planeta-Casamérica 2011. El vals del no, ideado por Florcita Motuda, es la banda sonora en la mente del lector, la guinda en el referéndum que hizo caer a Pinochet.
En su nueva novela, el autor de El cartero de Neruda narra los días previos de ese plebiscito de 1988 en Chile, hilvanando dos historias paralelas llenas de contrastes: la de Nico, un niño que ve secuestrar a su padre y, por otro lado, la del publicista Bettini y sus quebraderos de cabeza por realizar una campaña del "No" a Pinochet, uno de las empeños publicitarios más exitosos de la historia.
Una de las claves en Los días del arcoíris es el dramatismo de los personajes, empezando por sus protagonistas...
Nico es una persona que actúa y habla en tiempos peligrosos con la ética de la contención que prometió a su padre. El profesor Santos, que participa activamente en la oposición a Pinochet, le dice a su hijo: "A mí, que me pase cualquier cosa, pero si te pasa algo a ti me muero". Una de las líneas dramáticas de la novela es ver hasta dónde llega Nico con esa contención de fidelidad a su padre, para no herirlo. En él la emotividad está contenida, porqué es la manera de sobrevivir en tiempos de represión.
¿Puede resumirse la dictadura pinochetista en la figura del ministro de interior Sergio Fernández?
En Chile, desde el año 85 al 88, en la fase final de la dictadura coexistieron una fachada aperturista para el avance democrático con una represión en forma de terrorismo de estado. Este ministro absorbe esta misma ambigüedad. Pasan cosas atroces y él hace como si no tuviera nada que ver con ello. Sergio Fernández está dotado de una elegancia cínica. Es afable en el tono, simpático, con actuaciones del tipo: "¡Aaah! ¿Así que torturaron a su mamá? Hombre, ¡cuánto lo siento! ¡Qué brutos que son, qué bárbaros!", siendo ellos los gestores y resolviendo esa ambigüedad con un cinismo ingenioso.
Además, en boca del ministro puede encontrarse en su libro la frase: "La riqueza será tanta que se derramará a los pobres...".
Es la base del neoliberalismo económico. Los empresarios producen una riqueza que asimilarà tanto empleo y producción que se derramará sobre los pobres. Este neoliberalismo no funcionará nunca si no hay un estado que distribuya por igual los recursos, un estado de protección social. Al contrario, lo único que se consigue es que se creen fenómenos como los de las clases aspiracionales: los que no tienen pero aspiran porque se les ofrece día y noche el modelo al cual deben imitar. Por ejemplo, las modelos latinoamericanas imitan a aquellas salidas de París o Nueva York...
¿Es ahí donde encaja el mito de la caverna como base estructural del libro?
El mundo está intermediado por cosas falsas a las que aspiramos. En el mito los hombres están mirando las sombras de las cosas, no las cosas mismas. Cuando hay una sociedad reprimida, donde la gente está encadenada a la rutina, no se visualiza que las cosas pueden no ser como parecen que son. En Los días del arcoíris se produce este tránsito, de las sombras (represión) hacia la luz, la alegría que da la libertad. En la novela se exploran las sombras en el ambiente escolar, con una mirada fresca y natural de un joven de 18 años, que se acerca con ingenio y humor hacia la luz de la democracia. Es un cuento real.
¿Hay algún ejemplo actual de modelo político que fucione como usted indica?
Escandinavia y Alemania, ambos socialdemócratas en algún momento. Han llegado a compromisos entre sectores empresariales y han regulado el sistema para intentar dar igualdad de oportunidades a la gente. La plenitud está lejos, pero se avanza en esa vía.
¿Qué papel desempeñó El vals del no de Florcita Motuda en el resultado del plebiscito?
Fue la gota de agua que derramó el vaso. Era una batalla desigual: 15 años de dictadura contra 15 minutos de campaña antipinochetista por televisión. Pinochet lo hizo para hacer creer a la gente que era un demócrata, y le salió el tiro por la culata. La genialidad de la campaña está en que en tan poco tiempo consiguieron envalentonar a la gente.
¿Cómo recuerda el día que Pinochet aterrizó en Chile y se levantó de la silla de ruedas?
Al menos tuvo una "virtud": mostró su histrionismo al fingir tan notablemente una enfermedad.
El 15-M y el ejemplo de los verdes alemanes
¿Ve paralelismos entre lo sucedido en 1988 en Chile y el 15-M?
Hay semejanzas pero también una diferencia fundamental, pues el "no" de una sociedad en el referéndum de 1988 es épico al producirse dentro de una dictadura. En España, el 15-M se fragua en un marco democrático, un bien mayor. Sin embargo, el 15-M tiene la característica refrescante de pedir una democracia más inclusiva y transparente. La democracia es perfectible y si no se ejercita en plenitud tiende a anquilosarse. Es un movimiento sano, pero algo falto de organización.
¿Qué deberían hacer para llegar a conseguir algo?
Constituirse como partido político. En Berlín occidental, durante mi etapa de embajador (2000-2003), vi crecer a los grüne (los verdes). Al principio eran un grupo desordenado, con ideas ecológicas, libertarias, sin estar ligados a ninguna corriente política. Una vez se extendieron se produjo una tremenda discusión: qué hacer ahora con esta fuerza. Se separaron y se formaron los fundi (los fundamentalistas), que no quisieron entrar en el sistema ni en sus instituciones, manteniéndose como puros y críticos; los otros eran los realos (los realistas), que creían que debían entrar en la institucionalidad, constituirse en partido político y buscar gobernar local, regional y nacionalmente. Los realos llegaron a gobernar con los socialdemócratas durante muchos periodos.
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